¿Por qué cambiamos completamente de carácter al llegar a la adolescencia?

La adolescencia abarca un periodo de nuestra vida (entre seis y ochos años aproximadamente) en la que desarrollamos una serie de cambios fisiológicos y hormonales que nos convierten en seres insufribles, rebeldes y vulnerables.

La adolescencia es ese periodo en la vida de todo ser humano en el que, de la noche a la mañana, todo el buenrollismo y colegueo paterno-filial que se ha tenido durante los años de infancia desaparece, el carácter y relación con los progenitores o adultos cercanos se agria y comienza la etapa en la que una serie de términos y expresiones se convierten en vocabulario básico: «Que me dejes», «Pasa de mí», «No me da la gana», «Olvídame», «No»…

El que hasta hace cuatros días era un infante adorable, feliz y lleno de amor y ternura hacia todos los demás, de repente pasa a ser un joven introvertido, parco de palabras, antipático y rebelde.

Sin tener en cuenta casos puntuales y generalizando en lo que le ocurre al mismo tiempo a la práctica totalidad de adolescentes del planeta, hoy en día se sabe que ese drástico cambio de carácter se debe fundamentalmente a dos causas. Una es la revolución hormonal que de una manera descontrolada comienza a alterar su organismo y que viene acompañada de una evidente alteración biofisiológica (crecimiento de los senos, vello púbico y/o facial, cambios en la voz…). La otra, los conflictos entre la parte racional e irracional del individuo causados por el desarrollo en el que se encuentra en ese momento la corteza prefrontal del cerebro –el córtex prefrontal es el encargado de la conciencia, el comportamiento social, la toma de decisiones y el que ayuda a discernir entre el bien y el mal, el peligro y la aventura…-

Y es en el momento en el que el córtex comienza a desarrollarse (para acabar siendo parte del cerebro de un adulto) cuando el carácter de un adolescente cambia radicalmente, predominado en sus reacciones y estados de ánimo todo aquello que le es enviado desde el sistema límbico, la parte del cerebro encargada de las emociones (rabia, alegría, euforia, tristeza, agresividad, deseo sexual…).

El adolescente recibe un ‘bombardeo’ de hormonas que provocan que sus respuestas emocionales sean mucho más intensas y, por tanto, tenga esos repentinos cambios de humor, pasando en cuestión de segundos de la serenidad a la euforia absoluta, de ser un encanto a comportarse como un auténtico borde.

De poco o nada sirven las reprimendas y castigos que se le puedan imponer. El adolescente seguirá comportándose de una manera irascible y rebelde y su cerebro no responderá ante la mano dura, haciendo buena aquella frase tan repetida entre los adultos: ‘Es que por una oreja le entra y por la otra le sale’.

La importancia de los amigos

Evidentemente influye de gran manera el entorno en el que se mueve y los amigos y amigas de su misma edad, que se convierten en un elemento básico de su vida, teniendo para cualquiera de ellos mucho más valor una opinión (tenga fundamento o no) de uno de sus colegas a las razonadas aseveraciones de cualquiera de sus progenitores.

El todavía inmaduro cerebro del adolescente provoca que éste entre en continuos conflictos, haciendo que la parte que debe controlar si está bien o mal un acto que va a realizar no preste atención a ello (o al menos a la importancia que debería tener) y dejando al libre albedrio del joven el tomar la decisión (en muchas ocasiones errónea, impulsada por lo que han hecho o dicho sus amistades).

En frio, la mayoría de jóvenes son capaces de razonar y ver que un acto concreto está mal (por ejemplo subirse al coche de alguien a quien no conoce y que encima está borracho), pero en el fragor de la diversión y el colegueo un impulso lo lleva a montar, ilógica e irracionalmente, sin prever las posibles consecuencias.

Huyendo de los padres

El desarrollo de la corteza prefrontal también es el responsable de que, de la noche a la mañana, todo aquello que le gustaba hacer con sus padres se convierta en algo tedioso y que, por tanto, odia realizar. Eso es debido a que seguir llevándolo a cabo le supondría el parecer, de cara a sus amistades (quienes se han convertido en sus nuevos referentes), que todavía sigue en la etapa infantil.

El adolescente huye de todo aquello que representa a sus arcaicos progenitores y que pueda hacer que se parece a ellos en algo, motivo por el que sistemáticamente lleva la contraria a todo lo que éstos le dicen que haga (esto se puede extrapolar a cualquier adulto que represente la autoridad, como son sus profesores).

El cerebro adolescente está formando la que será su personalidad adulta y en la búsqueda de ejemplos escapa de todo aquello que recuerda a sus adultos: forma de vestir, el comer, las convenciones sociales…

Ahí es también cuando entran los factores de riesgo que pueden llegar a perjudicar seriamente en la vida del adolescente y afectar en su vida adulta. La revolución hormonal que se está produciendo en su organismo le provoca que algo inexplicable para él le incite a probar todo aquello aparentemente peligroso (drogas, deporte de riesgo, sexo sin tomar precauciones…), a pesar de conocer y saber racionalmente el peligro que ello entraña.

Según exponen Valerie Reyna y Frank H. Farley en su trabajo ‘Risk and Rationality in Adolescent Decision Making’ (‘Riesgo y racionalidad en la toma de decisiones en un adolescente’) aquellos chicos y chicas que atraviesan una adolescencia medio/tardía, y que han empezado a desarrollar los cambios unos años más tarde a lo que es habitual son más proclives a involucrarse en conductas de riesgo.

http://www.cienciaxplora.com/divulgacion/que-cambiamos-completamente-caracter-llegar-adolescencia_2016091200025.html

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