Quienes tenemos conciencia feminista andamos de sofoco en sofoco. Abrimos un periódico, leemos una novela, vemos la tele, vamos al cine, oímos los comentarios de gente que nos rodea… y nos indignamos. Así es que muchas personas terminan pensando: “Vamos de mal en peor”, “Esto está fatal”, “Qué horror, en vez de adelantar retrocedemos”…

Pues no.

Los indicadores objetivos dicen lo contrario: avanzamos. Por ejemplo (enumeración no exhaustiva ni mucho menos):

1. Hemos ganado para nuestra causa voces de periodistas conocidas y de mujeres poderosas. Pensad, pensad: hace tan solo diez años ni Rosa Montero, ni Elvira Lindo, ni Almudena Grandes escribían artículos defendiendo puntos de vista abiertamente feministas. Y no vale que objetéis “Sí, pero en este tema o en aquel otro siguen sin tener posiciones claras”. Ya, pero, antes, si publicaban algo sobre nosotras, era para remachar tópicos machistas.

2. Hay incluso feministas que tienen una crónica semanal en prensa y/o en tv generalistas donde analizan la actualidad desde nuestra óptica. Por ejemplo, Barbijaputa en El diario o Lidia Falcón en el Diario Público. Existen, además, publicaciones específicamente feministas que cuentan con un considerable número de lectoras: esta donde me leéis o Píkara, por citar dos de las más conocidas.

3. Actrices y directoras de cine -tanto nacionales como extranjeras- reivindican otros modelos de mujer, otros personajes, otros puntos de vista, y denuncian los roles miserables que las representaciones audiovisuales dan a las mujeres. Es una gran noticia.

4. Hemos realizado poderosas movilizaciones. Recordad la que hizo retroceder a Gallardón. Y, hace un año, volvimos a clamar contra la violencia. Nunca nuestras manifestaciones habían sido tan potentes y multitudinarias. Anécdota (para las jóvenes): la primera (al menos que yo sepa) recogida de firmas en Madrid contra la violencia hacia las mujeres fue en el 1999 (o sea, ayer) y tuvo este resultado: poquísimas firmas pero abundantes insultos de los (y algunas “las”) viandantes.
Desgraciadamente, nos siguen asesinando pero ahora hay mucha más gente sensibilizada. Y no vale argumentar: “Sí, pero no todas esas personas son feministas”. Ya, pero están en camino. Nadie nace feminista. Ni machista, claro, pero el machismo es el caldo de cultivo en el que se nos educa, de modo que hacerse feminista es un duro camino contracultural, ligado, a menudo, a una rudísima pelea personal.

Nunca nuestras manifestaciones habían sido tan potentes y multitudinarias.

5. El machismo agresivo y rampante no cesa de atacarnos, pero nosotras conseguimos victorias. Grandes, como fue la nuestra contra Gallardón o ha sido la de las mujeres polacas contra la propuesta de prohibir totalmente el aborto en su país. O modestas como la retirada del cartel de la fiesta de la facultad de Medicina de Murcia (modesta pero importante por el debate que ha generado en esa ciudad tradicionalmente conservadora).

6. La toma de conciencia de que la lucha feminista es justa está cada vez más extendida. Ya sé, ya sé que, como he dicho más arriba, nos agreden por todos lados y de mil maneras pero ahora somos conscientes de esas agresiones, reaccionamos ante ellas y estamos dispuestas a denunciarlas. Como dije a propósito de las Olimpiadas ¿es que estas de 2016 fueron las más machistas de la historia? No, ni mucho menos, pero sí fueron aquellas donde el cutrerío machista quedó más al descubierto y fue más denunciado.

7. El feminismo se ha fortalecido tanto que ya no pueden ignorarnos. Y eso se manifiesta en dos vertientes:
A) las campañas de agresión abierta, esas donde nos llaman feminazis y nos amenazan violentamente. Antes esos cutres machistas no sabían ni que existíamos.
B) la apropiación de nuestros lemas, definiciones, consignas. Nos roban las palabras para vaciarlas de contenido, para hacer un uso putrefacto y soez, para publicitar justamente lo contrario: nuestra sumisión. O sea, hasta para combatirnos tienen que disfrazarse de feministas. Hasta para putearnos (en el sentido literal) invocan el feminismo. Hace unos años, a los puteros y a quienes vivían de negociar con nuestro cuerpo no se les pasaba por la cabeza ni mentarlo. Ahora lo hacen continuamente. Me diréis: “¡Pues vaya avance!” y yo respondo: El hecho en sí no lo es pero prueba que avanzamos.

El feminismo se ha fortalecido tanto que ya no pueden ignorarnos.

Y, desgraciadamente, también es la prueba de que aún no hemos ganado… En los años 60 y 70 reivindicábamos la libertad sexual. Cuando un tipo te proponía follar y te negabas, te acusaba de pacata. No entendía que MI LIBERTAD ERA QUE YO ME ACOSTABA CON QUIEN YO DESEARA (siempre que el deseo fuera mutuo, por supuesto), no que me tuviera que acostar con quien me lo propusiera. Pues eso mismo sigue pasando, solo que ahora orquestado en una campaña promocionada y financiada por puteros, proxenetas y sus sicarios (y sicarias). Su lema resumido: “Como soy libre, me hago puta”. Burdo argumentario que no pasa la más mínima prueba del algodón inteligente. Entonces ¿por qué tanto progre se traga el anzuelo? Porque no hay nada que atonte, embrutezca y envilezca más que el patriarcado.

¿Es importante recordar todo esto?

Sí, muy importante. Solo lucha quien piensa que puede ganar. Por eso el pesimismo es reaccionario y por eso no podemos menospreciar nuestras victorias.

Así es que ¡viva la lucha de las mujeres! (y vivan los hombres que nos apoyan) ¡Viva quienes buscan un horizonte utópico de seres libres, no traficados ni mercantilizados!

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