«Y ahora, Rato» por Mauel Arias

Alzamiento de bienes, blanqueo de capitales y fraude fiscal. Son los delitos que el fiscal imputa al otrora todopoderoso vicepresidente económico del Gobierno de José Mª Aznar, ex director general del Fondo Monetario Internacional y, más recientemente -y para lamento de muchos- ex presidente de la fallida Bankia, rescatada con ingentes cantidades de dinero público tras el paso del ayer detenido Rodrigo Rato.
Solo unas horas antes de ser detenido, se supo que Rodrigo Rato, el hombre que pudo ser presidente del Gobierno, se había acogido a la amnistía fiscal promovida por el Ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Una medida que unos años antes había criticado duramente ejerciendo la oposición al Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero y, es más, que recurrió en los tribunales de Justicia el propio el propio ex vicepresidente. Tras conocerse la noticia, técnicos de Hacienda efectuaron un registro en su domicilio y en su despacho profesional, y pocas horas después entraba detenido en un coche de la Policía.

De confirmarse los hechos que se le imputan, Rodrigo Rato habrá pasado a formar del selecto elenco de altos cargos del principal partido político de nuestro país que denotan, por encima de todo, el carácter altamente hipócrita del PP. No deja de ser curioso que quienes más beligerantes se mostraron en su momento contra la corrupción, el fraude fiscal o el blanqueo de capitales, se vayan sucediendo en las portadas de los periódicos como protagonistas de hechos contra los que supuestamente luchaban.

Rato, que suma además el escándalo previo de las tarjetas ‘black’ de Caja Madrid -una suerte de saqueo de la entidad cuyo horizonte penal está aún por dilucidar-, ha pasado de ser el ejemplar gestor del supuesto milagro económico español de finales de los años noventa del siglo pasado, a poner de nuevo en la diana toda una forma de entender la política por parte del Partido Popular. La que por un lado recorta derechos y prestaciones e impone la austeridad a los más desfavorecidos, y por otro beneficia y salva a los más ricos (aunque para ello tenga que tirar de la caja común de todos los españoles), mientras que, a tenor de las informaciones que van apareciendo, muy destacados dirigentes (Matas, Bárcenas, Granados… y ahora, Rato, entre otros), acumulaban sospechosas fortunas que una vez afloradas apuntan a actividades delictivas, ya sea en origen o en destino.

Serán los tribunales los que juzguen hasta qué punto los hechos conocidos de unos y otros son punibles. A la ciudadanía toca juzgar si se puede seguir confiando en una organización salpicada por tanta corrupción.

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