¿Cuántas pastillas de omeprazol se habrá tomado usted en su vida? El omeprazol es uno de los fármacos clásicos que se utiliza como protector gástrico y antiácido, un auténtico superventas en las farmacias (¡el medicamento más consumido en nuestro país!) que se receta también para tratar el reflujo gastroesofágico y la acidez de estómago.

Durante años se ha recetado demasiado (lo reconocen los propios médicos) y, al venderse sin receta, es el medicamento al que mucha gente recurre a las primeras de cambio como tratamiento o prevención ante comidas demasiado abundantes o con exceso de alcohol. Muchas personas lo toman sistemáticamente al empezar el día, por lo que pueda pasar, y entre un 8,5 y un 10% de la población lo toma a diario.

Hace pocos años empezaron a aparecer sombras sobre este medicamento todoterreno de la familia de los inhibidores de la bomba de protones. Su nombre, que más bien suena a arma nuclear, hace referencia a su forma de actuar con el ácido del jego gástrico.

  • Según un estudio realizado por la Universidad de Stanford (Estados Unidos) tras investigar a 2,9 millones de pacientes y publicado en Plos One, los investigadores llegaron a la conclusión de que el omeprazol aumenta el riesgo de infarto de un 16 a un 21% debido a que favorece la necrosis del corazón al reducir los niveles de óxido nítrico de las células.
  • Un estudio realizado por el Kaiser Permanente Institute for Health Policy de Estados Unidos y publicado en la revista Journal of the American Medical Association reveló que la toma prolongada (durante dos años o más) de omeprazol puede derivar en demencia, daño neurológico, anemia y otras complicaciones. La razón está en que la reducción del ácido clorhídrico que provoca el medicamento impide la normal asimilación de la vitamina B12, cuyo déficit acarrearía esos problemas. La investigación se llevó a cabo con 25.956 pacientes y se concluyó que la toma del medicamento implica un 65% más de probabilidades de tener niveles bajos de Vitamina B12.
  • Y eso no es todo. Otro estudio publicado este mismo año por la revista Journal of the American Society of Nephrology advertía que este compuesto, sobre todo si se toma de forma prolongada, puede ocasionar una reducción en la función renal, enfermedad renal crónica y fallo renal grave.
  • Para poner la guinda, un estudio realizado por la Facultad de Farmacia de la Universidad de Alcalá (UAH) ha puesto de manifiesto que el 38% de los pacientes que toman omeprazol por prescripción médica no deberían hacerlo, porque sus tratamientos farmacológicos no requieren de un protector estomacal. Los autores también destacan que la automedicación (aún más peligrosa) está relacionada directamente con hábitos poco saludables, como el abuso de alcohol, de café o los excesos alimenticios.

Los inhibidores de la bomba de protones (IBP), como el omeprazol, actúan reduciendo de manera considerable la cantidad de ácido gástrico producida en el estómago. Para ello bloquean una bomba celular que produce iones de hidrógeno (H+), es decir, los átomos de hidrógeno que han perdido un electrón. Dichos iones se suelen asociar con iones de cloro para formar el ácido clorhídrico (HCl). Al inhibir la secreción de los iones H+, los IBP disminuyen con mucha fuerza la acidez gástrica (hasta en un 99%).

Al reducir la acidez de estómago, los pacientes que padecen ardor se sienten aliviados. Lógico: si hay poco o nada de ácido en el estómago, entonces habrá menos reflujo gastro-esofágico y el ardor que se experimenta en la parte central del pecho (por donde discurre el esófago) se aliviará hasta desaparecer.

Pero el problema reside en que estos ácidos que se suprimen con los medicamentos ¡están ahí por algo! Y eliminarlos trae como consecuencias las que ha visto más arriba.

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