ALCAHUETE Y CHARRÁN por Juan Alfredo Bellón  para  EL MIRADOR DE ATARFE del domingo 12-02-2017

Todas las literaturas nacionales tienen sus personajes arquetípicos. Así el Quijote lo es de la española; Romeo y Julieta, de la italiana; Rolando, de la francesa; Lohengriin, de la germánica; Ulises, de la grecolatina, etc, Pero hay corpus literarios tan ricos en multiplicarse y traspasar fronteras que, como el hispánico, han dado más de un personaje a las letras universales; así, Carmen o la Celestina, que arrastra además su vinculación con el amor imposible entre Calixto y Melibea y con su función de tercerías, tan relevante, polémica y valorada en la Literatura Universal, que el nombre de Celestina y Celestino ha quedado reservado en la cultura de todos los tiempos para designar a quien se dedica a influir de diversas y no siempre inocentes maneras para que una joven e importante persona, generalmente mujer, ceda a los requerimientos de amor de un aspirante que previamente le ha procurado paga por ello en dinero o dádivas proporcionales a la importancia que se le concede a sus servicios.

Por lo general, resaltan los procedimientos argumentales de los que se valen quienes practican las tercerías para ablandar la voluntad de los personajes sabiamente enredados en los hilos del amor por lo que tienen de habilidad satánica conseguidora de sus fines y por la gran dificultad que ello entraña cuando se enfrenta a la virtud e integridad moral de los personajes femeninos cocernidos.

Valga este exordio para introducir el papel tan fuera de lugar que intentó jugar Mariano Rajoy con el polémico y flamante presidente estadounidense Donald Trump, cuando se le ofreció como intermediario y celestino polémico con aquellos gobiernos mundiales con quienes se supone que Trump no tiene interlocución fácil ni provechosa, a saber, nada menos que con toda Latinoamérica, el Magreb, la Unión Europea y la zona bélica y crítica de Oriente Próximo y Oriente Medio. Puestos así, no se sabe por qué no extendió su oferta el premier español, a la zona Índica (por su vinculación con la Madre Teresa de Calcuta) y al Extremo Oriente, por su relación antigua con Cipango y Filipinas. Sin olvidar las conexiones hispanas con el mundo del Océano Pacífico, sendos Casquetes Polares y hasta con la mismísima Estepa Siberiana donde se desenvolvió en época relativamente reciente con tanto arraigo como heroicidad nuestra inolvidable y laureada División Azul, ni nuestro propio territorio nacional, dada la importancia en él de las bases aeronavales y aéreas americanas en las que ya no se atrevió a decir a Trump que el desastre del saliente presidente Obama dejó sin cumplir las promesas laborales hechas a los trabajadores respectivos.

Nadie puede negar que, comprobando esta generosa pero atrevida oferta, a muchos se nos ha venido a la mente la inolvidable foto de las Azores y el ridículo mundial que en ella desempeñó el presidente Aznar a quien la no demasiado buena relación actual con su sucesor no ha debido impedirle servir de ejemplo para relievar su papel político en los escenarios críticos internacionales a pesar de su coincidencia con el ex-presidente en el nulo dominio del inglés.

Para no mencionar lo declarado por líderes de países implicados, como Evo Morales, que le ha reprochado a Rajoy no tener vela en este entierro ni estar ellos interesados en que el Tío Trump se los beneficie en aras de la política del sentido común.

Mientras tanto, aquí sigue todo casi igual: la polémica cainita en el seno de Podemos, el runrún pre-congresual del PSOE y la marcha de los procesos judiciales abiertos (está el país como un campo de minas con Rato, la Gurtel, Mas, Matas, Mato, Bárcenas, Chaves, Criñán, etc.) que hoy por mí, mañana por ti, acabarán socavando la credibilidad democrática nacional, sin contar la alarma que dispara la cesación de funciones del capellán del Sporting de Gijón, que dirigía el rezo de un padrenuestro antes de cada partido, y el empeño de los partidarios de la Ley de la Memoria Histórica en exhumar los restos mortales de Franco del Valle de los Caídos y cambiar el nombre de varios centenares de pueblos vinculados con los protagonistas del levantamiento militar llamado en su día Glorioso Alzamiento Nacional, para tampoco olvidar la cambiante Guerra de los Hospitales andaluces y sus circunstancias. Hay que ver lo que son las palabras. No somos nadie.

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