¡¡QUIERO SER PERRO!!, dijo Ana con firmeza y voz alterada. … … ¡¡QUIERO SER ALGUIEN!!, dijo Marcos. Deseos profundos de una niña y un niño hartos de “escuela y de casa-escuela” por motivos diametralmente opuestos.

Hace unos días, tomando café con una compañera en tareas docente y muy buena amiga, me comentó una experiencia reciente que me impactó, que me hizo pensar. Inmediatamente pensé comunicárosla para que se una a estas reflexiones que estamos haciendo, para que nos ayuden a retomar el camino del sentido común en la escuela, para que nos ayude a ver el bosque más allá de los árboles y ramas.

Me decía mi compañera, que estando en una actividad no formal con niños y niñas de diferentes edades (infantil y primaria), trabajando las emociones les preguntó:

  • ¿Qué os gustaría ser?
  • Rápidamente Ana, niña de 8 años con dificultades de “¿aprendizaje?” dijo con firmeza y voz alterada: ¡Quiero ser perro!
  • ¿Por qué dices eso? Le preguntó la persona adulta.
  • Porque quiero jugar. En el cole siempre tengo que repetir los ejercicios, en los recreos hago lo que no me ha dado tiempo; por la tarde a logopedia, a apoyo, acabar los ejercicios del cole, hacer los deberes… Respondía Mirian con mucho enfado y mucha firmeza y convicción. Y mi perro está siempre jugando, ¿yo quiero ser perro para poder jugar!

Mi compañera se quedó sin palabras, era tan lógica (y tan trágica) la argumentación y lo que pedía… “poder jugar a sus 8 años”.

En ese mismo contexto y actividad, otro niño, Marcos, de 9 años, dijo: “¡YO QUIERO SER ALGUIEN!”

  • Pero tú ya eres alguien, eres Marcos, respondió la persona adulta.
  • No, yo quiero que cuando voy por la calle, me llamen por mi nombre otros niños; que me llamen para jugar al futbol, aunque me sale mal; que se paren y hablen conmigo. Yo quiero ser otro niño igual.

La monitora no tuvo palabras para responder y recurrió a frases hechas de valía personal de todos y todas. Mario es un niño de altas capacidades intelectuales y pocas destrezas motrices. En clase se le valoran mucho sus saberes académicos, se le pone como ejemplo… ¿pero…!

¡¡Qué estamos haciendo en la escuela, en esta sociedad (familia y escuela) que valoramos más el “aprender cosas” sobre “el ser niños y su desarrollo integral!”

¡Ah! Se me olvidaba, Ana es adoptada, vino a España con tres años, no hablaba nada de castellano y muy poco y mal estructurado su idioma materno. Con 6 años ya se desenvolvía aceptablemente en castellano de forma oral… ¡Y la tragedia es que comete muchos errores al escribir!

Las ramas impiden ver el bosque”.

La mal entendida evaluación continua, que hemos transformado en “calificación continua” dificulta el ver el avance de cada niña o niño, valorar lo conseguido para animarle a seguir avanzando. Dando su justo valor a los aprendizajes dentro de un desarrollo integral de cada niño y niña. Niños y niñas son bastante más que “máquinas de aprender”.

Termino con una frase que ni hecha a medida:

¡Todavía no nos hemos aclarado! ¿Merece la pena crecer infeliz? ¿Se aprende más y mejor?

Además, en la actualidad hay evidencias científicas de que los aspectos emocionales y lúdicos son determinantes en los procesos de aprendizaje. La Neuroeducación aporta evidencias científicas de ello:

Juan de Dios Fernández Gálvez, jubilado activo

Ex Orientador escolar y Profesor colaborador extraordinario UGR

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