¿Es el TDAH la gran falacia médica del siglo XXI?

«La histeria femenina, era una enfermedad diagnosticada en la medicina occidental hasta mediados del siglo XIX.¿Existe realmente el TDAH o se está convirtiendo en la que será la gran falacia médica del siglo XXI?¿Existen pruebas científicas que permitan detectar esa enfermedad?

En la era victoriana fue el diagnóstico habitual de un amplio abanico de síntomas, que incluían desfallecimientos, insomnio, retención de fluidos, pesadez abdominal, espasmos musculares, respiración entrecortada, irritabilidad, fuertes dolores de cabeza, pérdida de apetito y «tendencia a causar problemas»
Las pacientes diagnosticadas con histeria femenina debían recibir un tratamiento conocido como «masaje pélvico», estimulación manual de los genitales de la mujer por el doctor hasta llegar al orgasmo que, en el contexto de la época, se denominaba «paroxismo histérico», al considerar el deseo sexual reprimido de las mujeres una enfermedad. Otra forma habitual de tratarla era el lavaje vaginal.»
Y sí, parece cómico pero durante casi un siglo de nuestra historia miles o millones de mujeres visitaron al médico para que las «curara» con la masturbación. Es más, fue un médico quien, con la mano demasiado cansada, se propuso inventar e inventó el primer vibrador.
En la salud vivimos sometidos a diagnósticos médicos los cuales solemos creer en casi un 100% de las ocasiones. La era moderna, además, ha dotado a los hospitales de medios extraordinarios para detectar la gran mayoría de enfermedades. Aún con eso, existen casos en los cuales debemos aceptar y aceptamos diagnósticos por una simple cuestión de fe en los profesionales de la salud. Sólo así podemos entender como la «histeria femenina» se convirtió en la gran falacia médica del siglo XIX.
Dicho esto pasamos a hablar del tema central de este post: el TDAH.  ¿Existen pruebas científicas que permitan detectar esa enfermedad? ¿Existe realmente el TDAH o se está convirtiendo en la que será la gran falacia médica del siglo XXI?
En el año 1798 un médico escocés, Sir Alexander Crichton, realizó un estudio sobre los orígenes de la enajenación mental en el cual  hacía ya mención de la “Mental Restlessness” (Agitación o Inquietud Mental), haciendo referencia a un estado inquieto y a la incapacidad para atender con constancia. Desde entonces ha llovido mucho y podemos encontrar múltiples referencias en otros estudios médicos que nos hablan de hiperactividad o de falta de atención en niños y adultos. Pero no fue hasta 1992 que la Organización Mundial de la Salud publica la Clasificación internacional de enfermedades, décima versión (CIE-10), en la que el TDAH  se reconoce como entidad clínica y queda recogido en el grupo de trastornos del comportamiento y de las emociones.
Quede claro con con mi post no voy a afirmar nada, Simplemente planteo dudas que creo justifican plenamente la pregunta que conlleva el título de este post.
Dicen las estadísticas que entre un 5 y un 10% de los niños españoles sufren esa enfermedad. ¿De verdad la sufren o se la hacen sufrir? Pues no podemos obviar que a los afectados se les medica, y de ello podemos deducir sin ser mal pensados que la industria farmacéutica ha ingresado en los últimos años miles de millones de euros…
Marino Pérez, especialista en Psicología Clínica y catedrático de Psicopatología y Técnicas de Intervención en la Universidad de Oviedo: «El TDAH es un diagnóstico, cada vez más popularizado, que carece de entidad clínica. Para empezar, no se establece sobre criterios objetivos que permitan diferenciar el comportamiento normal del supuestamente patológico, sino que se basa en apreciaciones subjetivas, en estimaciones de los padres del tipo de si «a menudo» el niño se distrae y se mueve mucho. Más que nada, el diagnóstico es tautológico. Si un padre preguntara al clínico por qué su hijo es tan desatento e inquieto, probablemente le respondería porque tiene TDAH, y si le preguntara ahora cómo sabe que tiene TDAH, le diría porque es desatento e inquieto.
Por lo demás, insisto, no existe ninguna condición neurobiológica ni genética indenficada, y sí muchas familias donde no se asume que la educación de los niños es más difícil de lo que se pensaba.»… «La medicación para el TDAH no es, en rigor, un tratamiento específico, sino un dopaje: es la administración de fármacos o sustancias estimulantes para potenciar artificialmente el rendimiento. En cuanto a la salud, estas anfetaminas lo que producen es un efecto inmediato (si es continuado) de aumento de la presión sanguínea y cardiaca, que les puede llevar a tener a la larga más riesgos cardiovasculares. Tampoco les debería sorprender su efecto sobre el retraso del crecimiento. La cuestión es saber que pasa tras años de medicación.» (fuente; http://www.abc.es/familia-padres-hijos/20141020/abci-trastorno-deficit-atencion-201410171200.html)
Al leer ese artículo me dio por pensar en que muy probablemente si Albert Einstein hubiera nacido hace poco muy probablemente lo estaríamos medicando. Y como él a tantos otros genios… Miren, yo llevo más de treinta años trabajando con niños y nunca tuve un niño del que sospechara tuviera un TDAH. ¿Tuve suerte o simplemente entendí desde un principio que la atención no es un regalo que deben ofrecerme los niños sino que debo ganarla?
Vivimos con un Sistema Educativo que se considera perfecto y libre de fallos. Así, cuando un niño no rinde académicamente buscamos los fallos en él, quizás en la familia, pero nunca en el sistema. Así, si un niño no atiende no es porqué lo que dice el profesor no le motiva o no le interesa y si no para quieto no es porqué tenga ganas de jugar… y… y… Total que esos niños tienen anomalías cerebrales que hay que tratar. Haciendo una comparación podría afirmar que si yo voy al teatro y la obra me parece aburridísima y o me levanto diez veces para ir al lavabo o directamente me voy del local, me voy pero tengo que ir directo al psiquiatra.
Y no, no voy a afirmar nada pero me parece va quedando claro que yo particularmente tengo mis dudas. Y para terminar os invito a ver un vídeo del prestigioso neurólogo estadounidense Fred Baughman. ¡Vale la pena!

A %d blogueros les gusta esto: