Historia de Madinat Ilbira: Evolución del yacimiento

La ocupación del yacimiento de Madinat Ilbira y de su entorno se remonta a épocas remotas, siendo muy dilatado a lo largo del tiempo.

En el área delimitada como BIC se han identificado y recogido, no únicamente en intervenciones arqueológicas, materiales de muy diversa procedencia, tanto paleolíticos, neolíticos y argáricos como ibéricos. Sin embargo, cuando el núcleo adquiere una cierta entidad es en época romana, de la que se han documentado numerosos vestigios. Pero su máximo desarrollo, esplendor y extensión se produjo en primera época islámica, entre los siglos VIII y XI, esto es, durante el Emirato y el Califato Omeya. Su declive comenzó a partir del despoblamiento de la ciudad a raíz de la fitna, que supuso el nacimiento de la ciudad de Granada a comienzos del siglo XI. Posteriormente, y hasta fechas actuales, el entorno se destinó a diversas actividades económicas, las que, en mayor o menor medida, han tenido incidencia en los vestigios arqueológicos, configurando el espacio tal y como se conoce hoy día.

La época romana

La existencia de un núcleo de cierta importancia en época romana, situado al pie de Sierra Elvira, quedó claramente probado en el siglo XIX. En 1842 se descubrió una necrópolis formada por más de 1700 enterramientos, parece ser que todos tardorromanos, según se deduce de la información que M. Gómez-Moreno González ofrece en su libro Medina Elvira. No obstante, la forma en  la que se excavaron las sepulturas, por no decir su saqueo, impide asegurar su cronología. Es de suponer, por los materiales depositados en el Museo Arqueológico Provincial de Granada, que efectivamente se trate de inhumaciones romanas tardías.

A partir de ese momento se descubrieron también una serie de restos identificados como romanos, como una lápida del emperador Domiciano (81-91), y algunos restos de estructuras cuya función no queda clara. Se recogieron también numerosos fragmentos de cerámica, material de construcción, monedas y dos espadas, todo ello romano. En las excavaciones desarrolladas dentro del Proyecto de Investigación se han recuperado algunos fragmentos de cerámica romana y tégulas, pero no están asociados a ninguna construcción de ese periodo, forman parte de rellenos y muros medievales.

Hay que mencionar la existencia de la polémica sobre la entidad y la identificación del asentamiento romano. Hay quien niega su importancia urbana, pero las dimensiones de la necrópolis tardoantigua sugieren que efectivamente se trata de una ciudad. También se han generado dudas sobre la identificación del asentamiento. Hay estudiosos que opinan que la ciudad debe identificarse con Iliberis. Esta ciudad romana sería la que organizaría el espacio en torno al río Genil. Otros autores consideran que se trata de Castilia, ya que Iliberis se encontraría en actual barrio granadino del Albayzín. Sí es generalmente aceptado, por los defensores de la segunda hipótesis, que a partir del siglo IV este sería el asentamiento que organizaba la actual Vega de Granada, al cual se habría trasladado el topónimo Iliberis.

Se trata de una antigua polémica que se arrastra desde el siglo XVI, cuando los Reyes Católicos conquistan Granada, un debate al que se le han sumado prejuicios ideológicos. Parece que en una época ya tardía, antes de la invasión islámica, la ciudad, igual que otros centros urbanos del Imperio, sufriría un fuerte retroceso. En las intervenciones arqueológicas realizadas hasta el momento no se han documentado más evidencias del asentamiento romano que la necrópolis y algunos materiales descontextualizados.

El esplendor altomedieval

Los orígenes de Madinat Ilbira como población no son demasiado claros. De partida, las fuentes escritas son sumamente confusas puesto que utilizan varios topónimos, como Ilbira, Qastiliya y Garnata, de forma sumamente equívoca.  Parece ser que el precedente romano no tendría ya una gran importancia en este periodo, por lo que el antecedente inmediato de la ciudad hay que buscarlo en una serie de alquerías, seguramente dedicadas a la agricultura, e incluso tal vez el núcleo romano se habría convertido en una de ellas. Se ha observado que el conjunto urbano estaba dividido en barrios, tal vez separados entre sí, que recordaban un sistema de ocupación del territorio propio de las alquerías, cada una con su sistema hidráulico. Este queda definido por la existencia de diferentes galerías subterráneas de conducción de agua, de las que eran testimonio la existencia de pozos de aireación que permitían el control del flujo de tales galerías, llamadas qanat, término de origen persa, puesto que los árabes importan el sistema de Irán. Es posible, pues, que fuese cierto lo que algunas fuentes escritas insinúan, que Madinat Ilbira se formase a partir de la unión de distintas alquerías o núcleos rurales previos. La creación de la mezquita aljama y de la alcazaba, seguramente en tiempos de Abd al-Rahman II, en el siglo IX, con la erección de una muralla que separaba el espacio del poder del urbano, fue la expresión de la creación de la ciudad.

Según una inscripción que pudo leer en el siglo XI Ibn al-Hayyan y que se conoce por una cita de Ibn al-Jatib, la construcción de la mezquita aljama marcaría uno de los hitos de la transformación de Madinat Ilbira en un centro urbano. La importancia del edificio religioso reside en su configuración como espacio inviolable, en cuyo entorno se pueden desarrollar actividades económicas, tales como el mercado. Igualmente funcionaría como centro emisor de mensajes estatales, disolviendo las relaciones tribales, que en esas fechas todavía tenían una gran fuerza, facilitando así el control de la población por parte del poder central. La mezquita aljame se documentó en las excavaciones del siglo XIX, pero actualmente se desconoce su situación exacta. Su ubicación aproximada se puede dilucidar gracias a las indicaciones de la obra de M. Gómez-Moreno González y por la toponimia, puesto en el extremo occidental de lo que sería la madina existe una zona llamada Pago o Secano de la Mezquita. Dos enterramientos descubiertos en la campaña de excavación de 2007, que siguen el rito islámico, sugieren la cercanía del edificio religioso.

Otro símbolo importante de la ciudad fue sin duda la alcazaba. Se situaba en el cerro de El Sombrerete, en el extremo occidental de la ciudad y mirando hacia la madina. De nuevo Ibn al-Hayyan indica que existía ya a finales del siglo IX, cuando es ocupado por rebeldes seguidores de Ibn Hafsun, personaje enfrentado al Estado omeya. Es posible que fuese abandonada en el primer cuarto del siglo X, cuando Abd al-Rahman III ordena la destrucción de las fortalezas de la kura y la bajada de sus ocupantes al llano. Los materiales recuperados en las excavaciones de 2001 y 2005 corroboran esta datación.

Así pues, parece ser que Madinat Ilbira se habría desarrollado a partir de un proceso de unión de pequeñas alquerías y de centros de atracción, fundamentalmente la mezquita aljama. Las intervenciones del Proyecto de Investigación están confirmando esta teoría, de tal forma que los materiales más antiguos se encuentran en la alcazaba implantada en el siglo IX, mientras que en la zona llana, excavada en los años 2006 y 2007, la cerámica encontrada es algo más tardía, con una datación inicial en el siglo X, hasta alcanzar el siglo XI, zona que habría crecido bajo el amparo de la mezquita aljama. Madinat Ilbira experimentó su mayor desarrollo entre la segunda mitad del siglo X y comienzos del siglo XI.

Por tanto, la configuración de la ciudad se puede dividir en dos grandes áreas, la del poder, que algunos autores llaman pública porque corresponde al Estado, representante y, en buena medida, «usurpador» de la umma, o comunidad de creyentes que integran el Islam, y a propiamente urbana, en donde viven los habitantes de la ciudad. Aunque no hay una regla que determine que siempre sea así, todo indica que existe un tercer espacio de relación entre las dos áreas, ocupado primordialmente por la mezquita aljama o mayor, centro de oración en donde se hace la jutba o predicación de los viernes y en la que se reza en nombre de la autoridad principal del Estado. Al tratarse de un lugar protegido, haram, es inviolable y en él no se puede dar ningún tipo de violencia. Por eso, en el entorno de la mezquita aljama se desarrollan gran parte de las actividades comerciales y artesanales con garantías de no verse perjudicadas por el juego de una sociedad segmentada en grupos familiares con frecuencia muy rígidamente separados, hasta el punto de que ocupaban barrios diferenciados en los que habría centros religiosos propios reservados a sus miembros. De este modo la mezquita principal es el punto de relación entre el área del poder y el área urbana propiamente dicha, pero también de todos los miembros que componen esta, independientemente de su adscripción familiar. Para que así fuese, se debieron de dar otras condiciones, principalmente las derivadas de la estratificación social de las poblaciones de las alquerías, que aconsejaba la creación de un espacio urbano que las rigiese en beneficio del grupo más destacado. Este grupo, revestido del ropaje tribal, quizás fuese el de los Banu Jalid, dominante, según se sabe por las fuentes escritas, en todo el distrito, que primero se conoció como yund de Damasco y que, al integrarse en el Estado omeya cordobés en el siglo IX, se denominó como kura de Ilbira, atendiendo a la denominación de la ciudad principal o capital, hadira, que la regía, Madinat Ilbira, que disponía a su vez de un espacio fortificado bien organizado, seguramente lo que los textos llaman Qastiliya.

La ciudad de Madinat Ilbira experimentó durante la Alta Edad Media un gran desarrollo gracias a su papel como capital de la kura de Ilbira y encrucijada de caminos, lo que hizo que se convirtiera en un importante centro redistribuidor de productos comerciales de otras zonas, favorecida además por su posición central en la ruta que unía Pechina y Córdoba. Al-Razi ofrece una visión de la ciudad de Ilbira en época altomedieval, a la que compara con Damasco, visión que tal vez se debiese a que los grupos sirios ocupaban la ciudad, como de forma recurrente se dice en las fuentes históricas. Pero la historia de la ciudad de Ilbira es muy inestable y aparece asociada con frecuentes revueltas, hasta que a comienzos del siglo XI las disputas internas alcanzan su punto más álgido, como informa la crónica del rey zirí Abd Allah. En ese momento la población de Ilbira pide protección a la dinastía bereber de los Sinhaya, los cuales fundarán poco después el reino de Granada.

El fin de Ilbira y el nacimiento de Granada

Según se desprende de las fuentes escritas, parece que la ruptura de los lazos de solidaridad tribales, fomentada desde Estado e impulsada por el desarrollo comercial, había degenerado en divisiones internas y en desequilibrios sociales y políticos muy graves, que desembocaron en la fitna. Según Abd Allah, último rey zirí de Granada, algunos habitantes de la ciudad de Madinat Ilbira llegaron a construirse sus propias mezquitas y oratorios para evitar encontrarse con sus vecinos. Fue la inestabilidad producida por la fitna la que les llevo a aglutinarse en torno a una dinastía bereber, los Sinhaya, alrededor del año 1013. Un miembro de dicha familia, Zawi, acepta el encargo de defender a la población de Ilbira y, a cambio, sus habitantes se comprometen a fortificar Madina Garnata, que desde ese momento pasa de ser un castillo o hisn a la ciudad cabeza del reino. Este hecho significará el nacimiento del reino de Granada y el comienzo de la decadencia de la ciudad anterior. Las fuentes escritas, muy imprecisas en otros aspectos, no dejan lugar a dudas del traslado de la población al nuevo asentamiento. Ilbira comienza a despoblarse en favor de Garnata y únicamente se mantendrá un poblamiento marginal. Atarfe, que etimológicamente significa el Puntal, por estar en el extremo de la ciudad, no puede considerarse heredera de la misma, sino una alquería surgida en sus márgenes.

Algunos autores posteriores indican que los restos de la ciudad eran visibles todavía al pie de la sierra, varios siglos después de su abandono. Ibn al-Jatib, en el siglo XIV, dice que todavía se podrían ver los vestigios de la mezquita aljama que evidenciaban la gloria pasada de Ilbira. Mármol Carvajal, ya en el siglo XVI, menciona la existencia de restos de la ciudad al pie de la sierra, pero parece confundirse con el Cerro de los Infantes, la antigua Ilurco romana, pues dice que están cerca de Pinos Puente. A. Navagero, embajador veneciano que pasó por Granada a finales del siglo XVI, al describir su Vega, menciona los restos de una ciudad desaparecida a los pies de Sierra Elvira. Las excavaciones arqueológicas desarrolladas en la madina han puesto de manifiesto que en época nazarí parte del terreno del yacimiento había sido convertido en tierras agrícolas, como se comprobó en el transcurso de las excavaciones del año 2007. No sólo se desarrolló una actividad agroganadera en la zona, puesto que ha sido posible documentar otras actividades económicas, por ejemplo, se localizó una fragua o herrería del siglo XVII. Por otro lado, no cabe duda de que los restos de los edificios abandonados sufrieron el saqueo para el reaprovechamiento de materiales de construcción, puesto que hasta fechas muy recientes el yacimiento se ha considerado una cantera de piedra ya cortada.

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