Aunque refinado tiene efectos negativos sobre el organismo, según algunos expertos, es más un problema medioambiental que de salud pública

Lo cierto es que la industria alimentaria ha experimentado en las últimas décadas una auténtica revolución, centrada, sobre todo, más allá del abaratamiento de costes, en mejorar la conservación de los alimentos y buscar nuevos sabores y mejores texturas.

Fruto de este afán surgió la hidrogenación, un proceso que modifica los aceites vegetales, convirtiéndolos en grasas sólidas. Fue así como las hidrogenadas o ‘trans’ entraron en nuestra vida diaria.

Cuando se alertó sobre sus efectos nocivos sobre la salud, fueron sustituidas en muchos alimentos por palma. Este aceite, tal y como explica a ELPLURAL.COMJesús Simal-Gándara, Director Científico del Centro de Investigaciones Agro-Ambientales y Alimentarias del Campus Agua (CIA3-acqua) “se obtiene del mesocarpio o pulpa del fruto de la palma Elaeis guineensis Jacq y se caracteriza por tener una relación 1:1 de ácido palmítico y ácido oleico, lo cual le imprime una alta estabilidad a la oxidación y hace que no requiera hidrogenación”.

En crudo, además, puntualiza Simal, sin refinar, “tiene un alto contenido de vitamina A (carotenos) y vitamina E (tocoferoles y tocotrienoles)”. Existen trabajos que prueban los beneficios para la salud del llamado aceite de palma roja, el no procesado.

Ventajas a nivel industrial

Industrialmente el aceite de palma tiene unas “ventajas innegables”, explica este profesor de la Universidad de Vigo. “Su bajo coste lo hace muy atractivo, ya que “se trata de una grasa untuosa, que aporta consistencia, alarga la vida útil del producto y evita su deterioro por enranciamiento”.  De ahí su presencia en alimentos procesados como patatas fritas, cereales, bollería, galletas, precocinados, congelados, margarinas, chocolates, cremas, salsas, pasteles y galletas.

Obesidad y problemas cardiovasculares

Sin embargo, a diferencia de otros aceites vegetales, se trata de una “grasa rica en ácidos grasos saturados, como el ácido palmítico (en un 50%)”, recalca Jesús Simal, que favorecen la “producción endógena de colesterol LDL”, conocido popularmente como ‘colesterol malo’. Esto, en exceso, “se deposita en las paredes de las arterias, facilitando que se puedan producir fallos cardiovasculares”.

Son innumerables las investigaciones que relacionan una dieta rica en grasas saturadas con una larga lista de patologías vinculadas a la obesidad y a problemas coronarios.

Relación con el cáncer

Uno de los mayores problemas del aceite de palma sobre el que se ha llamado la atención es el relativo a su refinamiento. Para “lograr una sustancia semitransparente y amarillenta sin sabor ni olor”, apunta el profesor Simal, “se somete a temperaturas superiores a 200 grados, lo que puede formar contaminantes del grupo de los cloropropanoles, considerados posibles agentes carcinógenos».

La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), detectó que “los niveles más elevados de estos contaminantes se hallaban en los aceites y grasas vegetales refinados a altas temperaturas, especialmente aquellos derivados de palma, por lo que estableció una Ingesta Diaria Tolerable para la suma del 3-Monocloropropano-1,2-diol (3-MCPD) y sus ésteres de 0,8 µg/kg peso corporal/día”.

 Los lactantes y los niños son los más expuestos, de ahí la insistencia en que se limite este tipo de grasas en las leches infantiles y de continuación. Conocido es el enfrentamiento mantenido entre una periodista y Hero Baby por el uso de aceite de palma en sus productos.

Otro estudio del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona indica un efecto potenciador de metástasis asociado al consumo de grasas.

Cuidado con el etiquetado

No siempre es fácil saber qué estamos ingiriendo. El problema se ha llevado al Congreso, donde se ha puesto de manifiesto la necesidad de mejorar el etiquetado de los productos con aceite de palma.

Según recoge un informe de la OCU a día de hoy, aparece identificada como: aceite de palmiste, grasa vegetal (palma), grasa vegetal fraccionada e hidrogenada de palmiste, Sodium Palmitate, estearina de palma (Palm stearin), palmoleina u Oleina de palma (palmolein), manteca de palma o Elaeis guineensis.

Posibles alternativas

“Se está trabajando en la búsqueda de otras alternativas rentables que no afecten a la textura de estos productos”, explica a este medio el profesor Simal. De hecho, “la industria alimentaria está optimizando los procesos de refinación para evitar recurrir a temperaturas tan altas, minimizando así los contaminantes potencialmente cancerígenos, que también se formarían en alimentos muy tostados”.

En cualquier caso, para no abusar del consumo de grasas saturadas, recalca, “podrían utilizarse sustitutos de grasas estables cuando se calientan como poliésteres de azúcares o de alcoholes polihidroxilados”, que no se absorben.

Para este especialista, lo más importante es “seguir las recomendaciones de una alimentación saludable basada en el equilibrio entre alimentos y evitar recurrir en gran medida a productos industriales”.

Graves problemas medioambientales

Más allá de los efectos adversos que para la salud puede tener el aceite de palma, está el grave daño medioambiental generado por la expansión de cultivos intensivos dedicados exclusivamente a este aceite. Según datos de la UNEP (Programa Medioambiental de Naciones Unidas), insiste Simal, está provocando “deforestación de los bosques tropicales, apropiación de tierras autóctonas, abusos de derechos humanos, y daños a las especies locales como tigres, elefantes y orangutanes en los países productores”.

En este ámbito, y no en de la afectación a la salud, es donde hay que incluir la utilización del aceite de palma en cosméticos y biocarburantes. Su utilización en cremas nada tiene que ver con su presencia en los alimentos y, de momento, ningún estudio ha determinado que estas formulaciones sean perjudiciales para la salud.

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