MÚSICA Y CALOR por Juan Alfredo Bellón para EL MIRADOR DE ATARFE.

Si debo decir verdad, viviendo como vivo en Granada desde 1969, y a pesar de la mala memoria metereológica de la que solemos hacer gala los mortales, he de proclamar, con permiso de la autoridad de Donald Trump y, si el tiempo no lo impide (que parece que sí) y de toda su puñetera casta, que no recuerdo un verano aquí más sofocante ni bochornosamente irrespirable como este de 2017 en el que además me he visto sometido a la necesidad previamente gustosa de acudir a varias sesiones del Festival de Música y Danza de Granada y al colofón del espectáculo en el Generalife (¡OH Cuba!) este año dedicado a la relación entre Lorca y los sones de la isla caribeña cuyo calor sonaba a témpano gélido comparado con la oleada estival que venimos sufriendo hogaño a la verita vera de sendos ríos granadinos.

Primero fue Bethoven y la Orquesta Filarmónica de Londres, una noche en que tuvimos que acordarnos de la europeidad radical de la autoría germana y de la interpretación británica, a pesar del brexit y de las opiniones sobrevenidas en cierta parte novedosa de la izquierda española: escuchando a Bethoven nos sentimos plenamente europeos a pesar de la huída precipitada de los británicos y del giro anticanadiense de ciertos españoles noveleros que ahora se reclaman de la nueva izquierda europea.

Siguió la clase magistral de la Filarmónica Londinense profundizando en lo inexcusable de su europeidad y luego asistimos, entre los estertores caloríficos nocturnos del Patio de los Arrayanes a la lección magistral del piano de Javier Periánez, pronunciada desde el podium y atril gemelo de su Huelva natal (orilla de las tres carabelas que dijo Manuel Machado) y el templete bi-reinal que separa el salón del trono nazarí del legendario Patio de la Alberca donde De Bussy, Falla, Albeniz y lo mejor de la música culta y popular española pudo y supo reivindicarse como uno de los focos legítimos de la mejor tradidicíon europea. Y mientras nosotros, friticos de un calor mahometano que nadie recuerda tanto y tan agobiante en anteriores veranos alhambreños.

Y por si fuera poco, el caloret de la información internacional, nacional, regional y local: la tozudez de Trump y su guardia pretoriana Cmbiada y cambiante cada dos portres; la inmovilidad de Maduro y Rajoy, tanto monta uno como otro; la escapada teatral de Blesa (ahora que me entero que era de Linares donde parece que tres bankias son dos pares); la tozudez agropecuaria de los independentistas catalanes en busca de su brexit particular, el intento sempiterno de traer el Ave a Granada a costa del patrimonio ciudadano y universitario, el toma y daca de Villar y los suyos a los otros para perpetuarse en la rapiña (ahora mismo estoy viendo en la tele la retrasmisión del sorteo del calendario de la Liga) haciéndonos recordar que el fútbol y los deportes eran uno de los terrenos privativos y favoritos del franquismo; y por si fuera poco, esa escolanía alemana infantil y juvenil dirigida durante tres décadas por el hermano del Papa Emérito (que ahora parece gemelo de Cañizares) donde se han constatado agresiones y abusos pederastas sin que en la Alemania cristiano-demócrata nadie levantara una sola palabra en defensa de las víctimas ni en denuncia de las agresiones.

Dirán que hay tomate en todas partes pero nadie podrá negar que más en unas que en otras y que eso no legitima el uso indiscriminado del ventilador ni exculpa a nadie de sus pecados. Y que cada palo aguante su vela, cada chorizo su guita y cada pringue sus golpes de calor para llegar a la barbarie yihadista desplegada en Barcelona y otros lugares de Cataluña en la segunda parte de agosto a costa de más de un centenar de víctimas, algunas andaluzas y granadinas, que no teníam más culpa que pasearse por las Ramblas y andar por Ripoll y otras zonas de Cataluña disfrutando de la libertad en un verano tan sofocante en diversas zonas de su país. Y nosotros preparando nuestro curso sobre Agua y Cultura en Lanjarón, un año más y recibiendo los beneficios balnearios en las dimensiones en que los agüistas solemos andar entre las dos placas tectónicas que allí presionan de norte a sur y viceversa y hacen surgir por la loma de la Bordaila los jugos de las piedras milenarias pues no hay tal caldo como el zumo de guijarro y el agua de la fuente de Capuchina en Lanjarón.

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