Bombas de grafito y ciberataques: la nueva guerra para ‘apagar’ por completo un país

Desde la II GM las insfraestructuras energéticas son un objetivo clave en las contiendas. Corea del Sur pretende dejar a oscuras a sus vecinos del Norte en caso de enfrentamiento

 Corea del Sur está pensando en dejar sin luz a su vecino del norte en caso de guerra y va a equiparse con armamento especial para conseguirlo, según anunció Seúl recientemente. La electricidad es un recurso estratégico clave para cualquier país actual y la disrupción de su uso en tiempos de guerra forma parte de la planificación militar de cualquier enemigo. En la Segunda Guerra Mundial se llevaron a cabo bombardeos específicos para intentar deteriorar la red eléctrica alemana, destruyendo desde centrales de distribución a presas hidroeléctricas (la Operación Chastise sobre las represas del Ruhr) o generadores para reducir la capacidad de la industria bélica alemana.

En la Primera Guerra del Golfo en 1991 los EEUU usaron bombas de grafito para desconectar la red eléctrica iraquí, al igual que lo hicieron en Serbia en 1999 como alternativa ‘incruenta’. Las armas que quiere Corea del Sur son de este tipo, pero no son la única manera de provocar el caos en una red de distribución eléctrica: por su parte Corea del Norte podría usar otro tipo de armamento como pulsos EMP o ataques cibernéticos para dejar a oscuras a su vecino o incluso a los mismísimos EEUU. Bienvenidos al oscuro mundo del armamento diseñado para dejar sin luz al enemigo.

Grafito y cortocircuitos

Las bombas de grafito de las que recientemente ha presumido Corea del Sur están basadas en el armamento de este tipo diseñado por los EEUU y pensado para atacar redes eléctricas desconectando la energía, pero sin provocar la destrucción completa del equipo o las infraestructuras. Como tal se diseñaron para ser utilizadas bien en las fases iniciales de un ataque para causar el caos en las defensas enemigas, bien como medida de presión sobre un gobierno o población menos cruenta que un bombardeo convencional.

Vista de una de las bombas de grafito empleadas por EE UU. (Wikimedia)
Vista de una de las bombas de grafito empleadas por EE UU. (Wikimedia)

Las fuerzas armadas estadounidenses usaron este tipo de bombas en la primera misión en Irak en 1991 para degradar las defensas antiaéreas iraquíes durante los ataques iniciales y en la segunda etapa en Serbia en 1999 como medida de presión durante la campaña de bombardeo sobre Kosovo. En el primer caso consiguieron dejar fuera de servicio el 85% de la red eléctrica iraquí; en el segundo desconectaron hasta el 70% de la red serbia.

Este tipo de bombas –de las que la familia estadounidense BLU-114 es un ejemplo- contienen finas fibras de grafito especialmente tratado dentro de un contenedor o cabeza de combate diseñado para dispersarlas en el aire en forma de nube. Lanzadas sobre una estación de distribución eléctrica los filamentos altamente conductores y muy livianos flotan en el aire y entran en contacto con cables y terminales eléctricas expuestas provocando múltiples cortocircuitos que hacen saltar los mecanismos de protección de la central, dejándola fuera de servicio.

Un apagón temporal

Tan finos son estos filamentos que el aspecto es el de una especie de nube densa; el efecto se produce de forma instantánea y las fibras son complicadas de limpiar por completo. Hay vídeos que muestran a ciudadanos serbios manipulando los manojos de filamentos dejados por los primeros ataques de la OTAN en 1999.

A cambio se trata de un tipo de ataque estrictamente temporal: no hay daños permanentes a las estructuras , que una vez limpiadas pueden volver a entrar en servicio: es por esto que a veces se le denomina ‘soft bombs’ y se incluye entre el armamento no letal. El apagón dura apenas lo que los operarios de la central tardan en limpiar y reiniciar, y todo vuelve a la normalidad en pocas horas; menos de 24 en el caso serbio.

La falta de precisión o las condiciones meteorológicas son elementos clave en estos ataque

Además las necesidades de precisión en el ataque son las mismas que en el caso de un ataque ‘cinético’ normal y el mal tiempo (viento, lluvia) puede dificultar el adecuado posado de la nube de fibras sobre las instalaciones inutilizando el bombardeo.

Para colmo las fibras de grafito son inútiles si las instalaciones están adecuadamente aisladas y sólo resultan efectivas sobre centrales eléctricas civiles no preparadas. Por estas razones las fuerzas aéreas de la OTAN en las fases más avanzadas de la Operación Fuerza Aliada acabaron usando bombas convencionales para destruir las centrales eléctricas serbias y asegurarse de que permanecieran destruidas.

Pulsos y chispazos

Otro sistema de armamento diseñado para desencadenar reacciones adversas en una red eléctrica salió a la luz durante la Guerra Fría, cuando una prueba nuclear de gran altitud reveló su existencia. Consiste en un intenso pulso de radiación electromagnética (EMP, ElectroMagnetic Pulse) que se genera por la interacción entre una explosión nuclear y la alta atmósfera y que tiene la particularidad de crear intensos campos electromagnéticos en líneas conductoras y otros elementos eléctricos incluso a grandes distancias de hasta miles de kilómetros. Dependiendo de la intensidad y de la orientación de los conductores eléctricos respecto a la detonación un EMP causa picos de tensión que provocan cortocircuitos y queman aislantes en elementos de una red eléctrica causando su bloqueo y destruyendo físicamente sus componentes.

La bola de fuego de la explosión de 'Star Fish Prime' estirándose a lo largo del campo magnético de la Tierra. (Wikimedia)
La bola de fuego de la explosión de ‘Star Fish Prime’ estirándose a lo largo del campo magnético de la Tierra. (Wikimedia)

El origen del uso del EMP como arma está en la prueba nuclear Starfish Prime de julio de 1962, la detonación de una bomba de hidrógeno de 1,44 megatones en el espacio (a 400 km de altura) en el centro del Pacífico por parte de los EEUU. Esta detonación generó un pulso que inutilizó 300 farolas en Hawái, a casi 1.300 km de distancia, así como daños en la red telefónica de algunas islas. Cuando los científicos hicieron los pertinentes cálculos descubrieron que de haberse producido hacia el norte del territorio continental de los EEUU, una región donde los campos magnéticos terrestres son más intensos, Starfish Prime habría generado picos de tensión entre 5 y 7,5 veces más intensos que los necesarios para causar daños a los componentes electrónicos. En suma: habría destruido buena parte de la red de distribución eléctrica norteamericana.

Tras demostrar la URSS capacidades similares con el Proyecto K se consideró que un ataque masivo contra los EEUU comenzaría con el lanzamiento desde submarinos (para que su tiempo de vuelo fuese más breve) de un reducido número de cabezas nucleares a gran altura; quizá no más de 5 o 6 en el caso de EEUU. Las detonaciones desde numerosos ángulos provocarían pulsos con distintas orientaciones asegurando así la destrucción de los sistemas eléctrico y de comunicaciones, quizá degradando incluso el sistema de mando para ejecutar un contraataque.

Alcance de los diferentes objetivos

En teoría Corea del Norte podría ejecutar un ataque similar sobre EEUU, aunque más limitado debido a la geografía y las limitaciones de sus misiles. Sobre Corea del Sur o Japón tendría el problema de que afectaría a sus propios sistemas y a los de China y Rusia.

Además los militares estadounidenses llevan décadas blindando sus propios sistemas contra los pulsos electromagnéticos, algo que no es complicado aunque sí caro: basta con apantallar los sistemas electrónicos para hacerlos invulnerables. Incluso la electrónica de los aviones de combate EEUU está apantallada, por lo que las fuerzas armadas no se verían muy afectadas, aunque la infraestructura civil podría quedar devastada. Los programas de protección tienen demasiado coste y no han sido extensamente implementados.

Como vector de ataque además tiene todos los inconvenientes de usar un arma nuclear contra una superpotencia y pocas de sus ventajas: el ataque sería obvio y el responsable también exponiéndolo a una inmediata represalia, mientras que los daños militares serían reducidos. Para Corea del Norte no sería la opción mejor de atacar a los EEUU. Por su parte Estados Unidos se cree que dispone de sistemas de armas capaces de causar un EMP sin la detonación de armas nucleares, quizá basados en generadores de microondas de gran potencia, pero aunque empresas armamentísticas afirman disponer de la capacidad ésta no h sido probada en combate y se desconoce su efectividad.

Bytes y electrones

El tercer sistema para apagar las luces de un país enemigo es el más sibilino, por la dificultad e detección y por la casi imposibilidad de demostrar la autoría: se trata del ciberataque. Las redes eléctricas, como otras formas de infraestructura, están en todos los países controladas por sistemas informáticos que son vulnerables a la infiltración y el sabotaje por medio de virus, troyanos y programas de ataque diseñados para actuar específicamente sobre los sistemas de control industrial empleados. Es el escenario del ‘Pearl Harbor digital’ que tanto esgrimen algunos analistas y empresas, sobre todo las dedicadas a la seguridad informática: un posible ataque que provoque un apagón local, regional o total que resulte inesperado e imposibilite la represalia al resultar imposible determinar quién es el responsable.

Ataques como Stuxnet demostraron ya en 2010 que es posible destruir infraestructuras industriales físicas con armas cIbernéticas adecuadamente diseñadas. Pero desde entonces la posibilidad de un ataque a la red de distribución eléctrica ha pasado del reino de la teoría a la demostración práctica; en las navidades de 2015 las luces se apagaron en varias regiones de Ucrania dejando a oscuras a más de 250.000 personas, mientras que en la nochebuena de 2016 una quinta parte de la generación de electricidad en la zona de Kiev quedó fuera de servicio provocando apagones en la capital.

En ambas ocasiones el análisis posterior demostró que los responsables eran programas de ataque específicamente diseñados que habían penetrado las redes de empresas eléctricas ucranianas mediante ataques de ‘spear fishing’: troyanos que se hacen pasar por correos ordinarios abiertos por empleados y no detectados por software antivirus. Ambos ataques fueron vinculados a atacantes relacionados con Rusia, en pleno conflicto con Ucrania por la región del Donbass y Crimea.

El temor a un ‘Pearl Harbor digital’ es recurrente entre los analistas y expertos militares

Y lo que es peor: empresas de seguridad estadounidenses han detectado similares ataques en compañías eléctricas de los EEUU, esta vez con vinculación demostrada con atacantes norcoreanos. Teniendo en cuenta la demostrada capacidad de los hackers de Pyongyang de realizar ataques, y no sólo regionales sino también en los Estados Unidos el hallazgo es preocupante. Los especialistas consideran que los ataques ucranianos eran pruebas para demostrar capacidades y analizar defectos; la presencia de vectores de ataque norcoreanos en eléctricas EEUU debe considerarse como una grave señal de alarma. Porque si no se protegen adecuadamente quizá en una situación de tensión sean las ciudades estadounidenses las que sufran un apagón, y no las norcoreanas.

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