Volver a poner el salero en la mesa puede no ser tan mala idea. Las nuevas investigaciones apuntan que el consumo de sodio no está tan relacionado con la hipertensión y los accidentes cardiovasculares como se creíaSi eres hipertensa y te han dicho que reduzcas la sal al mínimo, igual tienes que replantearte el consejo. Estudios recientes contradicen otros que se tenían por dogma y que relacionaban el consumo de sal con la hipertensión. En contra de lo que se pensaba, esas nuevas investigaciones indican que las personas que toman poco sodio -una cucharadita rasa de sal contiene entre 2,3 g y 2,5 g de ese mineral- tienen mayor riesgo de hipertensión y de accidentes cardiovasculares que las que toman mayores cantidades de sodio.

¿Cuánto sodio hay que tomar entonces? Esa es la pregunta del millón. La respuesta que sugieren las nuevas investigaciones es «más de los 2,3 g que recomiendan las guías dietéticas para personas sanas y, en general, más que los 1,5 g recomendados a los hipertensos«. De hecho, algunos expertos proponen absolver a la sal como culpable de todos los males porque su papel es menos lineal y más complejo de lo que se pensaba.

Uno de los estudios más potentes (de la Universidad de Boston, publicado en abril en Experimental Biology) ha visto que las personas que toman menos de 2,5 g de sodio al día tienen una tensión arterial más alta que las que toman más cantidad. «Nuestro trabajo corrobora datos anteriores y vuelve a indicar que las actuales recomendaciones sobre consumo de sodio están equivocadas», declara su autora principal, la profesora Lynn L. Moore.

Tomar menos de 3g de sodio al día aumenta un 26% el riesgo de sufrir un ictus.

El estudio hiló realmente fino: siguió durante 16 años a más de 2.600 hombres y mujeres de entre 30 y 64 años, todos ellos con una presión arterial normal al comenzar la investigación. Además del sodio, los investigadores de Boston tuvieron en cuenta el género, la edad, el nivel de estudios, la altura, el peso, la actividad física y los consumos diarios de alcohol y tabaco de los participantes. «Pensábamos que el consumo de sodio estaría directamente relacionado con la presión sistólica y diastólica [las cifras alta y baja de la tensión arterial], pero comprobamos lo contrario», declararon al estudiar los resultados. No es la única investigación que cambia el statu quo acerca de la sal y el sodio.

¿Y si tu hipertensión es sensible a la sal?

  • La tercera parte de la población mundial sufre hipertensión, un problema complejo, en el que intervienen factores genéticos y del entorno. Se calcula que alrededor del 30% de los afectados (en especial las personas con enfermedad renal crónica, diabetes o síndrome metabólico) tienen hipertensión sensible a la sal y pueden beneficiarse reduciendo su consumo. El problema es que los tests actuales no son lo suficientemente sensibles. Los especialistas esperan nuevas técnicas que permitan medir los grados de sensibilidad a la sal y así poder determinar qué personas deben reducir su consumo.
  • ¿Cuándo tienes hipertensión? Para saberlo debes conocer tus cifras de presión arterial. Se consideran normales los siguientes valores: «Cuando la presión sistólica (la cifra alta) se encuentra entre 100 y 140 mm de Hg. «Cuando la presión diastólica (la baja) está entre 60 y 90 mm de Hg. Lo ideal es tener una presión sistólica por debajo de 120 mm (un máximo de 130 mm) y una diastólica por debajo de 90 mm de Hg. Por encima de 140 y con una baja de 90 se considera hipertensión. Por debajo de 100 y con una baja de 60 es hipotensión.

Otra revisión de estudios publicada en The Lancet el año pasado, y que incluía a más de 133.000 personas, ya relacionó las dietas bajas en este ingrediente con mayor riesgo cardiovascular. En cambio, no vio relación entre un alto consumo de sal y un mayor riesgo de enfermedad o muerte. De hecho, en 70.000 personas sin hipertensión, consumir hasta 7 g de sodio no aumentaba esos riesgos. En cambio, las que tomaban menos de 3 g de sodio al día tenían un 26% más de riesgo de fallecer, sufrir un ataque cardiaco o un ictus que aquellas que tomaban 4 o 5 g diarios. El límite de sodio quedó establecido en esta investigación en los 7 g al día. A partir de ahí, los riesgos sí aumentaban. La conclusión final es que, de nuevo, el exceso o el defecto resultan perjudiciales para nuestra salud. Incluso con la sal, en el término medio está la virtud.

Potasio, magnesio y calcio: un trío protector

  • Los expertos de la Universidad de Boston (EE.UU.) también han analizado el papel del potasio, el magnesio y el calcio. Vieron que, cuanto mayores eran los niveles de esos minerales (que mantienen el equilibrio de agua en el organismo), más bajas eran las medias de tensión arterial en los sujetos, y viceversa. Podemos conseguirlos a través de estos alimentos:
  • Potasio. La mayoría de los vegetales son ricos en potasio, en especial las ciruelas pasas, los albaricoques, los boniatos, la sandía, las espinacas, las alubias e incluso la salsa de tomate. El yogur y las almejas también contienen potasio. La cantidad recomendada es de 4,7 g al día para menores de 51 años y de 5,1 g al día para mayores.
  • Magnesio. Las verduras de hoja verde, las pipas de girasol, el yogur, el kéfir, las almendras, los anacardos, los higos, los plátanos, los granos enteros, las legumbres, el cacao, los aguacates… son buenas fuentes de este mineral. Se recomienda 420 mg diarios para los hombres y 320 para las mujeres.
  • Calcio. Está en los lácteos (queso, yogur y leche), las sardinas de lata con espina, las verduras de hoja verde y los alimentos enriquecidos (zumos, panes, margarinas o cereales para desayuno). Se recomiendan de 1.000 a 1.200 mg diarios.

*Artículo originalmente publicado en el número 968 de mujerhoy.

http://www.mujerhoy.com/vivir/salud/201710/28/sal-necesaria-20171027094532.html

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