Puigdemont en su realidad paralela

Por mucho que Carles Puigdemont se empeñe solo hay una realidad, la realidad, algo tan tangible como esto. La realidad de este 31 de octubre, en el que no hay república en Catalunya, en el que no hay gobierno de la Generalitat, porque el gobierno central lo ha cesado, en el que el artículo 155 de la Constitución, aprobado por el senado se está aplicando sin estridencias, sin resistencia, sin ruido.

En las consejerías se trabaja, los mossos han vivido el relevo de su jefe sin mayor trauma, la presidenta del Parlament ha acatado la disolución de la cámara ante la convocatoria de elecciones. No hay manifestaciones en las calles y en los edificios oficiales siguen ondeando las mismas banderas que antes. Esta es la realidad, la única, la tangible.

Carles Puigdemont sigue en su mátrix, en su realidad paralela, instalada ahora en Bruselas, dice que en el exilio, que lamentable trivalización de algo tan doloroso como el exilio, porque Puigdemont puede moverse libremente por donde quiera, al menos hasta el jueves por la mañana cuando está citado a declarar en la Audiencia Nacional. Dice que le persiguen por sus ideas, ideas que ha defendido, sin ningún problema en sede parlamentaria, es más, con sus ideas ha llegado a ser president de la Generalitat.

No pide asilo en Bruselas , pero condiciona su regreso a un juicio con garantías, porque en su realidad España no es un Estado de derecho es algo así como una dictadura. La fiscalía se querella contra él por un delito de rebelión entre otros, pero esta no es la última palabra, será un juez el que dictará sentencia y Puigdemont podrá defenderse, como en todos los estados de derecho, con los abogados que necesite.

Y por último si a Puigdemont no le gusta que sea el gobierno de Rajoy quien, en aplicación del 155, haya convocado elecciones. Que recuerde que tuvo en sus manos hacerlo y evitarse, de esta manera, el viaje a Bruselas y el ridículo.