«Valparaíso. El secreto del Sacromonte » por Alberto Granados

En unos imprecisos años sesenta, Andrés y el protagonista (sólo muy avanzada la novela sabremos la identidad de este último), dos estudiantes internos en el Colegio del Sacromonte, comparten amistad y un misterio que intentan desmontar, algo tan peligroso que le va a costar la vida al primero: el contenido de un archivo secreto guardado en la vieja abadía. Cuarenta años después, el narrador volverá a su antiguo internado en circunstancias muy distintas e intentará, desde su privilegiada situación, desentrañar el mismo misterio que le costó la vida a Andrés y que también va a provocar su propia muerte.

En medio de estas  divisiones textuales o  “partes”, primera y séptima, una serie de divisiones de carácter historicista, auténticas catas en la historia real y documentada, explicarán al lector el motivo por el que surge la propia abadía: una aventurada hipótesis que tiene mucho más de novelesco que de historia. Tales catas, que constituyen las divisiones o partes segunda a sexta nos explican hechos históricos tales como la caída del templo de Jerusalén a manos de Tito, el auge del imperio visigodo y su posterior extinción a causa de la invasión musulmana durante la época de romancesco rey don Rodrigo, la aparición de los Libros Plúmbeos sacromontanos, la figura de un extremeño, el cardenal Juan Martínez Silíceo,  que parte de la nada y llega a ser preceptor de Felipe II, el nacimiento de El Escorial y la concreción de un plan para ocultar un misterio diluyéndolo en otro mucho más vasto y ambicioso…

SACROMONTE Abadía 1 Claustro 07

Claustro de la abadía

 

 

Finalmente, tal estructura narrativa se quiebra con la inclusión de las tres últimas partes o divisiones, en que el protagonismo vuelve a cambiar de titular y de registro narrativo para meternos en la caótica realidad moral de nuestros días en que la hipocresía, el negocio sucio y la ambición se imponen a cualquier escrúpulo moral  o intento de mantener la decencia.

El autor distingue perfectamente, incluso en el aspecto tipográfico, los dos primeros puntos de vista y justifica la necesidad de narrar la última parte dejando clara la irrupción de un tercer punto de vista narrativo, que se encargará de aclarar al lector la verdadera dimensión de la trama. Tal vez sea precisamente esa estructura cambiante uno de los mayores aciertos de la novela, pues le impone una encomiable agilidad narrativa y un interés permanente. Si a eso se la añade la amenidad de la prosa villeniana, el resultado es un libro brillante, de lectura apasionada, de esos que enganchan al lector con su  argumento diverso y disperso en el tiempo a lo largo de  dos milenios.

escanear0001

Estos son los mimbres con que Fernando de Villena ha urdido su última novela, Valparaíso. El secreto del Sacromonte (Granada, Editorial Port Royal, 2015), obra que participa de varios géneros y estilos, bien diferentes entre sí en su técnica y sus cánones, pero que Fernando sabe incardinar con su habitual maestría, dejando un conjunto impecable.

En efecto, esta novela tiene bastante de novela juvenil de aventuras (en este sentido, me recuerda las importantísimas obras de la escritora sueca María Gripe). También participa, sin duda,  de las técnicas de la novela histórica granadina (es inútil buscarle una referencia concreta, ya que Granada es en sí misma una pura novela histórica que impregna toda nuestra realidad). Es, así mismo, una de esas novelas que giran en torno a un misterio esotérico vinculado a un edificio venerable (la referencia más inmediata sería, ni más ni menos, El nombre de la rosa, de Umberto Eco). También cuenta con una trama que incluye a un espía del MOSAD (lo que acerca esta novela a autores como Frederick Forsyth).

Fernando de Villena maneja todas estas influencias y las convenciones de estos géneros con mano de auténtico maestro y obtiene así un todo unitario, coherente, magníficamente rematado y en todo momento interesantísimo. La parte historicista nos pone en contacto con elementos tan dispares como la Chronica Cesaraugustana, el Emperador Carlos V y su hijo Felipe II, el humanismo de Arias Montano, don Pedro de Castro (el arzobispo de Granada que supo rentabilizar la aparición de los Libros Plúmbeos), los arquitectos Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, la América colonial… o la falta de escrúpulos y la venalidad, la capacidad acomodaticia de la Iglesia, el desprecio por la verdad y la justicia y esa miseria moral que lo embadurna todo en la actualidad, situaciones que el autor denuncia en la parte final de la novela.

SACROMONTE Abadía 3 Iglesia 09

El retablo: la puerta del misterio

Tal vez para contrarrestar la seriedad de sus denuncias, Villena hace uso de un tierno sentido del humor en su texto. El mundo cinematográfico inventó un derivado de cam (forma corta de la palabra inglesa camera, cámara): cameo. Se trata de la aparición breve  y arbitraria de una persona conocida en una película o video. Los cameos de Alfred Hitchcock en sus propias películas son el paradigma de este fenómeno. Fernando de Villena establece dos divertidos guiños a sus lectores a través de sendos cameos literarios. En el primer capítulo, Andrés y el narrador hablan de libros y el propio autor surge en la conversación:

     -Ahora que lo dices –le respondí con la alegría de poder aportar una cita literaria a la conversación-, yo he leído otro libro donde se cuenta una historia parecida. Se titulaba “Relox de peregrinos” y su autor era un tal Fernando de Villena. (Pág. 36).

Más divertida resulta la segunda aparición: el arzobispo Martínez Silíceo tiene que reprender a un cura por el escándalo que supone la convivencia de este con su barragana. Sin mucho afán le afea su conducta licenciosa y le sugiere que case a la mujer con algún criado que tenga buenas tragaderas y disimule el adulterio. El clérigo le responde:

     -Habla vuesa reverencia –le respondió el arcipreste- con palabras de oro y santidad. Ya he cuidado de eso y pretendo casarla con un pregonero de harto gracejo muy conocido en Toledo que me vocea los vinos, al cual nombran Lázaro de Tormes. (Pág. 166).

Fernando de Villena repite hasta tres veces a lo largo de su novela que el Sacromonte es un lugar de magia y espiritualidad. A mí esa afirmación me ha resultado indiscutible. Se da la circunstancia de que esta obra, de por sí bastante atractiva, me llega sólo unos días después de haber regresado, casi cincuenta años después, al interior de la abadía, en cuyo colegio cursé como alumno interno aquel desaparecido curso de Preuniversitario. Además, eso fue por la misma época en que transcurre parte de la acción de la novela. Recorrer de la mano de los personajes aquellas enormes crujías, el retablo de la iglesia, las “santas cuevas”, el museo, recordar la biblioteca a través de las referencias narrativas… todo eso une la doble vivencia de esta novela: como lector y casi como testigo de aquella realidad ahora convertida en ficción. En efecto, las placetas en que yo jugué, la venta de La Mosca en que me tomé más de una cerveza, las visitas a El Fargue, las vistas al valle y a la ciudad… todo eso tiene una carga emocional extra para un lector sacromontano como yo. No participo de la espiritualidad religiosa que señala Fernando de Villena, pero he vivido al cien por cien la magia de esta deliciosa novela.

Alberto Granados

A %d blogueros les gusta esto: