Los medios y las instituciones nos machacarán hoy con la conmemoración de los cuarenta años de la autonomía andaluza, que en sentido estricto se cumplirán el próximo 28 de febrero.

Hoy volveremos a oír hasta lo cansino los nombres de Blas Infante o Caparrós y recibiremos desde las instituciones verdaderos mantras doctrinarios, llenos de incienso y palabrería. Supongo que habrá discurso presidencial desde Sevilla y en el aire mediático habrá un rancio olor a autocomplacencia, a triunfalismo, a protagonismo histórico.

         Pero todo eso me parece música celestial visto todo el proceso con perspectiva. ¿Cuarenta años de qué exactamente? Cuarenta años es un período suficientemente largo como para modificar profundamente la mentalidad y las estructuras económicas de una geografía. Es exactamente el tiempo que necesitó Franco para convertir a la España republicana en un país fascista que aún perdura. Cuarenta años permiten hablar de régimen, como se hizo con el dictador, con Fidel Castro o con Mao Ze Dong. ¿Qué ha pasado en estos últimos cuarenta años en Andalucía? ¿Qué estigmas se han superado? ¿En qué hemos avanzado, en qué retrocedido y en qué puntos seguimos atascados? Estas preguntas y, sobre todo, sus respuestas veraces deberían constituir la auténtica celebración de este aniversario, mucho más que el discurso oficial, sesgado, triunfalista y presumiblemente falso.

La enrevesada papeleta del referéndum del 28F

      Es innegable que Andalucía ha avanzado significativamente en estas cuatro décadas, pero eso es algo que considero un mínimo exigible, pues de lo contrario la política carecería de sentido. Hemos avanzado en redes hospitalaria y de centros educativos, en infraestructuras tales como la red viaria o la implantación del AVE, en una modesta industrialización que la crisis ha hecho tambalearse… Pero seguimos siendo los últimos en un montón de factores: alfabetización, fracaso escolar, inclusión social, uso de instituciones culturales de calidad (museos, bibliotecas, teatros, y auditorios, etc.), materias en las que el tiempo se ha detenido sobre nuestras cabezas, como ese humo dormido de Gabriel Miró. Y así no se avanza, ni nos convertimos en una tierra de excelencia y poder competitivo.

        Si vuelvo la mirada hacia cuarenta años atrás, observo en qué han quedado tantas ilusiones perdidas por el camino. Aquellos eran tiempos en que el pensamiento socialista lo impregnaba todo (asociaciones de vecinos, de mujeres, de padres y madres de alumnos…), en tanto que actualmente el socialismo está a una distancia enorme del PP y amenazado con el sorpasso, unas veces por Podemos y otras por Ciudadanos. La gente ha perdido el entusiasmo, pese a la implantación socialista en la memoria de los andaluces. Tal vez se deba, por un lado, a la desaparición de la generación de mayores que vivieron la esperanza socialista en los tiempos de la República, esperanza casi inexistente en nuestros jóvenes, que nunca han creído masivamente en el PSOE, y por otro lado, a la visión de que la política se ha convertido en una forma de vivir bien sin pensar demasiado en los problemas reales de la ciudadanía. Alguien que habla de logros y objetivos conseguidos o que usa el eslogan “Andalucía imparable”, cuando la mitad de los andaluces está en el paro pierde toda su credibilidad porque suena a engañifa electoral, a falsos oropeles y a fraude.

        Mientras hubo dinero, la Junta tapó parte del descontento con subvenciones y se olvidó de sus planteamientos ideológicos, con sus políticos ensimismados en su autocomplaciente ombligo. Con la ideología desaparecida en la poltrona, al desaparecer el dinero solo quedó un vacío difícil de llenar. Y entonces llegó un golpe muy bajo: el escándalo de los EREs, del que costará levantarse más de veinte años.

        Durante estos cuarenta años, la Junta ha hecho mucho por Andalucía, pero no me cabe duda de que tendría que haber hecho mucho más. También tengo la certeza de que, si estas cuatro décadas hubiera sido el PP quien gestionara nuestra comunidad, seguiríamos anclados en la etapa del caciquismo, de la limosna y de los jornaleros esperando en la plaza del pueblo a que el señorito y su capataz otorgaran a los parados el beneficio de un jornal.

        Si yo presidiera la Junta de Andalucía, sería muy modesto en los discursos de hoy y del próximo 28 de febrero. Porque queda mucho por hacer, pese a lo que diga Canal Sur.

Alberto Granados

Publicado por Alberto Granados el en Lo que me pasa es que este mundo no lo entiendo

 

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