VACACIONES EN EL AGUApor  Juan Alfredo Bellón para  EL MIRADOR DEATARFE del domingo 14-01-2018

Ahora que se acabaron las Pascuas, como se decía antes, lo expresaré bien claro: felices vacaciones del agua, en todas sus formas, como reza la película de Guillermo del Toro, ganadora de uno de los premios mayores de los Globos de Oro, este año tan femenina y racialmente reivindicativo. Y no solo “on water” en general sino en todas sus formas particulares: sólida, líquida, gaseosa, tibia, caliente y fría.

El agua está en el centro de todos los pensares y sentires, decires y soñares, odiares y quereres de la Humanidad. Su escasez nos atosiga con la sequía y su sobra nos flagela con la inundación y cuando nos pasamos de riego, las plantas se achortalan y se pudren sus raices hasta enfermar sin remisión y al tiempo sirve para limpiar el medio ambiente y el cuerpo humano y para refrigerar el de las bestias; los borrachines la denotan diciendo que prefieren el vino y que su ingestión cría gusarapos en nuestro aparato digestivo. Por fin, es de uso polivalente en nuestro refranero porque algo debe tener cuando la bendicen pero tampoco podemos fiarnos de las aguas bravas ni de las mansas a pesar de las apariencias…

Medicinalmente hay aguas para toda clase de dolencias y establecimientos balneoterápicos donde aplicarlas en beneficio del cuerpo y del espíritu, tanto en contacto e inmersión como en inhalaciones e ingestión, gárgaras y abluciones. Soportan toda clase de transformaciones físicas y químicas y como ocurre con las aguas pesadas, son una de las bases de las fórmulas atómicas. En fin, puede afirmarse que las fiestas del agua son una de las celebraciones más señaladas en nuestra geografía y más recurrentes en diversas civilizaciones incluyendo manifestaciones y demostraciones musicales, coreográficas y culinarias que tienen diversas y variadas implicaciones religiosas y culturales de innegable interés.

Yo mismo me siento desde mis primeros días de vida bajo el patrocinio acuático, desde los años Cuarenta, no solo porque llegué a este mundo como ochomesino tras la irrupción de las aguas maternas, sino porque, en los ocho meses posteriores, fui trasladado por mi familia al Balneario de Lanjarón y puesto allí bajo la advocación de sus aguas salutíferas, lo que me sacó de culero y me despabiló para asirme a la vida como era menester (fotos hay que dan fe, esperanza y caridad de este extremo) y para encarnarme profusamente en las aguas surgentes de Sierra Nevada, lo que luego siguió rigiendo mi existencia y determinó mi vida familiar, profesional y sociocultural hasta las fechas presentes cuando ya puede decirse que me aferro a los posrreros hitos de la vida oficiando y profesando anualmente en el Curso Multidisciplinar del Agua del Balneario de Lanjarón que cumplirá el próximo mes de agosto su undécima oportunidad. Gracias al patrocinio de mi amigo y director del establecimiento, Luis Espínola, y de su esposa subdirectora y coordinadora de los Cursos, Violaine Peyramond y una lista de amigos del agua y de la cultura que encabeza mi colega el poeta Antonio Carvajal y una larga nómina de hidrófilos alpujarreños cuya mención pormenorizada sería pesada e inacabable.

Y así este comienzo de 2018, ya andamos preparando el próximo Curso del Agua para continuar conectando con la juventud estudiosa y trabajadora de la enseñanza y de la cultura que nos permitirá hacer patria y seguir bebiendo y trasmitiendo el sabor de las aguas de Lanjarón a su alumnado y a sus respectivos territorios, teniendo en cuenta las recientes palabras de Rodrigo Rato entre rejas según el cual, también el agua es un negocio y, por tanto, un mercado (especulativo) donde, digo yo, la salud, el bienestar y las vacaciones se compran y se venden, al revés que el cariño verdadero, se negocian y se promocionan estemos o no de vacaciones, aunque el contacto con sus aguas nos permita estar en el Paraiso Alpujareño que es esta cara sur de Sierra Nevada.

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