«Un volcán en erupción» por Iñaki Gabilondo

No van acabar mañana ni los abusos ni el trato desigual ni las agresiones ni los asesinatos, pero en estos últimos 12 meses las mujeres que llevan mucho tiempo luchando sin descanso parecen haber puesto en marcha los motores de una especie de revuelta con aspecto de acelerador histórico

Como un volcán a punto de entrar en erupción, el universo femenino está empezando a decir basta con voz cada vez más alta. Un par de ejemplos llamativos:

En enero del año pasado, un día después de la investidura de Donald Trump, la llamada Marcha de las Mujeres concentró a medio millón de personas en el National Mall de Washington y a muchos miles más en las más de 600 manifestaciones convocadas en todo el mundo. El pensamiento del nuevo presidente era contestado de forma fulminante por las mujeres, y no sólo en defensa de sus derechos sino de todos los colectivos amenazados, refugiados y migrantes.

Un un año después, hace un par de días, la ceremonia de entrega de los Globos de Oro en Los Ángeles se convirtió en un manifiesto en defensa de la dignidad de la mujer. En esta ocasión era un sector social privilegiado, el de las estrellas de cine el que no solo se solidarizaba con los colectivos femeninos más vulnerables sino que aportaba su propio testimonio de historias de relegación y de abusos, entreverado con el racismo que todo lo acompaña y agrava. Se oyeron discursos muy emocionantes y uno de ellos, el de Oprah Winfrey, memorable.

Son solo dos ejemplos de entre los muchos que este año ha mostrado la creciente ira de las mujeres. No van acabar mañana ni los abusos ni el trato desigual ni las agresiones ni los asesinatos, pero en estos últimos 12 meses las mujeres que llevan mucho tiempo luchando sin descanso parecen haber puesto en marcha los motores de una especie de revuelta con aspecto de acelerador histórico, y que los hombres tenemos la obligación de acompañar y hacerla nuestra cómo hicieron los blancos que acompañaron a Rosa Parks cuando en 1955, esa costurera y activista negra, se negó a ceder su asiento en un autobús o en blanco en Alabama, o cómo hicieron los heterosexuales que acompañaron a Pedro Zerolo cuando luchaba por el matrimonio igualitario en España. Porque es de justicia.

Posdata: la nota de las 100 artistas e intelectuales francesas que advirtieron ayer sobre el peligro de una cierta moda hollywoodiense de denunciar como acoso cualquier flirteo está bien para evitar una ola de puritanismo macartista, pero no puede ser utilizada en modo alguno para devaluar la profunda reacción mundial de las mujeres contra los abusos y la violencia machista.

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