La huelga no denuncia sólo una situación laboral sino una desigualdad crónica que se extiende en todos los ámbitos de la vida

El PP se ha despachado a gusto en un argumentario interno en el que no es que se desmarque sino que ataca la huelga de mujeres del próximo 8 de marzo. Dice que es “elitista, insolidaria, frívola e irresponsable”. Y agotados los epítetos, el autor o autora de la cosa resuelve con la tesis fundamental: esta movilización “promueve el enfrentamiento” y pretende “romper nuestro modelo de sociedad occidental”. Desde que los obispos españoles cargasen en 2012 contra la ideología de género por deshumanizar la sociedad, la familia y el matrimonio, no habíamos leído nada tan fuerte.

La buena noticia es que se han dado por aludidos. La mala es que no son capaces de encajar la alusión en su parte alícuota. Porque la movilización no es nacional sino internacional, porque no carga contra un gobierno o un partido concretos sino contra una situación que atraviesa los tiempos sin ser resuelta por nadie, porque no se enfrenta a los hombres sino que pretende sumarlos a una causa en la que no todos ni siempre se sienten concernidos y porque no denuncia sólo una situación laboral sino una desigualdad crónica que se extiende en todos los ámbitos de la vida. Una situación que algunos no saben o quieren ver, como demuestra elocuentemente este argumentario

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