Juan Ferreras nos ofrece un leve retrato en blanco y negro de lo que fuimos: un país del que salían personas migrantes, desde la estación de tren de Granada, buscando un futuro mejor; a lo que somos, un territorio de acogida, que apenas recuerda su pasado. Para hacernos reflexionar.

Hace cuarenta años,  desde la estación del tren de Granada salían ferrocarriles llenos de personas para trabajar en la vendimia francesa. ¿Recuerdas? Como antes, otros y otras, familias enteras, partían a países europeos o de Latinoamérica en busca de un futuro mejor, dada las escasas posibilidades de encontrar trabajo digno en España.
Ahora, cuando no llegan ni parten trenes de Granada, otras personas en precarias condiciones cruzan el Mediterráneo para alcanzar nuestra costas, con el sueño de poder empezar una vida mejor. Motril es un destino de esperanza.
En aquellos años, era unánime el sentir de que emigrar para vivir con la dignidad que no se hallaba en España era la opción más correcta.
Y hoy, casi detestamos, que otras personas, en otras circunstancias, pensando que en hallar la dignidad que en sus países de origen no encuentran, se juegan la vida para venir a una tierra que parece que ofrece prosperidad. No pensamos en la riqueza que nos pueden aportar, como los españoles que emigraron dieron a los países de acogida y al país que los vio nacer.
Empiezan los partidos de la derecha a avivar el miedo por el extranjero. Se escudan en el top manta, la inseguridad, la falta de trabajo para los nacionales. Y osan retratarse sus líderes con inmigrantes, con condescendencia.
Dicen, esos partidos de la derecha, que acogerlos solo provoca el efecto llamada. Y la única llamada que provocan es avivar el fantasma de la ultraderecha.
¿En qué nos hemos convertido?
Por favor, piénsalo, mientras observas estas imágenes.
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