Madre, maestra, escritora y cofundadora junto a Montserrat Parrales del proyecto sobre diabetes “ El día que todo cambió”

En el mes de la diabetes, quiero rendir un homenaje especial a las familias cuidadoras, y en especial, a las “mamá-páncreas” o “mamás insulinas”, que hemos sido, y seguimos siendo, muchas mujeres en el mundo.

Felicidades a las que sucumbieron al llanto y a la desesperación durante el debut de sus criaturas, y a las que mantuvimos el tipo en estado de shock; a las que duermen y se despiertan regularmente para cubrir las noches de controles de glucosa, y a las que no duermen casi nunca y pasan el día como zombies; a las que que no se les olvida nunca nada, y a las que se mortifican como yo en los olvidos; a las que tienen paciencia y a las que se desesperan; a las que son amorosas y las que no lo son porque no tuvieron y no tienen ningún amor con el que alimentarse ellas mismas; a las que están acompañadas y a las que lo viven en soledad; a las que sujetan el glucagón firmemente, y a las que temblamos con el mero hecho de solo mirarlo en el frigorífico.

A las que tienen la casa impecable y a las que la tenemos o la tuvimos llena de lancetas y agujas; a las que se armaron de valor y dejaron a sus criaturas ir a excursiones o al extranjero, pensando en su bien, y a las que nunca tuvimos el valor de hacerlo negándoles esas alas liberadoras, por miedo.

A las que pinchan suavemente la piel de sus bebés y a las que se equivocan y hacen una sangre que les empaña el alma y les multiplica el dolor en su propia carne; a las que lloran por las noches a solas y a las que no son capaces de llorar; a las que son disciplinadas y rectas en su camino y a las que necesitan evadirse de mil formas de su dolor.

A las que se deprimen al ver el rostro dulce de sus hijos e hijas, cuando se torna de un color ceniciento y peligroso en una hipoglucemia. A las que bailan y sonríen cuando consiguen remontarla y multiplican la felicidad de cualquier pequeño acontecimiento con esa alegría. A las que dominan el manejo de la bomba infusora de insulina y toda la tecnología aplicada, y a las que les cuesta la vida entender su manejo, y se frustran ante el arsenal de aparatos y cables. A las que dejan el trabajo forzosamente para cuidar durante años, y las que igualmente, de modo forzoso, se van a trabajar y cuidan atemorizadas desde la distancia. A las que van al colegio a hacer controles, a las que se turnan, a las que no van…

A las que pesan los hidratos para estar seguras, a las que practican el conteo a ojo.

A todas, sea cual sea la solución que habéis tomado u os habéis forzado a tomar: felicidades, porque juntas compartimos el mismo camino espinoso sin sucumbir, y porque con esa comprensión nos respetamos en nuestras diferencias y nos alentamos para seguir adelante.

Ánimo y sonrisas para las madres cuidadoras, porque juntas hacemos más de lo que jamás hubiéramos pensado que éramos capaces de hacer. Porque todas: las más capaces, las más lentas y miedosas, las más admiradas y las más sometidas a juicio; todas las que amamos a nuestros hijos e hijas con diabetes, hemos crecido, también como personas, en este proceso de aprendizaje sin límites. El corazón se nos ha hecho más grande y más potente; la mente más clara y más aguda; el oído más fino a base de estar atentas a cualquier señal; los ojos más capaces de penetrar en el alma infantil ante cualquier mínimo cambio…

Madres dulces, somos expertas en casi todo lo que está relacionado con la infancia. Expertas tituladas en empatía. Lo somos todas nosotras, incluso las que se creen, o nos hemos creído menos capaces. Felicidades, mamás dulces, porque no hay mayor satisfacción que ver superadas día a día las inmensas batallas silenciosas a las que nos enfrentamos en nuestra sencillez maternal.
Mucha fuerza y cariño a todas.

Cuando nuestras criaturas,o  ya jóvenes, salen por la puerta y se lanzan al mundo con la mochila del zumo y el control, ( como mínimo) … llevan también dentro todas nuestras enseñanzas, advertencias, y amorosas palabras resonando dentro. No siempre querrán escucharlas, pero estarán. Siempre están… porque se las pusimos nosotras dentro, en la mochila del alma, con esa tenacidad y perseverancia que solo nosotras conocemos.

En este mes de noviembre, en el que mundialmente se conmemora la visibilidad de la diabetes, y en este año 2018 dedicado a “Diabetes y familia”, yo quiero resaltar, de esta manera, la labor de las madres, las coloquialmente llamadas “diabéticas tipo tres”, esas mujeres guerreras que viven en la sombra. Felicidades, porque nos lo merecemos. Somos la insulina emocional en el corazón de nuestros hijos e hijas. Más y más felicidades, mis queridas y admiradas madres dulces.

AUTORAPilar Alcántara González

PUBLICADO EN TRINUNA FEMINISTA

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