El número de horas extra en España es el más alto desde 2009. La mitad de ellas sin cobrar. Los expertos advierten de la cronificación de la precariedad, un modelo que se abre paso acabando con las relaciones y equilibrios de trabajo que conocíamos hasta ahora.

La historia había acabado. La historia de los conflictos, de las batallas políticas, las diferencias quedaban reducidas a matices porque todo había convergido en la fórmula perfecta. Lo anterior eran ensayos. Daniel consiguió su trabajo en Bankia justo entonces, el año en que Francis Fukuyama publicó el libro que le situó a la cabeza de los asesores de la Casa Blanca: «El fin de la historia», 1.992. Ahora que ya no había muro de Berlín ni Unión Soviétiva ¿quién iba a discutir la superioridad del capitalismo que se imponía como una ley natural? Era la tesis del libro ¿Y qué mejor lugar para trabajar llegados a este punto que un banco? 26 años después el sector financiero es en el que más horas extra sin cobrar acumulan los trabajadores según el informe elaborado por Comisiones Obreras con datos de la Encuesta de Población Activa. El modelo ha cambiado.

Los expertos ponen el acento en el desequilibrio creciente en las relaciones laborales. «Lo que ha pasado desde la reforma laboral de 2012 es que la precariedad se ha adueñado de todas las formas de empleo que eran estándar en el mercado laboral», dice el economista Alberto del Pozo Sen, y eso se traduce en miedo a perder el empleo y, por tanto, en silencio. «La gente no quiere contar lo que pasa porque tiene mucho miedo. Venimos de varios EREs y nadie se atreve a hablar. Se quejan ante nosotros» dice Daniel, que con los años se ha convertido en el responsable de UGT en Bankia.

Al desequilibrarse la balanza la realidad se despega de le teoría económica. En los últimos años «estamos creciendo en productividad mientras los salarios no crecen al ritmo de esa productividad. Eso denota una serie de debilidades del mercado español, porque lo que nos dice la teoría económica es que el crecimiento de los salarios debe ir acompasado con el crecimiento de la productividad» explica la profesora de economía de la Universidad Complutense de Madrid, Mónica Melle.

«A la vez que vemos que las rentas de los trabajadores van disminuyendo en ese proceso de devaluación salarial, se están incrementando los beneficios empresariales. Durante la crisis el porcentaje que han representado los beneficios empresariales respecto del PIB ha ido aumentándose. El de las rentas del trabajo ha disminuido», algo que ha ocurrido también en plena recuperación. El año pasado las rentas empresariales crecieron bastante más que las del trabajo, un 7,1% frente al 3,8%. Las desigualdades se agudizan incluso en tiempo de bonanza.

Récord de horas extra

El informe de Comisiones Obreras arroja el mayor número de horas extra trabajadas desde hace casi 10 años: el equivalente a más de 170.000 empleos. Existe demanda de empleo pero la creación de puestos de trabajo no va al mismo ritmo. Tampoco su calidad. Las necesidades productivas se cubren con la misma plantilla trabajando más horas. Al empresario “le compensa mucho más que crear nuevos puestos de trabajo que exigen pagar salarios, cotizaciones social, etc.”, sostiene el miembro del Centre d´Investigació en Salut Laboral de Universidad Pompeu Fabra, Fernando Rodrigo.

El informe señala además que el 44% de esas horas extra son gratis. Es decir, los trabajadores no las cobran ni tampoco se las compensan con horas de vacaciones. El sector financiero es el más afectado por este tipo de prácticas, extendidas por todo el país pero en las que Madrid ocupa el primer puesto del ranking. La banca y las aseguradoras son las que acumulan más horas extras sin compensación (el 94%), les siguen las actividades inmobiliarias (89%), las profesionales, científicas y técnicas (86%), la educación (80%) y la información y comunicaciones (63%), según el estudio de CCOO con datos de la Encuesta de Población activa.

La falta de control

La normativa pone como límite 80 horas extras al año. A partir de ahí, ningún trabajador debería realizar más, salvo en los casos específicos en que se acuerda otro reparto. Además los representantes sindicales deben estar informados del número de horas extraordinarias trabajadas, lo que no siempre ocurre.

Estas cosas “son posibles por el escaso control. En España tenemos un inspector de trabajo por cada 15.000 asalariados. En la Unión Europea hay uno por cada 7.300”, casi la mitad, señala Mónica Melle. Según los datos oficiales, en nuestro país hay menos de 1.000 inspectores en la plantilla del Ministerios. En Madrid, la comunidad más afectada por las horas extra no pagadas, hay 96 inspectores. Es decir, en nuestro país cada uno de estos profesionales tiene que vigilar 1.600 empresas.

Flexibilidad, rigidez, alternativas y equilibrios

La rigidez del mercado laboral español es un mantra completamente falso. La prueba está en todo el empleo que se destruye cuando llega una crisis y el que se crea cuando se sale de ella”, afirma Fernando Rodrigo. El mercado laboral español se comporta de “forma histérica, muy volátil. Crea mucho empleo de mala calidad en épocas de bonanza y destruye todo ese empleo cuando llega la crisis”, explica Del Pozo.

Eso en los países desarrollados no ocurre. Crean menos empleo en los tiempos buenos pero de mayor calidad y en las etapas de crisis se destruye menos empleo porque las empresas son capaces de adoptar medidas de flexibilidad interna y no recurrir de manera inmediata a los despidos”, dice Del Pozo. Entre esas medidas estaría, por ejemplo, adaptar las condiciones laborales para no destruir empleo y recuperar las reducciones de jornada o salario en las etapas siguientes, ya superada la etapa de crisis.

“Si eso ahora no sucede es porque se ha roto el equilibrio en la negociación colectiva. A las empresas les resulta demasiado fácil destruir empleo y generar empleo de baja calidad. No tienen incentivos para negociar medidas de flexibilidad interna”, subraya.

A juicio de estos expertos, lo que ha ocurrido es una especie de ruptura del pacto entre sectores sociales. El diálogo entre las partes ya no existe porque uno de los actores ha perdido su capacidad de influir en él y poner sobre la mesa sus intereses.

De ahí que según Rodrigo haya que recuperar el poder perdido por la negociación colectiva en las últimas reformas laborales. Hay que retroceder en los aspectos que instauraron la precarización como modelo “porque hay que recuperar cierto equilibrio”. Y después reformar, porque el anterior modelo tampoco era bueno. Tenía unas tasas de temporalidad que no son sostenibles en una país avanzado”, puntualiza Del Pozo.

Hoy los contratos temporales rondan en España el 25%, lo que coloca a nuestro país siempre entre los primeros puestos de temporalidad si lo comparamos con los 15 países miembro más antiguos de la Unión Europea, aquellos con que, como España, hace años que comenzaron a adaptarse a los estándares europeos. Alrededor del 14% de los españoles tienen un contrato a tiempo parcial. La precariedad, advierten, se cronifica. Antes era la respuesta a las crisis, ahora la constante. La cuestión está en cuánto hay de reversible en la era de la “economía colaborativa” y cómo encajarla en la construcción de un proyecto de vida.

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FOTO: El fin del trabajo / Getty Images

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