LA MARIMORENA por Juan Alfredo Bellón para EL MIRADOR DE ATARFE del domingo 23-12-2016

A pesar de las grandes transformaciones que se vienen sufriendo en estos tiempos nuestros, hay ciertas costumbres y ritos (como los navideños) que no cambian y permanecen anclados en la rutina de la tradición. Así la Marimorena, joven y lozana muchacha a la que encomendamos la llegada cíclica de las fiestas navideñas y las celebraciones a ellas coaligadas. Y lo dicho, la tal Marimorena debe cantar y bailar y tocar el almirez y otros recursos de percusión de los villancicos, retablos musicales populares de la Navidad de carácter intimista que acaban por incorporarse a un corpus general que todos almacenamos en nuestra memoria y asociamos automáticamente con el frío y las celebraciones religiosas. Y si, además de entender la Marimorena como un batiburillo de sensaciones íntimas y hogareñas que se despliegan por Navidad, cumplimos con el mandato de asociarla con el folk-lore invernal centro europeo y de incluirla en nuestra mas atávica tradición.

En estos términos antropológicos, la Marimorena es un archisocioma de límites bien claros que nunca podremos definir de modo autónomo sin asociarlo con unas concreciones étnicas que lo enclaven en sus circunstancias concretas generales y particulares a la vez. Tal es el hecho donde se inserta el socioma racial de origen indú para explicar la información nómada y la enunciación fiestas invernales a la que se han adherido otro muchos elementos informativos que completan la información socio-semántica Marimorena = gitana joven miembro de una tribu nómada y andariega que con poco son baila al ritmo del compás y que además viaja a caballo o camello a quien dice arre, arre, arre, secuencia estimulante de la marcha, similar a ¡vamos!, ¡ande, ande, ande!, que son todo lo contrario a ¡soo! o de ¡alto!

Ni que decir tiene que nuestra Andalucía podría ser la Mari Morena, la que bailaba a nuestro son y al suyo; al que le tocábamos y ella se dejaba tocar cuando valía aquello de que En mi casa mando yo; cuando quiero, digo ¡arre! y cuando quiero, digo ¡soo! Y eso ya no va a ser posible por un tiempo largo y prolongado y nos vamos a tener que jeringar. Quién podrá adivinarlo, si alguna vez cambiará la historia y volveremos a ser lo que fuimos, como dice nuestro himno. Y como sigue diciendo: Andaluces, levantaos, pedid tierra y libertad; sean por Andalucía libres, España y la Humanidad.

No es fácil conseguir enderezar la Historia una vez que se torció; no es fácil reconquistar lo que se perdió en mala lid y no se podrá recomponer lo que en mala lid se descompuso por la incuria y desidia de malos dirigentes y peores irresponsables. Tampoco es fácil conseguir dar con la tecla de las equivocaciones de por qué polvos se pudo llegar a estos lodos porque el examen auto-crítico es lo más difícil de hacer bien. Ojalá pronto seamos capaces de rectificar y remontemos la nueva posición de nuestra lucha, con los nuevos elementos de auto crítica y de rectificación. Ojalá , ojalá, ojalá.

La humildad es la mejor madre de la victoria y el auto-análisis el mayor padre de la rectificación, si se saben aplicar a tiempo y se sienten con la sinceridad de arreglar los entuertos: no haber sabido equilibrar suficientemente Andalucía, ni desarrollar equilibrada mente su periferia, ni controlar inteligentemente la planificación de sus reequilibrios, ni rectificar adecuadamente la de sus relativas descompensaciones y saber cuándo y cómo se rectifican unas y otros.

Faltó pragmatismo y sobró altanería ¿hay mayor ensoberbecimiento? Pues eso. Y nunca podré olvidar los desfiles de la Victoria descendiendo pausada y rítmicamente con el contoneo de los de Armani o Versace, por las escaleras monumentales, como si nunca terminaran de aplastar a sus enemigos, como si fueran los enemigos de Roma, ¡Oh Sevilla de nuestros pecados!

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