Acostumbrados como estamos a que los grandes inventos en tecnología nos lleguen desde el otro lado del Atlántico, en demasiadas ocasiones prestamos más atención a la última idea (por peregrina que sea) lanzada por un gurú de Silicon Valley que a las investigaciones de los científicos que tenemos cerca.

Precisamente el material que da nombre al famoso valle californiano y que se ha convertido en referencia para entender los grandes avances de este siglo, es el que la portuguesa Elvira Fortunato ha desechado para su gran invento: el chip de papel. Aunque la idea no es nueva -sus transistores nacieron hace una década- fue en 2016 cuando Fortunato, actualmente vicerrectora de la Universidad Nova de Lisboa, quedó finalista del Premio Inventor Europeo.

En este papel electrónico (o e-paper) están puestas muchas expectativas, puesto que en el esperado y deseado desarrollo del Internet de las cosas uno de los grandes retos que hay que solventar es el precio de los chips. Y la respuesta puede estar en papel, muchísimo más barato que otros materiales.

El secreto de su invento, explica Fortunato, no está en el papel en sí, sino en la tinta: “utilizamos tecnologías convencionales de impresión para nuestros dispositivos, porque la diferencia está en las tintas. En lugar de usar una tinta que aporte únicamente color, usamos tintas con otras funcionalidades como conductividad o propiedades semicondutoras”.

Obviamente, frente al famoso silicio -y otros materiales que se están probando- el papel cuenta con algunas desventajas, esencialmente la velocidad de transmisión de datos y la potencia de cálculo. Pero, como aclaran desde el laboratorio de la investigadora portuguesa, no se trata de competir en ese terreno con los chips que montan, por ejemplo, los ordenadores. Su gran baza en cambio está en el precio, porque no es necesario utilizar un chip capaz de desarrollar millones de cálculos en nanosegundos para saber si un yogur de nuestra nevera está caducado o si nos hemos tomado una pastilla del frasco de medicamentos que nos han recetado.

El objetivo del laboratorio de Fortunato es continuar investigando con materiales que sean económicos, abundantes y poco contaminantes para el planeta, porque -esa es otra de sus obsesiones- el futuro será sostenible o no será. Y en este sentido también el papel, la celulosa en realidad, gana por goleada al silicio, una industria que es, además de cara, pesada y contaminante. “Necesitamos desarrollar electrónica low cost” dice Fortunato, quien está convencida de que sus aportaciones tendrán un hueco en un futuro no muy lejano.

Edición: Maruxa Ruiz del Árbol | Cristina del Moral
Texto: José L. Álvarez Cedena

Por Maruxa Ruiz del Árbol

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