MÁS FÚTBOL por JUAN ALFREDO BELLÓN para EL MIRADOR DE ATARFE del domingo 19-03-2019

Desde luego, digan lo que digan los críticos, los especialistas y los enterados de las más diversas índoles, el fútbol es un estado de ánimo. Y si no, díganme ustedes lo que ocurrió el martes pasado en el Estadio Comunale de Turín al enfrentarse a vida o muerte en los octavos de final de la Champion Ligue la Juventus, como equipo local, que ya había perdido previamente en Madrid por dos a cero, y el Atlético de Madrid, que dilapidó su ventaja de la ida y acabó eliminado contra todo pronóstico, con tres goles del depredador de Cristiano Ronaldo, cuando lo tenía casi todo a favor con la renta obtenida en el Wanda Metropolitano.

Y digo contra pronóstico porque el equipo español jugó tan bien en su turno madrileño, que pocos concedían a la Juventus la capacidad de remontar el resultado de la ida, no solo por el resultado en sí, que eran dos goles, sino sobre todo por la actitud que demostró el equipo y que llevó absurdamente a Simeone, entrenador de los colchoneros, a celebrar el segundo y último gol de su equipo mirando desafiante a la grada mientras se agarraba los genitales subiendo y bajando la mano con que los ostentaba y sin tener la precaución de recordar lo llena que está la sala de trofeos de la vecchia signora, como llaman en Italia a la Juventus de Turín que, además, en estos momentos ostenta el liderato italiano con 18 puntos de ventaja sobre el segundo clasificado.

Allegri, el entrenador juventino, había preparado concienzudamente a la squadra bianchinera y especialmente a Cristiano Ronaldo, prófugo del Real Madrid y de los mejores clubes de media Europa, para superar la aparentemente suficiente ventaja atlética y así fue cómo el mercenario jugador portugués marcó sus tres goles que fueron suficientes para el paso de la Juventus a las semifinales de la Champion y la subsiguiente eliminación del equipo español cuyos seguidores han quedado casi tan decepcionados como los del Real Madrid, de quienes ya escribí la semana pasada en estas mismas páginas en “Por el imperio hacia Dios” haciéndome eco del sonado fracaso del presidente Pérez (don Florentino) con la inestimable ayuda de don José María Aznar.

Y henos aquí con la exclusiva ayuda del F.C. Barcelona en la vanguardia de las competiciones futbolísticas europeas para defender la honra balompédica española y una poca de la otra, según suele ocurrir con los estándares valorativos al uso en la Europa actual. El Barça, cuya parroquia tiene en entredicho su españolidad manifiesta por su cualidad de ser para los catalanes mucho más que un club y uno de los símbolos más prístinos de la catalanidad anticastellana. Cosas veremos y veredes mientras los charnegos más notorios utilizan su adhesión pública manifiesta al club blaugrana para lavar su pecado original de ser castellanos centralistas de la parte más tétrica del Estado Español, solo que intentan contrarrestar este pecado original con su ahesión culé para que el gran jugador que es y será el barcerlonista Piqué termine absolviéndolos y encomendándoles la penitencia y oficiando en el Camp Nou la ceremonia de la catalanidad.

Bien es verdad que, como tengo dicho muy a menudo, el fútbol (y los otros deportes espectáculo y los toros, etc.) son metáforas de la vida y viceversa, y no hay como ejercitarlos en su condición de manifestaciones populares de masas, para ejercer nuestro derecho de participar en el pan y circo de los romanos o en la comunión de aparatos ideológicos de nuestro estado (AIE) incluyendo el ámbito europeo, que es el internacional y resulta un paso adelante en los procesos de mundialización que nos transitan y nos abarcan por todas partes menos por una… que nos une al continente.

Y por aquí abajo decimos: ¡Viva mi/nuestro Betis güeno manque pierda! ¡Viva España y Jerez y parte del extranjero que es Cuenca! y ¡Vamos mi Graná, otra vez a Primera, por los pelos! Y así todos nos quedamos tan contentos. No somos nadie.

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