YA ESTÁN AQUÍ LAS LAS PROCESIONES por JUAN ALFREDO BELLÓNpara EL MIRADOR DE ATARFE del domingo 31 de marzo de 2019

Ya están aquí, / llegaron ya / a la llamada del amor: / se está muriendo / la mamá… (con permiso de Charles Aznavour que está en los cielos). Y el caso es que la noticia, referida a los desfiles procesionales de la Semana Santa, no resulta del todo falsa aunque tampoco coincide con la realidad al pie de la letra, porque la Semana Santa, celebrada con el boato popular, y a la española, más o menos merdionalizada, se va diluyendo tal un azucarillo en la globalización estandarizante de la vida moderna y, aunque eso sea y parezca verdad, también lo es que, en la modernidad, siempre queda un resquicio para la ruralidad de la España despoblada, que ahora está tan de moda, sea por lo alternativo de su propuesta, a lo dernier crie, ya por lo elaborado de su modernidad vegana y ecológica frente lo tradicional arcaizante y de cagarruta, ya por lo simplemente naïf, por poco elaborado pero exótico, por la simplicidad de lo contradictorio tradicionalista y de las JONS..

Total que la primavera y el alborozo de los capillitas han venido parejos y yo no sé cómo ha sido, pero mi barrio albaycinero está lleno de horteras de toda condición, vestidos con su despampanante hábito de capillita emérito de pre-semanasantear (pantalón oscuro chiripitifláutico, camisa blanqimpoluta, chaqueta y corbata a juego, ceñidísimas y aderezos de compaña, incluidos unos zapatos puntifínos de los que hacen los pies polvo de tanto apretar). Van por la cuesta del Chapiz, como los pavos, arrastrando el moco y tirando de la parienta, que oficia de diaconesa secundaria a su vera, con las costuras de las medias más torcidas que la carretera de la Sierra y los tacones forzados como un sacacorchos de las Bodegas Castañeda; la mantilla arrastrando, encasquetada en la peina de nácar fino filipino y el traje, rapicorto y ajustado, de terciopelo negro brillante y refulgiendo más que el sol: al pasar rayo por el cristal, sin romperlo ni mancharlo.

Tengo yo un muy amigo albizinero cuyo abuelo, artesano y romanero de profesión, abofeteó sonoramente a su abuela, que pasaba por bordar las saetas, porque se resistió a cantar una (aunque acabó cantándola entrehipidos) en la catedral, dedicada a un paso del barrio. Pero, para señoritos abulenses catetos, aunque duques de Suárez-Illana, el primer vástago del añorado presidente del Gobierno en la Transición, ahora vice-primer candidato del PP por Madrid tras Casado, que ha comparado a las abortistas con los neardentales asesinos de sus hijos no deseados, degollándolos sin piedad y Vargas Llosa le ha exigido explicaciones.

Y luego va la polémica entre Aznar y Abascal sobre la verdadera derecha y los señoritos cobardicas que la han liderado. Ojú, cómo está el patio con estos comicios semanasanteros: al final, cada uno acabará diciendo lo que de verdad piensa y será una ceremonia de la confusión a través de la verdad, pese a quien pese, escribiendo todos derecho con renglones torcidos y así salidremos ganando y hasta gratis, como los hijos de Zebedeo en las Bodas de Canaán, incluyendo a Judas y a los Cuarenta Ladrones, tal y como aparecen en el Cenacolo Vinciano y el Cristo que los fundó.

Apañados vamos en la Cuaresma haciendo rogativas ardientes para que diluvie un año más y se nos alegren las pajarillas con el contra-cambio climático y tengan los santos ysus pasos que salir como en el descenso del Sella: pero no en piragua sino bajo palio y sobre catamarán. Y cuando lleguen de verdad las procesiones, me consolaré comiéndome

un hornazo mojado en chocolate de mi amigo Miguel, el panadero de Alfacar, como frugal colación con la que celebrar la crucifixión del Cristo visitando al Señor de las Lentillas, que luce postrado a cuatro patas, buscándolas, sobre una mesa rústica y bajo un fanal, en el Carmen de los Mártires, lugar carmelitano donde los haya y por eso tan digno de respeto.

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