Granada tiene una orquesta sinfónica, nuestra OCG (Orquesta Ciudad de Granada), creada en 1990 durante el período en que Antonio Jara era el alcalde socialista de la ciudad. Fue uno más de los aciertos de este alcalde, que introdujo a esta provinciana ciudad en la modernidad, de forma indiscutible.

En aquellos momentos fundacionales, la orquesta se fue colando en el ánimo estético de Granada y subir un viernes por la tarde al Auditorio Manuel de Falla, su sede, se convirtió en uno de esos placeres que esta ciudad, contradictoria como pocas, ofrece a sus habitantes. Subir la Cuesta Gomérez, adentrarse lentamente, resollando, en los bosques de la Alhambra y recuperarse en el espectacular mirador que sirve de entrada, viendo crepúsculos gloriosos pasó a ser una beatífica experiencia, una golosina previa a la liturgia del concierto. El regreso por la Alhambra añadía a la magia de la música recién paladeada, ese ambiente onírico del los sonidos del agua de las acequias y del viento en las arboledas junto al conjunto palatino nazarí. Tardes y noches que reconciliaban con el mundo al más insensible.

16 10 2015 Dudamel dirige a la OCG y a los chicos de Joven Orquesta Sinfónica en un ensayo, con Mahler de fondo.

        Y la orquesta fue asentándose en la ciudad, creciendo, ganando prestigio, actuando junto a solistas de primera fila, acompañando a coros de categoría internacional, participando en grabaciones notables, creando el Coro homónimo y generando unas expectativas pocas veces tan entusiastas en Granada, difundiendo la música sinfónica en los llamados conciertos didácticos o en los ensayos, a los que asistimos los viernes por la mañana tanto grupos de escolares como jubilados. Una prueba del entusiasmo local es que cuando se abre el plazo para los abonos de temporada, la gente madruga lo indecible para no perder su oportunidad y asistir al programa de los conciertos de abono.

        Pero las instituciones culturales, en este modelo de economía ultraliberal, parecen llevar en su interior el germen de la muerte por éxito, o tal vez de la extinción de lo superfluo, y la orquesta ha pasado varios períodos de carencias injustificables, como si fuera un adorno extravagante y prescindible para la ciudad. Yo he llegado a oír que la orquesta era “cosa de los rojos, que son muy listos ellos” y alguna lindeza más. Alguien me ha contado que a veces los músicos no pueden cobrar su mensualidad, o que no hay dinero para reponer instrumentos que se han estropeado, o para renovar los vestuarios.

        Ya en los 90, Antonio Muñoz Molina le dedicó a las desafortunadas circunstancias de la orquesta dos artículos valientes y reivindicativos, que reproduzco a continuación (con la autorización expresa del autor).

La música a otra parte, El País Andalucía 20/04/1996

La orquesta imposible El País Andalucía 26/11/1997

        Tras breves períodos de quietud, la amenaza se vuelve a sentir, hasta tal punto que el pasado viernes, pese a la lluvia, nos concentramos a las puertas del Ayuntamiento una pequeña multitud para apoyar a esa orquesta que sentimos como nuestra y que merece otro trato. Un grupo de escolares, con sus pancartas de papel que rápidamente destrozó la lluvia, gritaban eslóganes tales como “Si la Junta no paga / la orquesta no suena” y similares. Las pancartas deshechas parecían simbolizar malos presagios. Había varios concejales de la oposición, no sabría decir si apoyando o dejándose ver. Nadie del equipo de gobierno local.

Manifestación de apoyo a la OCG 05/04/2019

        Sé que la situación económica es la propia de un país escaso o justo de recursos. También sé la inmensa deuda que dejó el equipo municipal de Torres Hurtado cuando éste tuvo que salir del Ayuntamiento al verse imputado en la llamada operación Nazarí, pero que se deje morir a la orquesta en tanto que nadie reclama el dinero desembolsado para rescatar a la banca me parece un sarcasmo. Por no hablar del dinero que se da a la Iglesia, a asociaciones abiertamente fascistas y a otras de escasa representatividad social (me viene a la memoria una asociación cultural que se llevaba su buen pellizco de las administraciones para investigar la cocina andaluza, es decir: dinero para cuchipandas de los asociados). Viva Jauja.

        La situación no es nueva. A lo largo de su historia, la orquesta ha sufrido cornadas presupuestarias, los patrocinadores han empezado a reducir sus aportaciones y la crisis económica ha fulminado sus planes de expansión al tiempo que la plantilla se ha ido reduciendo a lo imprescindible. Y se está llegando a una situación insostenible. Pero ahí sigue, como sigue su público, como sigue esa Asociación de Amigos de la Orquesta Ciudad de Granada, esperando algo que no tiene nada de milagro, sino de realismo necesario, de necesidad insoslayable: Granada considera imprescindible a su Orquesta.

        Si España, Andalucía y el Ayuntamiento son, respectivamente, un país, una comunidad autónoma y una entidad en los que quede algo de seriedad y decencia, tendrían que salvar a nuestra Orquesta, pero de forma decidida, sin fisuras ni titubeos. Ni los músicos ni los granadinos nos merecemos la eterna incertidumbre que siempre ha rodeado a esta formación. Aspirar a la capitalidad de la cultura en 2031 al tiempo que se juega el futuro de nuestros músicos es un inaceptable contrasentido.

Alberto Granados


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