Ni fichar con la huella digital, ni sistemas de reconocimiento facial: para frenar los abusos empresariales (en horarios y otros) la mejor herramienta no la tienen ni el gobierno ni las empresas, sino los trabajadores

¿Cuál es el mejor sistema para controlar las horas extra? ¿Torno de entrada, máquina de fichar, reloj en la puerta, huella digital? Acompáñenme, vamos a dar un paseo por unas cuantas empresas para ver si cumplen la nueva obligación de registrar las horas trabajadas.

Empezamos por un comercio donde están usando una simple hoja de papel, una plantilla horaria para apuntar la hora de entrada y salida, y firmar. Los empleados no están muy contentos con el sistema: el jefe les ha dicho que si echan horas de más las apunten como «voluntarias». Y son lentejas.

Seguimos nuestro paseo y en una oficina encontramos un reloj para fichar. Y no parece nuevo. «Nos lo instalaron hace años, pero solo cuenta el tiempo en la oficina, no todas las horas que echamos en reuniones, viajes o trabajando desde casa».

Miren, precisamente por ahí viene un comercial de un fabricante de sistemas de registro horario que espera hacer su agosto con la nueva legislación: «Tenemos la última tecnología, apps, reconocimiento facial, seguimiento GPS». Pero cuando le preguntamos si sirven para controlar el tiempo incontrolable, la dedicación absoluta, las horas que nadie llamaría «extraordinarias» porque son ya todas las horas del día, el tiempo de vida totalmente invadido por lo laboral… ¿Dónde se ha metido?

Por fin encontramos una empresa donde el tema horario parece más razonable: jornada continua, compensación de horas extra, medidas de flexibilidad y conciliación, bolsas de horas que gestionan los trabajadores… Y por lo visto lo llevan haciendo años. Recorremos las instalaciones ansiosos por averiguar cuál es la app, el reloj digital, el lector de huella que lo hace posible. Y por fin lo encontramos: un pedazo de cartón. Un pequeño calendario de cartón, de esos que se doblan para que se sujeten de pie. Están por todas partes: encima de los ordenadores, en los mostradores de atención al público, en el comedor, junto a la máquina del café, en los vestuarios, en el tablón. Pero cuando los miramos de cerca, comprobamos que en ellos solo están anotados cumpleaños, citas médicas, próximas vacaciones, recordatorios personales. ¿Entonces?

Fijaos bien: son calendarios con el logo de alguno de los sindicatos con representación en la empresa. Los delegados los reparten cada año. Calendarios, bolígrafos, llaveros, todos con el logo sindical. Visibles por todas partes, son una señal de que en esta empresa hay sindicatos, y que tienen fuerza para negociar mejores condiciones de trabajo.

Ahí lo tienen, misterio resuelto. El decreto del gobierno es un paso importante, vale. También las sentencias judiciales, como la última europea (impulsada por un sindicato, CCOO). Los sistemas tecnológicos ayudan, claro. Pero la mejor herramienta contra los abusos empresariales (los horarios y todos los demás) es la acción colectiva de los trabajadores para defender y ganar derechos. En aquellos sectores y empresas con más fuerza sindical, las condiciones son mejores. También en el control de horas trabajadas.

Además, la nueva legislación deja buena parte del asunto a la negociación colectiva. Y la primera reacción de algunas empresas ha sido llamar a los representantes de los trabajadores para negociar su aplicación. Muchas la incumplirán, y habrá que reclamar judicialmente. ¿Quién hará esas reclamaciones? En efecto, los sindicatos.

La nueva legislación no es ninguna panacea, su aplicación será conflictiva, seguirá habiendo muchas horas sin cobrar. Pero hay algo seguro: allí donde los trabajadores podamos exigirlo de manera colectiva, y no uno a uno a solas frente a la empresa, nos irá mucho mejor

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