Dolor de huesos y depresión: estas son las enfermedades más comunes de los trabajadores que emigran

Un estudio analiza las dolencias de 7.260 personas que trabajan fuera de sus países y concluye que muchos realizan las tareas más peligrosas o en peores condiciones

Sissoko, maliense de 47 años, trabajó durante dos meses en 2015 en una obra como pintor. Un día comenzó a encontrarse mal y su responsable le dijo que se fuera a casa y volviera cuando mejorase. Pero lejos de eso, su estado empeoró así que al día siguiente se vio en urgencias del hospital 12 de Octubre, de Madrid. Diagnóstico: “El paciente sufre un saturnismo (intoxicación por plomo) grave”. Permaneció casi un mes ingresado.

En las decenas de documentos médicos y laborales que Sissoko muestra para acreditar su historia se encuentra una carta de uno de los facultativos. “Es altamente probable que la naturaleza de la intoxicación sea laboral habiendo sido comprobadas mediante inspección las condiciones de trabajo del paciente y habida cuenta de que otros compañeros también presentan niveles elevados de plomo en sangre”. Los inspectores incluso acudieron a su casa para cerciorarse de que la intoxicación no podía provenir de la cazoleta que usa para cocinar. Tres años después Sissoko, que había trabajado la mayor parte de su vida en la agricultura, tuvo que ser intervenido de la espalda. Se mueve con dificultad y ya no puede trabajar. Desde entonces lucha por una indemnización porque asegura que en la obra no se cumplían las condiciones de seguridad. “He cotizado y ahora estoy jodido”, resume.

Un estudio recientemente publicado en The Lancet muestra que el 47% de los trabajadores inmigrantes sufren algún problema de salud relacionados con el empleo y el 22% un accidente laboral, porque normalmente realizan tareas peligrosas o en condiciones precarias. ¿Tienen más dolencias que los locales? “Es difícil de decir. Creo que hay suficiente evidencia para mostrar que los migrantes tienen peores resultados de salud, pero todavía hay muy pocos datos comparativos con respecto a los locales”, señala Sally Hargreaves, la investigadora del Imperial College de Londres y quien lidera este estudio.

Los investigadores bucearon entre 18 estudios para recabar datos relativos a 7.260 inmigrantes en 13 países, entre ellos España. Los otros son algunos de los principales importadores de mano de obra como Singapur, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos, Italia, Líbano, Taiwan, Tailandia, Corea del Sur, Arabia Saudí y Hong Kong. Los países de origen se dividían entre 25 nacionalidades, entre las que se encuentran Marruecos, Ecuador, Rumanía, Colombia, Filipinas, Etiopía o China. Los investigadores advierten de que su análisis se ha centrado en los migrantes que viajan de países en desarrollo a otros ricos, pero deja fuera de este estudio a aquellos que viajan entre países con los mismos ingresos por lo alto y por lo bajo, y aquellos que se desplazan entre regiones de un mismo país. Los flujos más habituales son entre naciones pobres.

A pesar de que no es el objeto principal de este análisis, los investigadores sí notan diferencias obvias en la atención sanitaria dependiendo de modelo económico. “Una cosa que estamos viendo en Europa, en países con sistemas de salud financiados con impuestos es que se están volviendo cada vez más restrictivos y buscan disuadir a los migrantes de acceder al sistema nacional de salud especialmente a aquellos en situación irregular”, explica la investigadora principal. Sissoko regularizó su situación en España en 2006, cuatro años después de llegar, y asegura que nunca ha tenido problemas con sus doctores, pero sí para que le reconozcan su baja. «Tuve mucha suerte con Íñigo, se portó muy bien. El apellido no lo recuerdo que es muy raro», bromea.

La investigación apunta que la mayoría de inmigrantes provenientes de países de ingresos medios y bajos realizan sobre todo tareas manuales, con bajos salarios y dedica muchas horas, y que una gran parte de ellos no tienen papeles en regla. Entre las dolencias más comunes se encuentran en dolor de huesos y articulaciones, problemas por exposición a químicos, depresión y estrés. “Hemos identificado una cantidad significativa de enfermedades mentales, lo que podría ser el resultado de múltiples factores, como el aislamiento, las malas condiciones de vida y de trabajo, y estar lejos de sus familias”, puntualiza Hargreaves.

Hay otro elemento que contribuye a las malas condiciones en las que a veces se encuentran estos empleados: el maltrato por parte de sus jefes. Los investigadores hablan de amenazas de deportación, abusos y maltrato, discriminación racial, falta de seguro sanitario y, en general, poco respeto de los derechos laborales. “Los avances de verdad solo se conseguirán cuando sus derechos y acceso a la salud estén garantizados”.

Esta investigación de The Lancet incluye los estudios realizados en España del profesor Andrés Alonso Agudelo sobre las condiciones de la mano de obra inmigrante. En uno de ellos, el experto apunta que hay «dificultades para el reconocimiento de los daños a la salud derivados del trabajo por las situaciones de irregularidad y precariedad, por resistencia por parte de los contratadores o las entidades aseguradoras, y por desconocimiento de los inmigrantes». Según las conclusiones, «los riesgos laborales en los inmigrantes no difieren de los riesgos de los autóctonos en similares circunstancias, pero los primeros padecerían exposiciones más frecuentes e intensas por el acceso mayoritario a puestos menos cualificados y por la necesidad de prolongar las jornadas de trabajo». Una síntesis reflejada en un paper científico lo que le ha ocurrido a Sissoko, quien sigue esperando que se reconozca que el plomo llegó a su sangre en su puesto de trabajo.

¿EXISTE EXCLUSIÓN SANITARIA EN ESPAÑA?

En septiembre de 2018, el Gobierno de Pedro Sánchez aprobó un decreto que venía a garantizar la sanidad universal cercenada seis años antes. «Este decreto sigue teniendo varios inconvenientes», apunta el presidente de Médicos del Mundo, José Félix Hoyo. «Por ejemplo con el tema del empadronamiento. Las personas que viven tanto irregular, como regularmente tienen dificultades para demostrar residencia efectiva en diferentes comunidades», señala. Reder agrupa alrededor de 300 entidades que siguen promoviendo que no exista ninguna traba a la hora de atender a cualquier persona en la sanidad. «El decreto de exclusión se aprobó supuestamente para proteger al sistema nacional de salud del turismo sanitario. Las personas migrantes que vienen a España de modo irregular están básicamente sanas o no lograrían completar todo el recorrido que tienen hasta llegar aquí. El turismo sanitario de otros países ricos de Europa no tiene nada que ver con la inmigración», recalca Hoyo. El presidente de Médicos del Mundo asegura que siguen regustrando casos en los que no se atiende a los migrantes. «Hemos registrado uno por ejemplo en el que un ciudadano rumano que acababa de llegar a España por reagrupación familiar fue a hacerse una revisión por un cáncer que había superado y no lo consiguió. O una embarazada que acudió a un centro de salud a Melilla para que le quitaran los puntos de la cesárea, tuvo que ir a urgencias porque no podía acceder por atención primaria y no se lo hicieron». Para las entidades que conforman Reder, la atención sanitaria universal no es una cosa ideológica, sino técnica: «Está totalmente comprobado que es mejor financieramente prevenir a través de la atención primaria que curar a través de urgencias».

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