La despoblación desde una perspectiva de género: las mujeres abandonan más el mundo rural

La falta de infraestructuras, las dificultades para emprender y desarrollar un proyecto de vida… actúan en la mayoría de los casos como un amplificador de las desigualdades de género. Históricamente, esta falta de oportunidades ha fomentado el desarraigo femenino en el mundo rural, según la tesis de algunos sociólogos.

Cuando Virginia Mendoza escribió su libro Quién te cerrará los ojos (en referencia a la canción de Labordeta), decidió que se volvía al pueblo. A su pueblo, donde había vivido hasta los 13 años y desde el que partió, como tantos otros, para irse a una ciudad más grande. Su caso es el de una minoría de gente joven que decide regresar.  Según Mendoza, falta arraigo, el sentimiento de pertenencia que ella observó en la gente mayor de su entorno y que le animó a emprender el camino de vuelta. «Porque siempre encontraremos la manera de volver, pero para eso hay que querer».

Esas personas que «resistieron» al éxodo rural y continuaron viviendo en pequeñas localidades, en algunos casos incluso aislados, le comentan a Mendoza que se han quedado «porque ese es su sitio». Sin embargo, han vivido también con la presión de quienes se fueron, y vuelven de manera temporal a cuestionarles sobre «por qué no se van, por qué siguen aún allí«. En opinión de esta periodista, no conseguiremos (al menos) frenar el vaciamiento de la España interior si no fomentamos el arraigo, ese sentimiento que hizo quedarse a muchos de los que hoy continúan en ese mundo rural.

Las mujeres tienden al desarraigo

La socióloga Rosario Sampedro cree que hay una diferencia importante de género en la cuestión del arraigo rural. En las décadas de los años 60 y 70, con el final de la dictadura y la Transición, el interior peninsular sufrió uno de los mayores éxodos, y las mujeres eran las más convencidas. «Fundamentalmente porque el mundo rural tiende a favorecer las desigualdades de género. La migración a las ciudades, en general, les benefició profesionalmente. Por eso insistimos, también desde la Academia, en que el entorno rural tiene que ser amable con las mujeres y facilitar su desarrollo profesional, que los cuidados no queden siempre a cargo de ellas».

No sólo eso, la concentración económica en torno a las ciudades también hace que montar un negocio en el mundo rural sea siempre más complicado que en un núcleo urbano, «ya que hay que desplazarse todo el tiempo, buscar proveedores, clientes…no te puedes quedar parado».

Sampedro compara la cuestión de la despoblación con la natalidad: «No vamos a volver, salvo cambio tremendo, a esa época en que las familias tenían cinco, seis o siete hijos. Pero sí que hay casos de familias que tienen un hijo y que les gustaría, por ejemplo, tener otro. Y no pueden, por la dificultad para comprar un piso, porque los horarios laborales no son compatibles, etc.».

Repoblar, o al menos frenar la despoblación

Parece complicado que solucionemos el problema de la despoblación a corto plazo, o que se repueble la totalidad de la España rural, en palabras de Sampedro. Virginia Mendoza señala además la inseguridad que viven estos pequeños núcleos de población donde apenas quedan una o dos personas que intentan autoprotegerse. Pero el objetivo, según ambas, es al menos sentar las bases para frenar este fenómeno. Que el medio rural no genere rechazo: que se considere un buen lugar para vivir, un sinónimo de calidad de vida. 

Por tanto, se convierte en una cuestión no sólo de voluntad política de inversión en las zonas rurales, sino de conciencia social, de saber que la mayoría de los pueblos hoy en día tienen acceso a la misma forma de vida que existe en las ciudades. Mendoza sugiere una reconfiguración de la perspectiva que tenemos sobre lo rural, para recuperar ese arraigo. Una de las soluciones que durante los años de la crisis han buscado algunas alcaldías ha sido regalar casas de los pueblos a familias dispuestas a vivir y trabajar allí. Ambas expertas coinciden en que estos intentos se han convertido, en la mayoría de los casos, en una opción de tránsito que no genera arraigo ni sentimiento de pertenencia, pero que forma parte de las políticas para intentar fomentar el regreso de la gente a los pueblos. 

Judith Arroyo

FOTO: La población en municipios de C-LM aumenta un 70,5% en verano, duplicándose en Cuenca y creciendo un 80% en Guadalajara. / EUROPA PRESS

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