Ana Aguado:“El franquismo fue un régimen fuertemente patriarcal que radicalizó los modelos de feminidad doméstica”

   La historia y las huellas de la memoria histórica son un gran legado para la humanidad. Las mujeres a lo largo de la historia de España han sido silenciadas y relegadas dentro de las fronteras de lo doméstico, potenciando así la figura del perfecto ángel del hogar.

Desde Los Ojos de Hipatia queremos rendir un pequeño homenaje a las mujeres, indistintamente del bando, que vivieron durante el franquismo. Abrimos con esta entrevista a Ana Aguado Higón la oportunidad de recuperar un episodio clave en nuestra historia.

   De Ana Aguado podemos decirles que es catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia. Trabaja en historia social e historia de las mujeres en la época contemporánea, particularmente en la primera mitad del siglo XX. Entre sus líneas de investigación se encuentran las culturas políticas y su relación con las identidades de género, la construcción de la ciudadanía femenina, el proceso de modernización de la sociedad española y el papel desarrollado en éste por los feminismos, las relaciones entre feminismos, republicanismo y socialismo durante la Segunda República y la Guerra Civil.

Descubriendo la historia

Primero, contextualicemos un poco la situación durante el Franquismo.

    Así muy sintéticamente habría que destacar algunas características. El franquismo fue un régimen fuertemente patriarcal. Un régimen radicalizó los modelos de feminidad doméstica y subordinación femenina que ya existían y que no los inventa, pero los radicaliza hacia extremos esperpénticos utilizando todos los instrumentos institucionales que tiene: todas las políticas de género del estado que puede, todos los medios de educación, es decir, de deseducación de la población, y en ese sentido utilizó instrumentos como la Sección Femenina de la Falange que fue su instrumento político directo.

  Por otro lado, la legislación fue un instrumento fundamental, con leyes que recalcaban y radicalizaban la dependencia femenina en lo público y en lo privado, en la representación de la vida social, laboral y en la familia, en las relaciones contractuales, como el matrimonio. También, la educación y utilizando la religión, la iglesia católica era la religión oficial del régimen y tomaba parte del discurso oficial, y en ese sentido, los modelos morales y religiosos que se van a transmitir a niñas y niños van a insistir en la virtud femenina como subordinación, dependencia, silencio, no autonomía, no capacidad para desarrollar un trabajo. Todo esto estará en el discurso del régimen a lo largo de toda su vida, aunque, habría que matizar un poco las etapas, las dos grandes etapas del régimen, la etapa de la autarquía, el primer franquismo hasta el plan de estabilización, y luego, el cambio económico que supone a partir del 59 y los años 60 el plan de estabilización, el crecimiento económico y el desarrollismo que va a obligar a que el régimen reformule un poco su discurso sobre las mujeres en el terreno laboral, fundamentalmente. Es decir, se va a buscar la forma de incorporar la mano femenina en el mercado, por necesidades económicas, siempre sin contradecir el discurso de la feminidad doméstica, lo cual, se van a hacer juegos malabares y se va a dar una legislación, la ley del año 61 de derechos laborales para las mujeres, que se crea para esto. Sin embargo, va a ser una ley que emana del régimen, emana de la sección femenina y que insiste en la incorporación de las mujeres en el mercado, y siempre en trabajos menos cualificados, peor pagados, con salarios distintos, etcétera.

¿Cómo definiría ese punto de inflexión entre la República, la Guerra Civil y el Franquismo?

   En ese sentido, los cambios son radicales, la Segunda República del año 31 fue un punto de inflexión en la relaciones de género, en las identidades de género, con cambios también en la guerra y con un corte radical con el triunfo franquista al final de la guerra que vuelve no a la etapa anterior, sino a situaciones de finales del siglo XIX.

   La República implica cambios y continuidades, las cosas no cambian en un solo día. Las leyes siempre decimos que son condición necesaria nunca suficiente. La Segunda República tuvo una gran amplia legislación relativa a la igualdad entre mujeres y hombres, una legislación que se traduce en la Constitución del año 31 y en muchas leyes: el matrimonio civil, el divorcio, o los derechos laborales de las mujeres. La Constitución de la Segunda República por primera vez en la historia incorpora el sufragio femenino, con lo cual, sólo en ese momento se puede hablar realmente en España de sufragio universal, por tanto, de democracia. Antes, la mitad de la población no tiene derecho a voto por el hecho de ser mujer, con lo cual, difícilmente se puede hablar de sufragio universal anteriormente. Hay sufragio universal masculino como mucho. Esto es un cambio importantísimo y esto creará las condiciones legales para que, junto con toda la preocupación pedagógica y educativa de la Segunda República, se produzca un cambio muy importante como es la escuela mixta, con currículum escolares iguales. Este hecho significará la progresiva potenciación de una identidad femenina igualitaria, de que, las mujeres empezasen a pensarse como sujetos políticos, sujetos con derechos, como sujetos a los que se preguntaba por sus reivindicaciones y éstas se incorporaban en mayor o menor medida a los programas políticos. Esto se verá en las convocatorias electorales de los años 33 y 36. En el año 33, que dieron el triunfo al centro derecha, hay un tópico falso y repetido en el cual se dice que como las mujeres votaron por primera vez ganó el centro derecha. Un tópico totalmente falso que se ha demostrado con estudios puntuales y locales. Es evidente, como decía Clara Campoamor en el 36, si fueron las mujeres las culpables de que ganase el centro derecha en el año 33, también fueron culpables, entre comillas, de que ganase el centro izquierda en el año 36. Ni una cosa ni otra. Las mujeres votaron igual que votaron los hombres con criterios plurales y las circunstancias políticas eran distintas en el año 33 y en el 36, y eso decantó el resultado electoral. Pero bueno, siempre había que culpabilizar a las mujeres en ese sentido, sin embargo, por primera vez la Segunda República va a significar eso, la politización femenina, la presencia de mujeres en los partidos políticos y organizaciones femeninas independientes y en sindicatos. Luego, la guerra significó la incorporación masiva, como ocurre en otras guerras, de las mujeres al trabajo por necesidad económica, y un fenómeno puntual y novedoso, que dura muy poco, es la incorporación de las mujeres al frente, las milicianas. La mujer armada es un fenómeno nuevo, dura muy poco por necesidades y reorganización del ejército, pero significó un cambio en el imaginario político de las mujeres.

Retomando la etapa del Franquismo, ¿qué perfiles definiríamos dentro de este período?

    Es difícil establecer tipologías. Obviamente se podría hablar a grandes rasgos de las mujeres identificadas con el régimen, las mujeres vinculadas a Sección Femenina que participan del discurso oficial y lo construyen. Estas mujeres contribuirán a divulgar ese discurso de mujer falangista, subordinado católico, obediente, recatado, etc., que es una parte minoritaria de la población pero que crea unas redes sociales que cuenta con todo el aparato del Estado detrás y que por medio de instrumentos como fue el servicio social va a llegar a amplios sectores de la población. De alguna manera, en mayor o menor medida, colaboran con la Sección Femenina simplemente por cuestiones de supervivencia económica o educación mínima. Este es un sector, luego, hay un gran sector de mujeres represaliadas, de mujeres vinculadas en mayor o menor medida a la España republicana que es la España del exilio, no sólo exterior sino interior, de las mujeres familiares de presos, y presas ellas mismas, de las mujeres perseguidas, represaliadas, muchas de ellas ejecutadas también por el régimen. Estas mujeres desarrollarán una resistencia a veces visible y otras invisible al régimen con diversos instrumentos, a veces no tan conocidos, a veces participando en los partidos políticos en la clandestinidad, otras veces con protestas vecinales o en los mercados, o con resistencias informales al régimen que crearán unas redes de solidaridad femenina, desconocidas hasta hace poco.

   Por otro lado, está la gran masa de la población, masculina y también femenina, supuestamente apolítica, silenciada, con una resistencia tácita o con un consenso indirecto que simplemente intentan sobrevivir como pueden. Es la mano de obra peor pagada y empleada sobre todo en el sector doméstico.

¿Qué herencia nos ha dejado el franquismo?

   Una de las grandes herencias a pesar de la transición y sus logros y sus límites, yo creo que ha sido en gran parte la desmemoria, la desmemoria de las nuevas generaciones, de su desconocimiento del pasado y, no sólo desconocimiento sino desinterés por el pasado, saber de dónde surge lo que tenemos, de dónde venimos, quiénes fueron sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos, quiénes fueron y lo que vivieron. Parece que todo lo que se ha logrado hasta ahora lo tengamos de la noche a la mañana. Muchas veces no se da valor a derechos tan básicos como el voto o como la igualdad entre hombres y mujeres que recoge la Constitución, la ley del divorcio o el aborto –que aún estamos en el tema, y hay toda una larga genealogía de mujeres desde el siglo pasado y finales del XIX que han estado luchando por estas cosas y, el franquismo eso en gran parte lo logro, tapar e ignorar. En ese sentido, yo creo que la transición tuvo muchos méritos, el olvido del pasado es algo que está ahí y ahora, con todo lo de la memoria histórica estamos intentando de alguna manera recuperar o visibilizar.

¿En qué punto se encuentran las mujeres ahora?

   Bueno, yo como decía antes las leyes son condición necesaria no suficiente y habría que instalarse en eso que llaman el optimismo del corazón y el pesimismo de la inteligencia. Yo creo que se ha logrado mucho, el progreso es evidente, las relaciones patriarcales que pueden existir hoy realmente son muy distintas a las que existían en el siglo XIX y eso, el marco que da la ley permite el cambio, las mentalidades también han cambiado, relativamente. En ese sentido, las mujeres de España, las mujeres de Europa somos unas privilegiadas desde el punto de vista legal. Hemos logrado muchas cosas pero queda mucho en cuanto a transformación de las relaciones personales, las mentalidades, comportamientos o cambios profundos. Eso es una cuestión de pedagogía en los medios de comunicación y eso es un camino, una carrera de fondo.

¿Desde el plano de género, diferencias entre Norte y Sur?

   Actualmente, es minoritario pero hay muchas redes solidarias de mujeres. Redes a nivel mundial que intentan establecer esa solidaridad. Pero es cierto, que esto llega a una minoría y en la vida cotidiana o derechos políticos hablando en términos globales, son situaciones regidas por unas relaciones patriarcales muy rígidas que están todavía contempladas en sus leyes, en la religión, en el Estado, etc. Esa separación entre la vida pública y la religión es fundamental para avanzar en la separación entre comportamientos públicos y creencia personales. Todavía estamos a años luz a pesar de que se hable de feminismos en el Sur, en el mundo árabe por ejemplo. Yo creo que no debemos caer en el relativismo cultural, en ese sentido, hay que quitarse ese complejo de que en Europa estábamos en una posición de superioridad moral. No tenemos que enseñarles esos modelos pero sí hay unas cuestiones claves que es la separación entre Estado, legislación y religión. En la medida en que eso no se consiga difícilmente las mujeres van a poder conseguir una igualdad ante la ley y emanciparse jurídica y políticamente. En eso, aún queda un largo camino.

Imagen en blanco y negro Sección Femenina, sacada de archivo.

ANA AGUADO

FOTO: La historiadora Ana Aguado.

 

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