“El Soto de Roma fue una propiedad de aproximadamente 1400 hectáreas de fértiles vegas, que perteneció a la corona española. En sus inicios se utilizó como lugar de esparcimiento para Carlos V, quien lo dotó de frondosos bosques y coloridos faisanes; emplumados bichejos que satisfacían, muy a su pesar, los delirios cinegéticos de nuestro emperador.

Algunos de sus herederos fueron menos dados a la actividad venatoria y, tal vez poco amantes de mantener una finca repleta por doquier de los pájaros más pesados que existen sobre la faz de la tierra: los mochuelos – ya se sabe que nadie quiere cargar con ellos -. Bien fuera por los mochuelos o por la alergia a los faisanes el predio en cuestión comenzó un lento, pero progresivo declinar.

Retomando el hilo de la historia, conviene señalar que, con posterioridad, el rey Carlos III donó a su primer ministro Richard Wall el referido y codiciado paquete de feraces tierras aluviales; este buen señor sacrifico gran parte del soto, a favor de una agricultura y silvicultura inglesa, importación de la cual se sabía muy poco por aquí en aquel entonces. A Mr. Wall – de cuyo apellido no nos atrevemos a deducir que le infiriese a su rostro el significado coloquial de su traducción -, le sucedió como usufructuario del Soto de Roma, nada más y nada menos que el todopoderoso Duque de Alcudia y Príncipe de la Paz, D. Manuel Godoy, valido de Carlos IV y a la sazón, según dicen algunas lenguas – que cada uno las califique como quiera -, amante de la reina María Luisa.

De cualquiera de las maneras para cuando murió Godoy, allá por el año 1851, el bosque de los granados – acepción islámica del Soto- era un puro eufemismo. Las choperas, los cultivos herbáceos de regadío, las viñas y el olivar conformaban una geografía de teselas que deparó un similar reparto de la propiedad, como consecuencia de la desamortización que se extendería algo más tarde por Andalucía.

Tras Godoy la propiedad paso por las manos de José Bonaparte y finalmente se le entregó, a perpetuidad, a Lord Wellington, quien a mediados del siglo XX enajenó los cerca de 27000 marjales, fragmentando el soto de Roma y perdiendo con ello la unidad de gestión. Pérdida que se mantiene hasta nuestros días.” Extractado del artículo de Carlos Norman titulado “Soto de Roma: Soto Va, Soto viene”. Publicado Enel especial de las fiestas de IDEAL del año 2004.

Curiosidades elvirenses.

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