«La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero».

Antonio Machado

        Un idioma nunca es de los filólogos, sino del pueblo que lo usa como vehículo de su comunicación o dicho de otra forma: es el pueblo quien altera los significados fijados en los diccionarios, atribuyéndoles nuevos valores basados en la metáfora, la analogía, la copia de otro idioma, la selección de una acepción concreta, el sesgo ideológico, etc. El hablante usa su idioma a su voluntad y, sólo después, los cambios aparecerán reflejados en las revisiones y consecuentes ediciones del diccionario, si llegan a implantarse socialmente.

        En estos tiempos convulsos he observado que algunas voces, cuyo significado estaba perfectamente fijado, han cambiado su carga semántica, su significado, o lo han especializado con una velocidad sorprendente y maligna. Pensemos que las redes sociales tienen una capacidad de divulgar impensable hace pocos años ya que transmiten contenidos con una rapidez y una extensión sorprendentes, y al generalizarse un nuevo significado sólo es cuestión de tiempo que el nuevo valor llegue al diccionario.

        La demagogia que el coronavirus ha desatado en estas semanas ha ido dejando perlas en las que he reparado y que hoy traigo a esta entrada como si fueran acepciones de un nuevo diccionario, más flexible y fullero, menos riguroso, más político y sesgado.

https://youtu.be/wJO0vC7YI9E

              Comunista: Me crié durante el franquismo, que veía (y perseguía) cualquier concepto relacionado con el comunismo. En mi niñez y juventud, un comunista era un ser maligno al que le faltaban sólo el rabo y los cuernos para ser el mismísimo demonio. Después empecé a conocer militantes del PCE que eran gente muy honesta y divertida. Cuando el PCE pasó a ser un partido legal el concepto prefabricado por el régimen se vino abajo. Carrillo se sacó el nuevo concepto de eurocomunismo (el que renunciaba a la experiencia de economía estatal de Lenin y Stalin y acataba las reglas de las democracias occidentales) y los comunistas quedaron absueltos de su capacidad maléfica y así hemos estado más de 40 años. Pero ha sido irrumpir en la escena política Podemos y su líder, Pablo Iglesias, y la caverna recupera el concepto franquista: ahora los comunistas (¿quiénes, cuántos, dónde, por qué?) vuelven a ser un peligro social. O eso es lo que desean PP, C´s y, con mayor vehemencia, los fanáticos de Vox. Lo repiten mil veces al día en miles de memes, en titulares de cierta prensa, en capciosas comparecencias. El problema es que esta ridícula farsa está calando y hay que desmentirla: los comunistas forman un partido democrático presente en la mayor parte de nuestro entorno europeo sin mayor problema que el de la escasez de votos que recogen en las urnas. No son un peligro, ni muerden. El peligro lo constituyen los demagogos de la derecha cavernaria que nos ha tocado en desgracia.

        Demócrata: En su origen significó partidario y practicante de la democracia. La Transición acuñó una expresión irónica, demócrata de toda la vida, para designar el cambio de chaqueta de los franquistas convencidos a nuevos partidarios de las urnas. Tal vez el paradigma fue Manuel Fraga Iribarne, que murió como demócrata habiendo sido fascista la mayor parte de su vida. Ahora me río mucho (pero es de simple tristeza) al ver a la derecha acusar a Sánchez de no ser demócrata, concepto que para nuestra peligrosa caverna refleja su propia actitud.

        Ética periodística: El compromiso fundamental de un periodista es reflejar la verdad, pero la competencia entre medios es feroz y existe una frase que sintetiza la realidad de cierta prensa: «No dejes que la verdad te estropee una buena noticia». La frase refleja que la verdad ha dejado de ser el objetivo fundamental de ciertos medios, que optan por crear opinión y, a ser posible, sesgada hacia sus fines. Recibo cada día en mi móvil una selección de titulares de prensa. Los hay vomitivos, tendenciosos, primarios… impresentables, pero cierta gente es lo que desea oír y, lo peor, reproducir. Eso es lo opuesto a la ética periodística.

        Fuentes periodísticas: En la entrada anterior ha quedado claro que las nuevas fuentes del periodismo no tienen que ser rigurosas ni veraces. Basta con que tengan el efecto demagógico deseado.

        Lectura: Destreza que permite interpretar un texto escrito. Hay una lectura puramente mecánica (leer los signos escritos correctamente) que se adquiere en edades muy tempranas. Un segundo nivel es la lectura comprensiva (comprender lo que se lee). En un nivel superior estarían la lectura simbólica (interpretar las verdaderas claves de un texto en que solamente aparecen sugeridas). Y por último, la lectura crítica (someter el texto leído a la crítica del lector) que permite discernir conexiones, segundas intenciones, contradicciones, etc. Lamentablemente, la velocidad con que leemos la prensa nos deja en la superficie de esa interpretación global de lo leído, con lo que nos hacemos más manipulables.

        Narrativa / Relato: Me ha sorprendido el uso reciente de ambos términos para referirse a la forma en que un grupo cuenta su propia interpretación de unos hechos, no necesariamente exactos. Se leen titulares como: «El relato oficial del coronavirus oculta una crisis sistémica» (kaosenlared.com) o se asegura que el independentismo «usa una narrativa insidiosa». Yo que leo mucha narrativa y hasta tengo mis veleidades literarias en el campo del relato creo que estos nuevos usos de ambos términos, además de innecesarios, bastardean su origen estrictamente literario, pero es que el periodismo es cada vez una ficción y algunos periodistas deberían participar en las ferias del libro de ficción.

        Noticia: En su tiempo, era uno de los géneros periodísticos, el que informaba sobre unos hechos acaecidos y se centraba en las seis “W” anglosajonas: What, Who, Where, When, How, Why (¿Qué?, ¿Quién?, ¿Dónde?, ¿Cuándo?, ¿Cómo?, ¿Por qué?). De eso hoy queda muy poco. Para cierta prensa resulta más cómodo fabricar la noticia, crear eso que se llama ahora las fake news o noticias falsas. Tenemos ya tanta información que la verdad se mide no por su realidad, sino por la capacidad viral de un contenido, por el número de “Me gusta” o el de retwits o de seguimientos en las redes. Y hay quien se ha dado cuenta de esto y abre miles de cuentas en las redes para denigrar al oponente, sembrar embustes y calumnias, desacreditar el trabajo de alguien, etc. Lo peor es que lo permitimos.

         Pacto: En su origen, un pacto era un acuerdo al que llegan dos o más entidades tras una negociación dialogada. En nuestra reciente historia política resulta inevitable citar los Pactos de la Moncloa. A la muerte de Franco, la mayoría las fuerzas políticas pactaron, es decir, renunciaron a parte de sus planteamientos para llegar a un consenso, a un estilo democrático y a una Constitución comunes para salvar la democracia recién nacida. Había tal miedo a una involución, que llegaron al acuerdo por responsabilidad histórica. Pedro Sánchez desea recuperar el espíritu de consenso de aquel momento, pero la oposición no está dispuesta, ni siquiera ante el gran reto que supondrá la reconstrucción del país tras la pandemia. Nadie está dispuesto a ceder lo más mínimo y, de entrada, sólo manifiestan reticencias que suenan a excusa para derribar a Sánchez, cada vez más debilitado. Esta actitud los descalifica a todos, pero también a sus votantes.

        Pedro Sánchez: Nombre y apellido de un ciudadano que, ateniéndose al funcionamiento de la Constitución, ha conseguido formar gobierno tras ganar dos eleciones dos. Que el resultado guste o no, depende de los planteamientos políticos de cada uno. Pero Pedro Sánchez ha pasado a ser sinónimo de traidor, vendepatrias, antiespañol, independentista, asesino, capo de la eutanasia de ancianos, etc. A quienes piensen (y reproduzcan) estas lindezas, tengo que recordarles que su presencia en la Moncloa se debe a esas urnas, que sólo parecen legítimas cuando gana la derecha. Es nuestro presidente, se está enfrentando a una pandemia feroz, está haciendo lo que puede, pero parece que a nadie le importa en realidad el número de muertos, sino el pim-pam-pum contra Sánchez y su eventual rédito político.

        No hay un solo elemento que permita inferir que Casado, Abascal, Arrimadas o cualquier otro líder lo habría hecho mejor que Sánchez, ni que hubieran sido más exactos en el manejo de estadísticas, ni que el material sanitario hubiera llegado más rápidamente. Pero ahora, cínicamente, lo que interesa es debilitar al gobierno, justamente en el momento en que más apoyo necesita, necesitamos todos, para superar el caos económico que el virus ha sembrado ya en España y que durará uno durísimo período. Todo es miserablemente secundario. Lo que procede es dejar KO a Sánchez. ¡Qué cortedad de miras, qué ambición y qué irresponsabilidad!

         Periodismo: entre el género literario específico y la difusión de la noticia, el periodismo ha sido una noble profesión llena de nombres luminosos. Lo expuesto anteriormente lo convierte actualmente en un cenagal para los deshonestos y en un calvario para los honrados. La única forma de conseguir un periodismo independiente (más o menos) es pagar. Nunca hubo más medios y, paradójicamente, nunca hubo más embustes. Y lo permitimos: nosotros y la Fiscalía.

         Verdad: Originalmente era aquello que se ajusta a la realidad. Hoy hay miles de verdades contrapuestas, muchas de ellas verdaderas mentiras, valga el oxímoron. Que un concepto moral en el que deberían sustentarse todos los demás (justicia, distribución de riqueza, derechos esenciales, etc.) haya caído tan bajo, que haya apareció el término postverdad, que los contenidos de la prensa dejen de lado la verdad y prefieran las fake news, nos dibujan con el trazo grueso de la irresponsabilidad. A todos: políticos profesionales, jerarquías de los partidos y electores.

         Virología: Disciplina científica que estudia los virus, su propagación, sus consecuencias y sus posibles antídotos. Un virólogo suele trabajar en un laboratorio bien equipado y usa mucho el ensayo y error, lo que lleva tiempo. Pero eso era antes. Ahora cualquier mindundi, sin pudor alguno, te da una conferencia en la cola del supermercado sobre la forma de solucionar la pandemia, una conferencia trufada de despropósitos, afirmaciones gratuitas, descalificaciones globales y tonterías leídas en cuatro memes.

        Jamás el ser humano tuvo a su alcance una herramienta de conocimiento como internet, ni una capacidad de comunicación como las redes ni un compendio de webs culturales como el que encontramos en nuestra pantalla, pero parece que jamás hemos sido tan atrevidos, tan inmodestos, tan prepotentes como para impartir al mundo nuestra verdad, que la mayor parte de las veces es pura mentira. Tal vez la pandemia deje una sociedad que tendrá que replantearse sus principios básicos. Sería un magnífico momento para distinguir las voces de los ecos y alinearnos con un diccionario de indiscutible verdad.

Alberto Granados

Semántica para tiempos convulsos

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