“La primera idea, el primer deseo que excita la vista de monumentos como los que acaban de descubrirse en las inmediaciones de Atarfe, es el de investigar su origen; y la mente no descansa hasta que logra fijar, a lo menos, la probabilidad, ya que tan difícil sea conseguir la evidencia en tales materias.

¿Son de los romanos los sepulcros encontrados en el pago de Marugán? y en el caso de serlo ¿a que época de su dominación pertenecen? Para resolver estas cuestiones creo conveniente examinar primero el conjunto de los descubrimientos, y fijada en lo posible la opinión sobre ellos, descender a analizar en particular los diferentes objetos encontrados. Un anfiteatro formado por colinas áridas, sin vegetación, sin vida; un suelo estéril sembrado de losas toscamente trazadas, infinidad de losas abiertas y junto a ellas montones de tierra mezclada de fragmentos de cráneos y huesos humanos; este es el cuadro que a primera vista presenta al observador el teatro de los nuevos descubrimientos.

El sitio donde estas excavaciones se verifican forma una hoya o planicie entre los barrancos y cerros de la sierra de Elvira: hay en él todavía vegetación y tiene por horizonte natural un círculo de rocas y colinas.
Acto continuo se reconoció un acueducto antiguo de piedra que de orden de varios particulares del pueblo de Atarfe se está descubriendo como a cuanta varas de distancia de dicho cementerio; y desde este sitio se bajó al pago que nombran de los Tejoletes, perteneciente al cortijo llamado de las Monjas de la Encarnación, donde, no muy lejos de los mismos sepulcros y por bajo de dicho pago de Marugán, se encuentran superficial y subterráneamente ladrillos, tejas, pedazos de mezcla de cal y arena, y muchos pozos secos, al parecer, y de considerable profundidad.”

En la fotografía, restos del cortijo Pichelas, en el piedemonte elvirense, junto al barranco del Peñón, epicentro descrito en el texto arriba reseñado y publicado en la revista Alhambra en 1842.

Curiosidades elvirenses.

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