«Granada no tiene vida pública, son familias. Es muy difícil articular un proyecto colectivo porque el sentimiento de comunidad está roto»

Antonio Jara, exalcalde y último presidente de CajaGranada | Pasa por ser una de las mentes que más ha pensado sobre Granada, pese a que le «nacieron» en Murcia. Y a sus 74 años tiene memoria y la libertad necesaria para hablar sin cortapisas.

Antonio Jara está confinado en La Herradura con disciplina «germánica». «Esto es una terraza con apartamento», describe tras invitar a pasar a la vivienda. El balcón es amplio, con vistas al mar y un silencio que solo rompe una máquina que, a lo lejos, corta los setos. Puestos a imaginar, podría confundirse con las chicharras. En una de las mesas descansan catorce libros. La mayoría versan sobre la evolución de la democracia y, en una de las sillas, tiene algo de Machado y Saramago para cuando se le atraviesa algún ensayo. La cita es para conversar, sin guion establecido, y cuando hayamos arreglado el mundo –a ser posible, también Granada–, encenderá la barbacoa para comer unas sardinas. Los tratos hay que cumplirlos.

La política actual le tiene encendido: «Me preocupa mucho el deterioro de los valores democráticos, el auge del sectarismo y el frentismo partidario y la degradación del lenguaje político». A su partido –porque todavía milita– se refiere insistentemente como ‘soe’, quizás en una añoranza de los años ochenta, la chaqueta de pana y la barba de cuando fue alcalde de Granada (1979-1991). «La frivolité del político persigue el eco en el medio de comunicación. Si no dices una estupidez no te hace caso ni Dios», responde antes siquiera de ser preguntado.

En diciembre de 2017, Antonio Jara abandonó la vida pública tras dimitir como presidente de CajaGranada Fundación y, desde entonces, apenas se ha prodigado. Lo primero que hizo fue buscar el expediente del consejo de guerra de su padre, «un soldadito analfabeto en Infantería de Marina en Cartagena». Lo encontró en el Museo Naval de Ferrol. «Cogí a mi hija pequeña, fuimos con nuestras cámaras de fotos, pedí permiso a los militares y vi todo el sumario. No soy especialmente memorialista. Creo que la memoria hay que desenterrarla, pero no tengo especial obsesión. Tener presentes los huesos para enarbolarlos, no». Cuando llevamos una hora y 53 minutos solicita que se apague por primera vez la grabadora. Después, seguimos.

–Tiene la sensación de que, ahora que tanta falta hacen, se necesitan líderes de más altura…

–Tampoco culpo a los sujetos intervinientes de la política, sino a las organizaciones. El gran problema de la democracia española está ahí. La Constitución lo dice claramente: la democracia no es exclusivamente de los partidos pero es, predominantemente, de ellos. Los partidos no se han enterado de que la Constitución les exige ser democráticos.

–¿Plantea que, ahora que los partidos son más abiertos, esa selección de líderes es menor? Habrá algo de nostalgia al pensar que, antes, los que llegaban a esos puestos de responsabilidad tenían una trayectoria más sólida.

–Los partidos buscan disciplina y obediencia, no quieren pensamiento, no quieren ideas. El partido escupe, normalmente, a cualquiera que llegue a una organización con voluntad de aportar conocimiento y reflexión. He sufrido eso en mis carnes. He vivido en guerra permanente con el PSOE. No he dejado el partido, no he hecho el gesto de ruptura de carné. Pero no comparto muchas de las actuales políticas del PSOE. Ideológicamente, me tengo por un resistente de la socialdemocracia. En estos tiempos de ardientes y enfervorizadas trincheras políticas, no me considero lo que se dice un ‘militante’ de nada. Me temo que a nivel local el listón político ha ido bajando. Yo lo percibo, la formación de la gente es corta. No soy elitista en absoluto, pero la gente se despreocupa mucho. Les decía a mis alumnos ‘a estudiar’. A los cuatro días se habían ido a la Alpujarra a un ayuntamiento y cobraban 300.000 pelas por ser concejal de Juventud. Las matrículas las sacaban los de derechas. Me decían «es que el partido no tiene abogados del Estado ni letrados de la Junta». Claro, los hicimos concejales de Juventud a todos. La sólida formación era incompatible con la militancia, que pasaba por que hicieras mesa de camilla y barra de bar de la agrupación local y estuvieras en la fiesta de los pueblos.

«Los partidos políticos han abandonado la política local. No hay políticas locales y no hay liderazgo local. Me da igual el orden»

–No nació en Granada. Los que vienen de fuera tienen también una visión diferente; quizás, más completa. Una ciudad particular, donde los cambios se someten a muchos debates. En su etapa se produjeron algunos de los más sustanciales: Palacio de Congresos, Sierra Nevada… ¿Por qué en Granada cuesta tanto avanzar?

–Voy a utilizar un personaje de Granada poco conocido; para mí, una de las cabezas más brillantes de Granada en el siglo pasado. Nicolás Ramiro Rico hizo oposiciones a cátedra de Derecho Político en Madrid. Tiene un primer ejercicio de cátedra, que era de exposición de tu currículum e inquietudes intelectuales, donde habla de Granada. Él era de Montefrío. Dice una cosa que me dejó impactado y que la he utilizado alguna vez. Granada no es ni polis griega ni la civitas romana. No se corresponde con ninguno de los dos modelos. Pero no es porque Granada sea más moderna, sino porque es más antigua. Es previa a la polis griega y muy anterior a la civitas romana, que es una ciudad de ciudadanos que se someten a las mismas leyes. Porque Granada es una especie de archipiélago de un conjunto de islas que son familias unidas por el connubio. Es un sinoiquismo, dice Nicolás Ramiro Rico. Me di cuenta de que esa era la clave. En Granada no hay espíritu público, no hay ciudadanía, no hay asociación, no hay comunidad. No hay vida pública, espíritu público, no hay objetivos compartidos. Ramiro Rico lo llama sinoiquismo. Yo, a efectos ilustrativos, digo…. [hace una pausa] son familias. Son familias [remacha]. No he visto nunca tantos apellidos compuestos en una ciudad.

«He vivido en guerra permanente con el PSOE. No he roto el carné, pero no comparto muchas de sus actuales políticas»

–¿Y familias con sus intereses?

–Son apellidos cruzados, son familias, es vida privada. Nicolás Ramiro Rico decía: «No nos reúnen». Es una sociedad más unida y cohesionada por las creencias que por los valores cívicos, y aglutinada en torno a la Catedral y no en torno al Consistorio. No hay espíritu público. Eso dificulta mucho la gestión de los asuntos públicos. Coge a un coetáneo, Lorca. Cuando presenta la revista Gallo tiene otra frase: «En esta bendita tierra dos y dos nunca son cuatro». Es difícil articular un proyecto colectivo en Granada porque el sentimiento de comunidad está muy roto. ¿Por qué? Seguramente, el impacto de la Guerra Civil fue demoledor. Hay un momento en el que Granada fue el número 14 de los contribuyentes del Estado. Es verdad que el espíritu de Ganivet estaba ahí y que siempre hubo una resistencia la cambio. ¿Qué pasa? No lo sé, lo que sí constato y he vivido en mis carnes es la incapacidad para converger en Granada. Se junta ahora una circunstancia muy negativa, y es que el clima nacional va justamente en esa dirección, en la disgregación, en el frentismo.

–Pero acaban de llegar a un acuerdo para el presupuesto partidos de distinto signo en el Ayuntamiento de la capital…

–Estoy encantado, lo he sentido como si lo hubiera logrado yo. No me atrevo a decir nada, pero en sí mismo soy un fervoroso defensor de ese acuerdo y aplaudo con toda mi alma a quienes lo han hecho. Cinco años sin un presupuesto en un Ayuntamiento como el de Granada debería de estar penado.

–Hablaba del Palacio de Congresos, Sierra Nevada… En los últimos 20 años hemos vivido más tiempo en contra de los proyectos que a favor. Que no se acabara la autovía de la Costa, que no se haga el espacio escénico… ¿Vive Granada más cómoda en el agravio? ¿Cuál es el proyecto que marca ahora el rumbo para los próximos años?

–Está el acelerador de partículas… bien. Pero eso no es un proyecto ciudadano. En un proyecto ciudadano debe caber eso y muchas cosas. Un proyecto es saber qué quieres ser. Ortega, en el diario ‘El Sol’, en 1917, dice en el artículo ‘Localismo’: «Sentir la orgullosa voluntad de ser sí mismo, protagonista de su propia vida, y no comparsa muda y desdeñada que se mueve en línea de rebaño». Eso ha sido Granada en los últimos años: comparsa muda y desdeñada.

–¿Muda por culpa de los partidos políticos o de la sociedad?

–En mi opinión, la mayor cuota de responsabilidad ha de atribuirse a los partidos políticos, en general, que frecuentemente suelen hacer dejación de su función constitucional. Los partidos políticos han abandonado la política local. No hay políticas locales y no hay liderazgo local. Me da igual lo que ponga delante. No hay proyecto, no hay liderazgo. No hay sociedad, no hay espacio público. ¡Estas cosas de que hay que ir a Madrid para enterarse de qué acuerdo se ha alcanzado en Granada! Bailamos aquí pero la música la tocan en otro lado.

–Está el proyecto de Granada 2031…

–Los eslóganes se nos dan muy bien. ¿Granada 2031, qué es? Me aburro. Se inaugura el PTS y somos la ciudad saludable. Se inaugura el Parque de las Ciencias y somos ciudad de la ciencia y educadora. Somos ciudad de la poesía. Hay una prueba de esquí y somos ciudad del deporte. ¿Qué somos? ¿Ciudad saludable, educadora, del deporte, de la ciencia? Somos lo que decían los escolásticos, ‘flatus vocis’, sonidos. No quiero citar ninguna provincia vecina. ¿Que todos nos roban? No.

–De lo poco que une a los granadinos es el discurso del agravio…

–Lo que pasa es que el agravio no es un proyecto de ciudad ni de desarrollo. Es la evasión, la coartada. Ojo, yo creo que hay agravio. Pero no voy a convertirlo en un programa. Porque eso es llorar. Llorando no se construye nada. Es más, llorando no se mama.

–¿En qué ha habido agravio?

–En Andalucía hay un problema de desequilibrio territorial. Lo mismo que digo que no hay política local, no ha habido política territorial. Hay desequilibrios territoriales internos que nadie ha movido un dedo por corregir. Hay mucha gente en el gobierno y en los gobiernos, en la etapa democrática, que ha gobernado y ha dejado de gobernar sin saber dónde estaba Huéscar. Y eso tiene traducción presupuestaria y en inversiones. Queremos el AVE centrípeto y todo conduce al mismo sitio. Lo he dicho muchas veces, porque tengo la ‘desgracia’ de que me nacieron en Murcia, pero Granada tenía que haberse abierto más al Levante. La A92 no se hizo para ir al Levante español y, por ese camino, conectar antes con Europa; se pensó y se hizo para ir de Granada a Sevilla.

–Otra cosa que se inició en su etapa fue parte de la peatonalización, que vuelve otra vez. ¿Es posible en una ciudad como Granada? ¿Alguien va a querer el Camino de Ronda en un solo carril?

–Pues tendrá que quererlo. Si queremos hacer una ciudad habitable y atractiva tenemos que caminar en esa dirección. Para mí no es ahora mismo el tema propiamente urbano el motivo de preocupación ni la pieza principal de un proyecto de ciudad. Para mí, un proyecto de ciudad hoy tiene que atender dos pilares. El primero, el empleo. Y el segundo, la política social. La política municipal tiene que estar al servicio del empleo.

–¿Cómo?

–Con todo. Impuestos, sistema impositivo y fiscal… pero eso no da mucho de sí. Fomento del turismo de calidad, no el turismo de despedidas de soltero, que eso hay que erradicarlo. Voy a decir una barbaridad, ya verá cómo la gestiona: hay que acabar con la tapa. Entre despedidas de soltero y tapas vamos a arruinar al sector. Pero, que no se equivoque nadie: la Alhambra y Sierra Nevada están agotadas, vamos a meternos en la cabeza que no dan para más.

–Sierra Nevada podría…

–¿A costa de qué?

–De una ampliación…

–Siempre que se garantice la sostenibilidad y el medio ambiente. No estamos dando un buen ejemplo en tema medioambiental y, sin embargo, tenemos condiciones naturales. Cualquier proyecto de ciudad debería empezar por ahí. Sierra Nevada, la Alhambra, el Parque de las Ciencias… ‘onGranada’ es una buena iniciativa, el PTS es un recurso potente… El Parque de las Ciencias está sufriendo reputacionalmente los errores de la Junta. La Alhambra tiene un coste reputacional terrorífico en los tribunales. Sierra Nevada es un conflicto jurídico ya. Del PTS no hablo. Todos nuestros grandes valores, nuestros recursos potentes, están sufriendo reputacionalmente. ¿Alguien se ha preguntado por qué? Por qué todo lo bueno que tenemos está en conflicto. ¡El Centro Lorca es un lío!

–¿Porque se ha hecho política con todos ellos?

–Se ha hecho mala política. Y eso lo hemos convertido en un boomerang. ¿Por qué no arropamos en un proyecto de ciudad todo lo que tenemos? El Ayuntamiento debe ser un agente más al servicio del empleo. ¿En qué está pensando? Tenemos el PIB por habitante más bajo del país. ‘No, es que hay que favorecer el consumo…’. ¡Quién va a consumir si no tiene dinero! La mitad del Consistorio, que son 27 concejales, había que convertirlos en agentes comerciales y mandarlos por el mundo a captar inversiones. Prefiero un concejal agente de inversión que uno en la plaza del Carmen para ver si el pendón sale o no escoltado por el Ejército. Cuando hicimos el Palacio de Congresos, inmediatamente, aparecieron miles de camas hoteleras. Si lo dejas caer, ¿quién duerme en las camas? He oído hablar de una revisión del PGOU. Esos son temas muy largos, pero yo no veo más salida desde el punto de vista urbano que potenciar el Área Metropolitana. Granada como término municipal está colmatado. Hay que cuidar el Área Metropolitana y eso es inversión pública. La guía es cohesión interna y concertación con las otras administraciones, pero primero la cohesión interna y social en Granada. ¿Están los partidos en esa posición? Me temo que no. Por eso soy pesimista. Porque tengo muy claro que si no hay cohesión interna, si no somos una ciudad con un espacio público potente, no hay futuro. Eso no es un proyecto de un mandato. Tuve la fortuna de gobernar en coalición. UCD, PSOE y PC gobernamos juntos cuatro años. Hicimos un plan de acción municipal firmado por todos. A Granada le fue rentable la cohesión. Creo que la cohesión potencia Granada y la desvertebración la hunde.

–¿La próxima crisis, la más inminente, será social?

–Hay que crear la UME: unidad municipal de emergencias; añádele la ‘s’ de sociales: UMES. Se nos viene encima una crisis social muy severa. Va a ser el área más importante de los ayuntamientos en los próximos años.

–Pero es la comunidad quien pelea por esas competencias…

–Es que estamos afirmando un modelo en detrimento de otro que es histórico. La dictadura utilizaba la administración local como un tentáculo para controlar las poblaciones. Nombraba representantes suyos, los alcaldes, que eran representantes del poder central en el territorio y tenían que mantener en paz a la población. Así, de vez en cuando, te daban una fuente luminosa. Pero manténgase a toda costa el orden público y el sometimiento silencioso de la población a las arbitrariedades del poder. Voy a decir otra barbaridad: a veces tengo la sensación de que hemos vuelto y de que los representantes municipales son representantes de otros poderes, no lo son de los ciudadanos frente a los poderes. Sino representantes de los poderes para controlar a los ciudadanos. Los liderazgos locales son vicarios. Tengo para mí que el político con responsabilidades de gobierno, y singularmente el político local, ha de anteponer la lealtad a los intereses colectivos a los intereses del partido al que pertenece. No estoy seguro de que los partidos, en general, compartan esta idea. Percibo una profunda y peligrosa brecha entre la sociedad y los partidos. En el año 80, llevaba muy poco tiempo de alcalde, mataron en una reyerta en Almanjáyar a un vecino. La Policía Local me dijo que traían al muerto a la plaza del Carmen. ¿Qué hemos hecho nosotros? Es un problema de seguridad ciudadana y eso es de la Policía Nacional. Dicen que vienen con el féretro a la plaza del Carmen. Pues que se paren en el Gobierno Civil, que pasan por delante. Me di cuenta de que llevaban razón. El gobernador no les representa. A ellos les representaba el alcalde. Y vinieron con el féretro a la puerta del Ayuntamiento y bajé a darles el pésame. Me pregunto: ¿los representantes que hay en la plaza del Carmen se sienten representantes de la ciudadanía o lo son de organizaciones políticas ante la ciudadanía?

QUICO CHIRINO

FOTO: Antonio Jara reflexiona sobre la historia, el presente y el futuro de Granada. / ALFREDO AGUILAR

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