Feminismo islámico, una lucha contra el colonialismo y el patriarcado

 

El feminismo islámico surge de las luchas anticoloniales en el mundo árabe y tiene como principal objetivo reinterpretar en clave femenina los textos islámicos, cuya lectura ha sido monopolizada por los hombres desde hace siglos.

Además del patriarcado musulmán, el feminismo islámico se enfrenta a importantes retos, como la islamofobia o algunos discursos feministas occidentales que consideran que el feminismo y el islam son incompatibles y contradictorios.

Chandra Mohanty, profesora de estudios de género de origen indio y un referente mundial de los feminismos decoloniales, critica la forma occidental de ver a las mujeres del “tercer mundo”. Afirma que parte del feminismo occidental entiende a estas mujeres como un colectivo homogéneo, dependiente y oprimido, una visión que Mohanty considera colonialista. Sin embargo, la lucha por la igualdad de género fuera de Occidente es tan diversa como los contextos de dominación machista en los que se da, y es por ello que puede hablarse de feminismos negro, latinoamericano, indígena o islámico, entre otros.

Aunque el feminismo islámico también es diverso, su objetivo principal es emancipar a la mujer musulmana mediante la relectura de los textos sagrados del islam en clave femenina. Pero el feminismo islámico no solo lucha contra el patriarcado musulmán; también debe soportar la islamofobia y esquivar el paternalismo de parte del feminismo occidental, que cuestiona que islam y feminismo sean compatibles. El debate sobre el feminismo islámico suele estar marcado por la supuesta contradicción entre feminismo e islam, entendiendo que el islam es irremediablemente patriarcal y que, por tanto, “feminismo islámico” es un oxímoron. Sin embargo, entender el feminismo islámico como un oxímoron invisibiliza la lucha de las mujeres que, sin abandonar la fe islámica, han decidido recorrer el camino de la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres.

Deconstruyendo el colonialismo

El colonialismo europeo llegó al mundo árabe en el siglo XVIII, aunque no tomó fuerza hasta principios del siglo XX, cuando, tras la derrota del Imperio otomano, el dominio de Francia y Reino Unido se hizo más evidente. A lo largo del siglo XX, en el mundo árabe surgieron dos respuestas políticas al colonialismo europeo. El primero fue el nacionalismo árabe, o panarabismo, que pretendía unir políticamente a los pueblos árabes y era laico; su máximo exponente fue el expresidente egipcio Gamal Abdel Náser.

Por otro lado, opuesto tanto al colonizalismo como al nacionalismo árabe surge el islam político, o islamismo. El islamismo aspira a aplicar valores islámicos al gobierno de los países musulmanes y está influido por el pensamiento del egipcio Sayid Qutb, un intelectual que dirigió la organización islamista Hermanos Musulmanes. Por lo general, el islam político es conservador, pero también es un movimiento muy heterogéneo. Un ejemplo es Túnez, donde el partido islamista Ennahda ha gobernado el país democráticamente en varias ocasiones desde 2011 y, tras ganar la alcaldía de la ciudad de Túnez en 2018, convirtió a Souad Abderrahim en la primera alcaldesa de una capital del mundo árabe

Con la respuesta anticolonial surgen también los primeros reclamos árabes por la igualdad de género. La egipcia Huda Shaarawi se convertiría en 1923 en el primer referente del feminismo árabe cuando, en un acto de protesta, se quitó la parte del velo que le cubría el rostro delante de centenares de mujeres en El Cairo. Shaarawi fundó la primera organización feminista en un país musulmán, la Unión Feminista Egipcia, y sus reivindicaciones se centraron en materias políticas, como la generalización de la educación femenina, el derecho al voto o la restricción de la poligamia. Este feminismo árabe laico coexiste hoy en la región con otro feminismo surgido más tarde: el feminismo islámico.

Al mismo tiempo, el feminismo ganaba fuerza en Occidente, desde la lucha por el sufragio a finales del siglo XIX a los reclamos de la filósofa francesa Simone de Beauvoir, que a mediados del siglo XX criticó la desigualdad social a la que el patriarcado relegaba a las mujeres. Debido a que el auge del feminismo occidental coincidió con la colonización europea, el feminismo fue entendido desde algunos sectores del mundo arabomusulmán como un elemento exógeno, propio de la Europa colonialista.

Sin embargo, eso no evitó que aparecieran voces de mujeres feministas musulmanas, que inauguraron el feminismo islámico alrededor de los años noventa, tras el fracaso del nacionalismo árabe. Dos de sus referentes fueron la egipcioestadounidense Leila Ahmed y la marroquí Fátima Mernissi, que criticaban tanto las lecturas patriarcales del islam como el colonialismo occidental, que toma a las mujeres musulmanas como oprimidas y dice querer liberarlas del islam.
 
El islam surge en el siglo VII en la península arábiga, que entonces estaba poblada por tribus politeístas. Generalmente, estas tribus eran patriarcales y no consideraban que las mujeres tuvieran derecho a la elección matrimonial, el divorcio, la herencia o a poseer patrimonio. La llegada del islam instauró un sistema social nuevo, como detallan los textos sagrados: el Corán y los hadices, que recogen los dichos del profeta Mahoma. De ellos extraen los islamistas las enseñanzas que deben guiar la vida social de los musulmanes, que se traducen en distintas visiones de la ley islámica, la sharia. Según el feminismo islámico, los textos sagrados otorgan a la mujer esos derechos de los que no gozaba antes de la llegada del islam; por tanto, reinterpretándolos en clave femenina es posible emancipar a la mujer musulmana del patriarcado islámico. 

El feminismo islámico defiende, por ejemplo, que en la mayoría de aleyas coránicas Dios se dirige tanto a hombres como mujeres, lo que anula la prevalencia que se le ha dado al hombre sobre la mujer en contextos islámicos. Además, las feministas islámicas apuntan a que el pecado original aparece en el Corán atribuido tanto al hombre como a la mujer, y señalan que en el texto sagrado se elogia a mujeres fuertes. Es el caso de Balquis, reina de Saba —actual Yemen— en el siglo X a.C., a la que, sin nombrar directamente, el Corán pone como ejemplo de buen gobierno, poder, riqueza o inteligencia.

Un movimiento transnacional y diverso

El feminismo islámico se ha extendido más allá del mundo árabe y ha desarrollado distintos mecanismos de lucha en función del contexto, por lo que se podría hablar de feminismos islámicos en plural. En muchos países de mayoría musulmana hay movimientos de mujeres musulmanas que se han organizado por la igualdad de género, como el Baobab en Nigeria o el Shirkat Gah en Pakistán. Incluso en Europa se está articulando el feminismo islámico con el fin de luchar contra la islamofobia y superar el debate sobre su supuesta contradicción.

Para ampliar: “Feminismos islámicos”, Zahra Ali, 2014

Uno de los referentes mundiales en la interpretación coránica es la afroestadounidense y doctora en estudios islámicos Amina Wadud. Además de reclamar el mensaje coránico como igualitario y pacífico, Wadud ha focalizado su lucha en que las mujeres también puedan ejercer de imames y dirigir los sermones. Wadud hizo historia desafiando al patriarcado musulmán cuando, en agosto de 1994, fue la primera mujer en dirigir un sermón del viernes, el día sagrado del islam, en una mezquita de Sudáfrica. Amina también ha colaborado con la malasia Zainah Anwar para fundar la organización Sisters in islam, que desde 1988 trabaja para promover la igualdad de género dentro del islam en Malasia, luchando contra leyes patriarcales como las que permiten la poligamia o el matrimonio infantil, que se han justificado en la religión islámica.

En el mundo árabe, mujeres de Argelia, Marruecos y Túnez sacaron adelante en 1995 la iniciativa “Mujeres viviendo bajo las leyes musulmanas” para cambiar los códigos de familia patriarcales de sus países, rechazando su fundamentación en los textos sagrados. Recogieron más de un millón de firmas en Marruecos para la reforma del código de familia marroquí, con las que lograron la aprobación de su reforma entre 2003 y 2004. En Túnez se han dado grandes avances legales tras las protestas que lograron la democracia en 2011: la Constitución de 2014 recoge la paridad de género en listas electorales, se ha eliminado la ley que prohibía a mujeres casarse con hombres no musulmanes y se ha aprobado una ley contra la violencia de género.

Más recientemente, en 2009, nació una organización feminista islámica mundial, Musawah (‘igualdad’ en árabe). Surgió de la mano de las fundadoras de la organización Sisters in islam y tiene presencia en Egipto, Reino Unido, Turquía, Indonesia, Irán o Catar. Musawah tiene como objetivo luchar por los derechos de las mujeres, la igualdad y los derechos humanos dentro de un marco de tradición islámica. Para conseguirlo, coordinan sus acciones con ONG locales y difunden material didáctico para dar a conocer a las mujeres musulmanas una interpretación no patriarcal de sus derechos. En palabras de su cofundadora, la malasia Zainah Anwar, “cuando se exponen a este nuevo conocimiento se sienten engañadas. Todos estos años creyeron que su sufrimiento en forma de abandono, poligamia y palizas fue en nombre de Dios”.

Todavía queda mucho por hacer para reducir la brecha de género en países musulmanes de Oriente Próximo, Asia y el norte de África. Cambiar este mapa es uno de los objetivos del feminismo islámico.

El feminismo islámico ha organizado hasta la fecha cuatro congresos internacionales con el fin de consolidar el feminismo islámico como alternativa a los discursos patriarcales que han dominado el islam. Los cuatro congresos se han celebrado en España entre 2005 y 2010. El primero, que tuvo lugar en la ciudad de Barcelona, contó con la asistencia de feministas musulmanas de multitud de países del sudeste asiático, África, Oriente Medio y Europa, y entre ellas Amina Wadud, que además pronunció el sermón del viernes para un público no mixto. El IV Congreso Internacional de Feminismo Islámico,  que se celebró en Madrid, es el último celebrado hasta la fecha y el que reunió más participación. 

Para ampliar: “Reivindicaciones del feminismo islámico”, Abdennur Prado en IEMed, 2011

Las mujeres musulmanas también quieren ser protagonistas

Ya durante las revueltas árabes de 2011, la presencia femenina no fue escasa ni testimonial. Años más tarde, en 2018, un nuevo ciclo de protestas ha sacudido Oriente Próximo y el Magreb. En Sudán, la joven estudiante Alaa Salah se subió encima de un coche a cantar contra el Gobierno, convirtiéndose así en el icono de las revueltas que terminaron con la caída del dictador sudanés Omar Al Bashir en abril de 2019.

Las protestas de 2011 también llegaron a Arabia Saudí, inspirando a las mujeres saudíes para poner en marcha el movimiento Women2Drive por su derecho a conducir. Las mujeres saudíes gozan de escasos derechos y las activistas sufren una fuerte represión, ya que su país es uno de los más autoritarios de la región y en él impera una visión muy rigorista del islam. Sin embargo, y aunque haya sido a modo de lavado de cara del régimen, las mujeres saudíes consiguieron el derecho a conducir en 2018.            

La periodista feminista y musulmana egipcia Mona Eltahawy, que sufrió una violación por parte de agentes de policía durante las protestas de 2011 en Egipto, ha defendido que las revoluciones deben poner su objetivo más allá de los dictadores gubernamentales. Opina que las mujeres árabes deben const ruir una revolución sexual que las libere de “los dictadores del dormitorio” que anulan sus cuerpos y su libertad. Eltahawy, que no se considera estrictamente feminista islámica —aunque pertenece al movimiento Musawah, aboga por el entendimiento de todos los frentes del feminismo.

Algo parecido defiende la médico marroquí Asma Lamrabet, conocida por sus relecturas feministas de los textos islámicos. Aunque Lamrabet critica el paternalismo colonial de cierta parte del feminismo occidental, llama a la lucha conjunta entre todos los feminismos. Para Lamrabet, todos los feminismos comparten los principios universales de libertad, dignidad, autonomía e igualdad, pero se constituyen en diversos modelos de lucha, puesto que cada contexto debe generar sus estrategias particulares. 

En una línea más crítica y menos intermedia que Eltahawy, hay feministas tanto occidentales como originarias de contextos musulmanes que consideran el feminismo islámico una contradicción. Incluso se ha criticado al feminismo islámico por su supuesta relación con el islam político, interpretándolo como una tapadera de este movimiento. Sin embargo, el islamismo radical suele ser conservador e interpreta el Corán de forma patriarcal y literal, y está en claro conflicto ideológico con el feminismo islámico.

Para ampliar: El Corán y las mujeres. Una lectura de liberación, Asma Lamrabet, 2011

La negación de la libertad espiritual

Otro de los motivos por los que las feministas musulmanas luchan por reinterpretar los textos sagrados es que la islamofobia les ha negado su libertad espiritual. Algunos partidos de ultraderecha europeos, como la Reagrupación Nacional francesa, la Liga italiana o Vox en España, se han opuesto a la inmigración argumentando que los hombres musulmanes son depredadores sexuales que vienen a imponer el velo a “nuestras mujeres”. Esta islamofobia de género se ha definido como “femonacionalismo”, un discurso que usa el feminismo para lanzar discursos racistas e islamófobos y extender la idea de que el islam es intrínsecamente conservador y peligroso para las mujeres. 

Aunque sea la ultraderecha la que más al descubierto deja su islamofobia, las feministas musulmanas denuncian que en Europa también existe islamofobia institucional, que posibilita, por ejemplo, que la justicia europea permita que las empresas puedan prohibir el velo en horario de trabajo. Las sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea de marzo de 2017 sobre esa materia se amparan en la “neutralidad religiosa” o en el derecho de las empresas a preservar sus normas de vestimenta, e indicaron que debe ser un tribunal local el que dictamine si tal restricción es o no discriminatoria. Sin embargo, eso genera ambigüedad sobre el uso del velo, permitiendo a las empresas actuar con cierta arbitrariedad. Así, en Occidente el discurso islamófobo ha permeado socialmente más allá de la ultraderecha, creciendo notablemente desde las últimas décadas.

Mujeres musulmanas en una manifestación en Montreal, Canadá, en 2013, contra la propuesta legislativa de la Carta de Valores Quebequenses. La Carta se tachó de islámófoba por, entre otras cosas, prohibir el uso del hiyab, y no llegó a aprobarse. Fuente: Flickr

La pensadora decolonial Sirin Adlbi, de nacionalidad española y ascendencia siria, propone superar el debate de la contradicción porque lastra e invisiviliza las luchas por la igualdad dentro del islam. Adlbi plantea incluso ir más allá del feminismo islámico y caminar hacia un marco propio de pensamiento islámico decolonial. Es decir, descolonizar el islam, que Adlbi entiende como igualitario de por sí sin necesidad de acudir al feminismo islámico. Sin embargo, su mensaje de igualdad y libertad también aboga por un entendimiento entre el feminismo islámico y el occidental, respetando las diferencias culturales y cuestionando las fórmulas de solidaridad paternalistas.

Para ampliar: La cárcel del feminismo. Hacia un pensamiento islámico decolonial, Sirin Adlbi Sibai, 2016

Muchas feministas islámicas consideran que entenderse y respetarse entre los distintos feminismos en todo el mundo dotará de mayor fuerza al movimiento, tanto a nivel local como global. Es por eso que buscan superar el debate sobre la compatibilidad entre feminismo e islam y plantean la descolonización del feminismo desde posturas tan diversas como las de Mona Eltahawy, Asma Lamrabet o Sirin Adlbi. Luchan contra el patriarcado musulmán porque son discriminadas por ser mujeres y luchan contra la islamofobia porque también son discriminadas por ser musulmanas en Occidente. Para las feministas islámicas, llevar hiyab no conlleva una opresión como tal, como en ocasiones han dado a entender algunas feministas occidentales, sino que lo importante es que quien lo use lo haga libremente, y no por una imposición. Entender que las mujeres en cualquier punto del mundo deben ser libres de elegir es darle una merecida victoria a la empatía.          

Para ampliar: “De velos y empatía”, Leila Nachawati en eldiario.es, 2019

Javier Blanco

EL ORDEN MUNDIAL https://elordenmundial.com/
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