Los mineros asturianos proponen emplear uno de los pozos de extracción de carbón como depósito para almacenar productos sanitarios

Dicen los vecinos que bajo sus pies el terreno es como un queso Gruyere. Asturias cuenta con más de 4.000 kilómetros de pozos horadados para minas, una industria que fue el sustento de vida en la zona durante décadas, símbolo de la clase obrera española y de su lucha. En las cuencas mineras crecieron pueblos enteros en torno a los pozos de carbón, pero desde que en el año 2010 se decidió acabar con esta industria, muchos vecinos han tenido que marcharse o jubilarse. Ahora, los que quedan buscan la manera de levantar la cuenca aprovechando unas instalaciones que todavía se conservan.

 

La última gran idea surgió durante la crisis sanitaria del coronavirus. La escasez de material sanitario, especialmente al principio del confinamiento, hizo que los mineros se fijaran en Finlandia, donde existía un gran depósito de productos sanitarios en un búnker de la Segunda Guerra Mundial. Ahora el sindicato de mineros SOMA-FITAG-UGT y el Ayuntamiento de Aller se han convertido en los principales impulsores de un proyecto que busca copiar el modelo finlandés e instalar un gran almacén sanitario en uno de los pozos de la cuenca minera.

De momento el proyecto se encuentra en fase inicial. El Ministerio de Industria cuenta con un informe técnico sobre la viabilidad de utilizar el Pozo Santiago como posible depósito sanitario, unas instalaciones que ocupan más de 150 kilómetros de pasillos bajo tierra a casi 650 metros de profundidad. “En cada planta hay salas de baterías de 100 metros de largo por 6 de altura que bien podrían albergar una nave. Un tercio de la capacidad de las galerías es utilizable para hacer el almacén”, explican algunos trabajadores.

Bru Rovira conversa con David, Mauro y David, tres mineros trabajadores de Hunosa que sueñan con instalar un almacén sanitario en el Pozo Santiago para generar trabajo en la zona.

Pero este no es el único proyecto que se prevé para reactivar la zona. “Llevamos treinta años buscando alternativas, y pocas llegaron”, se queja David, que trabaja haciendo labores de mantenimiento en el Pozo Santiago. Frente a la despoblación y la falta de trabajo para los jóvenes, los vecinos están llenos de intenciones para reactivar la zona. Se plantean, por ejemplo, utilizar el agua de los pozos para crear energía geotérmica, emplear las galerías de la mina como lagares para elaborar sidra o incluso crear un centro de procesamiento de datos en las profundidades de los pozos.

Algunos mineros temen, sin embargo, que la idea del almacén sanitario acabe en nada, como ocurrió con muchos otros proyectos que se plantearon anteriormente. Cuando en el año 2010 en Europa se toma la decisión de cerrar las minas, el desmantelamiento en 2018 iba acompañado de un plan de reconversión industrial. Los famosos fondos mineros iban a utilizarse para formar trabajadores, prejubilar a otros y atraer empresas a la zona. Lo que ocurre es que de momento este dinero no se ha utilizado para generar una actividad alternativa a la minería; no ha repercutido en el trabajo de la gente y algunos vecinos tienen ahora la sensación de que la famosa reconversión ha fracasado y han quedado abandonados. “Con tanto que los mineros y nuestras familias le hemos dado a este país, es de justicia social que algo ahora revierta algo en estos territorios y no queden en el olvido, que no queden desérticos”, reivindica un trabajador del Pozo Santiago.

Fabián, de 35 años, recuerda su último día como minero en el Pozo Santiago de Hunosa (Aller, Asturias): «Teníamos que luchar y decidimos encerrarnos en el pozo con otros cuatro compañeros. Conseguimos el compromiso de tener trabajo hasta 20

 

Pilar y Piedad, toda una vida al lado de la mina

Pilar y Piedad, dos hermanas de 90 y 93 años nacieron y crecieron en Bustiello, el primer poblado minero de la cuenca. El pueblo lo hizo construir el marqués de Comillas, propietario de una de las primeras explotaciones mineras, para que los mineros y sus familias vivieran justo al lado del pozo. Allí tenían su iglesia, las escuelas (la de niños con curas, la de niñas con monjas), el médico, el economato… en una forma de “paternalismo empresarial”, como ellos dicen, en el que las jerarquías estaban claras: la gran torre del ingeniero jefe presidía, elevada, el poblado.

 

FOTO:David, Mauro y David, trabajadores de Hunosa, en las instalaciones próximas al Pozo Santiago. / V.R.

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