El manifiesto contra el confinamiento supuestamente firmado por miles de científicos no muestra las firmas (a 14 de octubre) y propone una alternativa con un alto riesgo para la población vulnerable

Muchas de esas firmas son falsas o imposibles de comprobar ya que cualquiera puede adherirse al manifiesto simplemente registrando una dirección de correo válida

En los últimos días se ha movido y compartido un manifiesto, titulado La Gran declaración Barrington, en el que supuestamente miles de personas, entre ellos miles de científicos (a 14 de octubre van, según el contador de su web que no hay forma de verificar, «440.225 ciudadanos preocupados, 9.441 científicos y 24.794 profesionales médicos»), se oponen a los confinamientos como medida de prevención contra la COVID-19. Este documento y sus firmas han sido compartidos por medios de comunicación, cargos políticos y negacionistas de la pandemia.

Pero muchas de esas firmas son falsas o imposibles de comprobar ya que cualquiera puede adherirse al manifiesto simplemente registrando una dirección de correo válida. Tal y como cuenta Sergio Ferrer en este artículo de Eldiario.es, entre los firmantes se podían encontrar nombres como el Profesor Bacterio (el científico de Mortadelo y Filemón), Los del Río (de la Universidad Dale a tu Cuerpo Alegría Macarena), el Doctor Persona Nombrefalso o el Doctor Johnny Bananas, que figura como experto «en sumas difíciles». 

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El medio anglosajón Skynews también analizó el listado de firmas y, a 9 de octubre, encontró al menos 18 homeópatas (la homeopatía es una pseudoterapia sin evidencia científica), así como masajistas, hipnotizadores e incluso un cantante de ritmos mongoles que se describe como «terapeuta acústico».

A día 14 de octubre, después de varios días circulando contenidos con las supuestas miles de firmas, la mayoría de ellas no están visibles. Según se puede leer en la web del manifiesto «esta será actualizada con una lista estática de firmas verificadas y aprobadas cuando el tiempo lo permita».

¿Quién está detrás del manifiesto?

Sin embargo, no todas las firmas de la lista son falsas y algunas sí pertenecen a científicos reconocidos. En concreto hay 35 cofirmantes destacados cuya experiencia científica, muy variada, se destaca en la web del manifiesto: microbiólogos, epidemiólogos, estadísticos, genetistas, psiquiatras, biofísicos, matemáticos, pediatras… Prácticamente todas las ramas de la ciencia están representadas.

Como destaca Ferrer en su artículo, entre los firmantes hay incluso un premio Nobel: Michael Levitt, premio Nobel de Química en 2013. Sin embargo, ya hemos explicado alguna vez que da igual que una afirmación la diga un Premio Nobel si no se basa en evidencias científicas. Levitt lleva subestimando la COVID-19 desde el comienzo de la pandemia: aseguró que en Israel no morirían más de 10 personas por esta enfermedad (ya van más de 2.000 según los datos de la Universidad Johns Hopkins) o que el virus está mutando para ser menos letal, entre otras afirmaciones sin evidencias.

¿Por qué los firmantes se oponen a los confinamientos?

El manifiesto asegura que las políticas de contención del SARS-CoV-2 basadas en los confinamientos tendrán consecuencias peligrosas para la salud mental de los ciudadanos y la salud pública, y defienden que «mantener estas medidas hasta que haya una vacuna causará un daño irreparable y los menos privilegiados sufrirán el daño de forma desproporcionada».

En cambio proponen una estrategia llamada Protección Focalizada: «la alternativa más compasiva que equilibra los riesgos y los beneficios de alcanzar la inmunidad de grupos es permitir a aquellos que tienen un mínimo riesgo de morir que vivan su vida con normalidad para ir construyendo esa inmunidad de grupo a través de la infección natural, a la vez que protegemos mejor a los que tienen un riesgo más alto«.

Ya no se imponen confinamientos estrictos generalizados

Es cierto que los confinamientos son medidas preventivas con consecuencias negativas. En Maldita Ciencia hemos hablado en varias ocasiones de cómo afrontar los problemas de salud mental que pueden conllevar, por ejemplo.

De hecho, cuando se decretó el confinamiento generalizado en España en el mes de marzo, el objetivo era aplanar la curva de casos para evitar el colapso sanitario y cuando se consiguió comenzó el desconfinamiento, que solo se ha vuelto a plantear en casos concretos por contacto con una persona infectada.

Es decir, que la estrategia que están siguiendo ahora los países no es, como se señala en el manifiesto, «mantener estas medidas hasta que haya una vacuna», sino impulsar otras medidas como los testados y rastreos y las medidas que favorecen la distancia social.

Adquirir la inmunización padeciendo la enfermedad es un riesgo muy importante para la población

La inmunidad de grupo de la que se habla en el manifiesto es un concepto epidemiológico conocido basado en que la inmunización de la mayoría de la población frente a una enfermedad infecciosa por la exposición al patógeno causante protege también a aquellos individuos que no pueden exponerse a esa patógeno de forma segura. En este artículo de la revista científica The Lancet puedes leer un recorrido histórico sobre este concepto.

Se considera que para alcanzar ese nivel de protección generalizada entre un 60% y un 70% de la población debe tener anticuerpos contra el coronavirus para alcanzar la inmunidad de grupo, según ha explicado el director del Instituto de Virología del hospital Charité de Berlín Christian Drosten en una entrevista en The Guardian.

No obstante, Drosten aclara que es no es tan sencillo como alcanzar esa cifra a nivel nacional, regional o incluso provincial. Dado que la población inmunizada no es homogénea y por la movilidad humana, hay personas que una vez se alcance la inmunidad de grupo en una zona podrían infectarse e iniciar nuevos brotes entre las personas no inmunizadas en otra zona.

En cualquier caso, estamos lejos en España de alcanzar esas cifras. Tal y como dicen los autores del artículo de The Lancet, «estudios realizados en junio y julio arrojan dudas sobre la perspectiva de la inmunidad de grupo: a pesar de meses de exposición, los test de anticuerpos encontraron una seroprevalencia baja, por debajo del 10%, en ciudades de España y de Suiza».

Y a pesar de ello, el número de víctimas es alto: 896.000 casos y 33.200 fallecidos en España según los datos de la Universidad Johns Hopkins.

Por este motivo la Sociedad Española de Inmunología explicaba a Maldita Ciencia que «adquirir la inmunización padeciendo la enfermedad supone un riesgo muy importante para la población, si consideramos que aproximadamente el 20% de los infectados [con síntomas] requieren ingreso hospitalario y que, de los ingresados, un 5% llegan a fallecer. Desafortunadamente, los tiempos de desarrollo y producción de una vacuna son largos y debemos esperar. Mientras tanto, se deben mantener las medidas de distanciamiento y confinamiento para evitar una infección que ha causado tanta mortalidad».

Otras objeciones al manifiesto: el problema de las reinfecciones y de los grupos no cerrados

Existen más motivos por los que una estrategia de Protección Focalizada como la que defiende el manifiesto parece una buena idea en teoría pero no tanto en la práctica.

Para empezar porque la inmunidad de grupo, especialmente si no hay vacuna, depende entre otras cosas de que una vez superada la enfermedad no haya posibilidad de reinfección, y con la COVID-19 de momento no hay evidencias científicas que garanticen que los pacientes curados no puedan volver a infectarse. De hecho recientemente se han confirmado algunos casos de reinfección en los que la segunda vez que se padeció la enfermedad fue más grave que la primera. Puedes leer sobre ellos en este reportaje que ha publicado Materia, la sección de ciencia de El País.

Además, la Protección Focalizada, es decir, la de exponer al virus a la población más joven y sana y proteger a la más vulnerable y mayor, se basa en la idea solo sostenible en la teoría de que se pueden hacer grupos cerrados que permanecen cerrados siempre. En el reportaje de Eldiario.es que mencionábamos al principio de este artículo, Adrián Hugo Aguinalde, director del Observatorio de Salud Pública de Cantabria, explicaba que «los firmantes parten de la teoría de que existen ámbitos cerrados que pueden mantenerse así, cuando los epidemiólogos de campo sabemos que hasta el espacio más cerrado es abierto porque sus trabajadores entran y salen».

Una estrategia «carente de ética» según la OMS

Por todos estos motivos, tratar de lograr la inmunidad de grupo en ausencia de una vacuna no solo parece un objetivo imposible sino que supondría un enorme riesgo para la población más vulnerable. Por eso Tedros Adhanom, director general de la OMS, ha dicho este fin de semana que «la inmunidad de grupo se consigue protegiendo a la gente de un virus, no exponiéndola a él» y insistió en que esta estrategia, en su opinión «carente de ética» y que nunca ha sido usada en la historia de la salud pública.

80 científicos se oponen a la inmunidad de grupo

Un grupo de 80 investigadores ha publicado una carta abierta contra la propuesta de permitir la libre infección para alcanzar la inmunidad de grupo por ser «una falacia peligrosa no apoyada por la evidencia científica«. Estas firmas, a diferencias del manifiesto anticonfinamiento, son todas visibles, son de científicos de instituciones reconocidas y es una lista cerrada en la que no se puede apuntar cualquiera.

La transmisión descontrolada del virus en personas jóvenes supone un riesgo importante de enfermedad y muerte a toda la población, aseguran los firmantes de la carta publicada en la revista científica The Lancet. «La evidencia del mundo real en muchos países muestra que no es posible restringir brotes descontrolados a ciertos grupos de la sociedad y es prácticamente imposible y altamente inmoral aislar a grandes franjas de población», dice la carta.

Los autores también señalan que no hay evidencia de una inmunidad duradera tras pasar una infección del coronavirus y advierten que la inmunidad resultado de una infección natural del coronavirus no acabaría con la pandemia sino que daría lugar a olas de infección a lo largo de varios años.

La carta concluye que «la evidencia es muy clara: controlar la propagación comunitaria de COVID-19 es la mejor manera de proteger nuestras sociedades y economías hasta que lleguen vacunas y terapias seguras y eficaces en los próximos meses. No podemos permitirnos distracciones que socaven una respuesta efectiva. Es esencial que actuemos urgentemente basándonos en las evidencias». *

* Actualizado el 15 de octubre con la carta publicada en The Lancet.

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