Hay políticos en este país, que cuando no están en activo, se dedican con precisión de cirujano a diseccionar la realidad que pudieron cambiar pero no se molestaron en hacerlo.

La reflexión viene a cuenta de las declaraciones de Albert Rivera que anda poniéndole chinitas en el camino a Inés Arrimadas aprovechando que Ciudadanos ha apoyado que los Presupuestos Generales del Estado pasen a la siguiente fase. No sé bien si don Albert, que ahora ejerce de gurú motivacional (metáfora de vendedor de humo embotellado calidad suprema), se ha planteado en algún momento que esto no estaría sucediendo si, hace dos años, hubiese llegado a un acuerdo con Pedro Sánchez evitando nuevas elecciones. En aquel tiempo en que juntos sumaban 180 diputados y decidió suicidarse políticamente. Lo cual que, si hubiese obrado conforme al mandato de las urnas, España estaría gobernada por la socialdemocracia y no se necesitaría del apoyo de indeseables para garantizar unas cuentas que respondan a esta crisis. Tampoco Ciudadanos estaría pasando por este proceso de re-fundación encubierto que no está claro que tenga porvenir; no por incapacidad de Arrimadas (que está dando la cara, arriesgándolo todo y mostrando un perfil de estadista verdadera que debiera servirle para concitar apoyos suficientes en torno a su liderazgo) sino porque Rivera, a medio camino entre la inconsciencia y la soberbia, dinamitó el porvenir de Ciudadanos y abandonó el barco, como un mal capitán que salta antes de que se hunda el navío, condenando al partido a ocupar un lugar irrelevante. En ese mismo instante perdió la credibilidad para hablar de dignidad y de coherencia, circunstancia que ha consumado en esta cotidianeidad en la que viene rentabilizando lo que pudo ser y nunca fue para tener presencia en los medios y vender, lo mismo su bufete que un innecesario libro nuevo.

Hoy Rivera se ha convertido en un jarrón chino al que ni siquiera sus compañeros de anteayer saben bien dónde ubicar (lo mismo que Rosa Díez o toda esa nómina de ex mandamases mediáticos que se pierden en los anaqueles del tiempo) toda vez que sus declaraciones defraudan permanentemente porque evidencian que han perdido la perspectiva de la realidad en un momento crítico en que sólo el máximo consenso y el diálogo de los demócratas puede salvarnos del desastre económico que también nos ha traído esta pandemia miserable. Por eso, dejarse engañar por el voto positivo de los radicales de Bildu o de los independentistas de Esquerra Republicana a los presupuestos (unos votos no pedidos y que no eran necesarios por mucho que se manipule desde Podemos, conste) es comerse el caramelo envenenado que nos está regalando Echenique y los hooligans podemitas que tan preocupados están, no vaya a ser que Sánchez se centre, evite la deriva radical y se les vaya el chiringuito a hacer puñetas. Al margen de los pactos, a Inés Arrimadas le toca intentar reflotar el barco y recuperar el espacio político que Rivera fue perdiendo con sus ataques de arrogancia y su incapacidad para el diálogo. Lo tiene complicado con un PP que va dándose cuenta de que escorarse a la ultraderecha fue el peor error que podía cometerse. Pero es ya el colmo que su antaño mentor y adláteres vayan abriéndole vías de agua a cañonazos haciendo buena aquella frase de Pío Cabanillas de “cuerpo a tierra, que vienen los nuestros”.

foto: https://elpais.com/espana/2020-11-12/el-divorcio-de-rivera-y-arrimadas.html

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