«Antes de que lleguen las vacunas de verdad necesitaríamos otra capaz de atenuar nuestro legítimo entusiasmo. Un pinchazo que nos recuerde que el inminente futuro no es aún presente», la polémica del día de Isaías Lafuente

Los sucesivos anuncios sobre la eficacia de las vacunas en marcha, una cierta contención en la expansión del virus y el acortamiento de los plazos y los planes anunciados por el Gobierno para realizar la vacunación han suscitado una sensación de entusiasmo en una ciudadanía cansada y necesitada de buenas noticias. Convendría recordar que algo semejante sucedió con la llegada del verano y la relajación en la desescalada fue la semilla de la segunda ola.

Así que antes de que lleguen las vacunas de verdad necesitaríamos otra capaz de atenuar nuestro legítimo entusiasmo. Un pinchazo que nos recuerde que el inminente futuro no es aún presente, que el virus sigue activo, que seguirá actuando en los no protegidos aun cuando se produzca la primera vacunación masiva y que rondará aún por otras latitudes, buscando un camino de vuelta, aunque aquí hayamos conseguido la deseada inmunidad de grupo. Es lo que tienen las pandemias. Conviene, pues, no bajar la guardia. Y se aproximan fechas propicias para hacerlo. Y los responsables públicos deberían recordarnos que el corto camino será todavía largo. Si consiguieran una eficacia semejante a la de las vacunas en marcha en este empeño, ya nos daríamos con un canto en los dientes.

 
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