En muchos hogares españoles, este año, habrá habido sillas vacías en la cena de Nochebuena. Algún o algunos familiares habrán faltado a la mesa.

Esta Navidad se recordará siempre como la de la pandemia. Para algunos todo habrá quedado en los aplausos a las 8, los bulos en las redes sociales y el pan hecho en casa. Demasiado dolor para que quede así. Porque, para otros ha significado una tragedia humana de grandes dimensiones. Muy poco se ha hablado de las víctimas. La gran cantidad de información o desinformación que nos llegaba nos hacía pensar que los fallecidos sólo eran fríos datos de una estadística. Y no es así, cada uno tenía su rostro, nombre, apellidos, DNI, y una historia personal interrumpida.

En muchos hogares españoles, este año, habrá habido sillas vacías en la cena de Nochebuena. Algún o algunos familiares habrán faltado a la mesa. Unos por no contagiar, otros, porque se los ha llevado el maldito virus. Estos serán especialmente llorados. En otras moradas, habrán tenido que lamentar, además, el cierre de aquel negocio familiar que no sólo había mantenido a generaciones sucesivas: hijos, nietos, bisnietos…, sino que había creado no pocos puestos de trabajo. Y en muchas, habrán sufrido el paro de algunos de sus miembros. ¡Qué lástima! Pero, de nada nos sirve lamentarnos si no somos capaces de extraer un aprendizaje de esas vivencias. ¿Hemos pensado en lo que hemos contribuido a ello con nuestras actuaciones? Según datos aportados por el Consejero de Presidencia de la Junta de Andalucía, el 65% de los pacientes que se debaten entre la vida y la muerte en las UCIS son personas que han sido contagiadas por sus hijos y nietos. Es decir, dos de cada tres. Y no podemos olvidar que muchos de ellos tuvieron el coraje y la valentía de levantar España con su sacrificio tras una guerra civil devastadora y en unas condiciones deplorables de miseria y analfabetismo. Y además sometidos a un régimen dictatorial. Muchos habrán recordado en su cena de Navidad la gran lección que nos dieron. Y, posiblemente, habrán tenido que lamentar que el abrazo que les dimos tras aquella fiesta o botellón fue el último que pudimos darle.

Somos muy aficionados a culpar a los demás de todos nuestros males, pero debemos apelar también a nuestra responsabilidad individual y colectiva.

En cambio, en otras muchas viviendas se habrá recordado el comportamiento heroico de muchos integrantes de nuestra sociedad civil. Somos un gran pueblo. Sanitarios, fuerzas y cuerpos de seguridad, militares, bomberos, maestros, sacerdotes, periodistas, transportistas, personal de la banca, de tiendas de comestibles y supermercados. Y otros de los que me haya podido olvidar, han contribuido con su esfuerzo a luchar contra la pandemia. Mi agradecimiento a todos ellos.

José Vaquero Sánchez

foto: Navidad con COVID. / GETTY

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