Hasta 1954 y formándo parte de la fisonomía de Atarfe se encontraba el conocido por todos los atarfeños como “EL ALAMO GORDO”.

Era un ejemplar de plátano que se encontraba en la Plaza San Miguel y que durante un año fue, no sólo tema de conversación entre los vecinos del pueblo sino también el eje de una dura polémica entre vecinos y Ayuntamiento.

El 19 de Enero es enviado al Ayuntamiento un escrito en el que un grupo de vecinos de la Calle San Miguel, solicitaba que el “ALAMO GORDO” fuese talado. El principal argumento era que las enormes raíces del árbol provocaban importantes desperfectos en las viviendas
cercanas a él.

El tema considerado de interés municipal fue llevado a pleno y en él se acordó por unanimidad proceder a la tala del “ALAMO GORDO”. Esta operación se llevaría a efecto al finalizar el verano, para de este modo, aprovechar un año más, el último, la sombra de sus ramas.
Este acuerdo que se hizo público el día 3 de Junio fue muy mal acogido por una gran parte de los vecinos del pueblo y aunque las voces en la calle manifestaban su desacuerdo con la decisión tomada, ninguna fue hecha oficial salvo la de un grupo de intelectuales atarfeños, entre los que se encontraban D. José Prados Picazo, que en el mes de Septiembre enviaron al Ayuntamiento un escrito, el cual por su contenido y por la sensibilidad que encierra me permito reproducir casi en su totalidad.

“Los que suscriben naturales y vecinos de Atarfe, sin otra idea que la de un profundo amor a nuestro pueblo, elevamos a la consideración
de esa Corporación Municipal de su digna Presidencia, este escrito con la finalidad que a continuación exponemos:
Llega a nuestros oidos con la consiguiente tristeza, el designio de ese Ayuntamiento, como consecuencia de otro escrito, de segar para siempre la vida del célebre “ALAMO GORDO”. Se trata de un árbol tricentenario, un magnifico ejemplar de plátano de abundante  follaje, buen desarrollo y hermoso aspécto, que forma además el único marco ornamental y decorativo que exorna el fondo de la Plaza de la Iglesia y que por eso y por las generaciones que ha visto desfilar su fronda, afecta a la fisonomía de la susodicha Plaza y por ende al colorido y silueta del pueblo.

Solemnemente se celebra en Norteamérica, la Fiesta del Árbol, para enseñar a chicos y grandes a respetar el árbolado que tantos bienes ha reportado siempre a la humanidad, inculcándoles la veneración que debemos tener a los árboles y el cariño que debemos sentir hacia ellos.

En España y otros países va arraigando tan simpática fiesta gracias a la iniciativa de algunos Ayuntamientos, entre los que se contó, hace ya bastante años, el pueblo de Atarfe. Al analizar por tanto la posible sentencia de muerte del “ALAMO GORDO”, solicitamos de ese Ayuntamiento, acogedor de causas nobles el indulto de este árbol singular, con la revocación del acuerdo. Uno de los actos más nobles del hombre es rectificar cuando puede haberse equivocado en alguna de sus determinaciones y, conocedores del carácter de ese Ayuntamiento Municipal, asi lo esperamos.

Esa Corporación Municipal es digna de alabanza por otros conceptos como el de la urbanización de calzadas que está llevando a efecto,
y nosotros lo reconocemos y la felicitamos; pero al mismo tiempo le encarecemos no quiera cargar sobre sí con una determinación de la
que no podemos decir lo mismo, y que tampoco comparten opiniones valiosas de hijos de Atarfe, que estiman de poca solidez las razones que invocan los firmantes del otro escrito.

Solicitamos pues clemencia para este árbol centenario y por ello venerable. Es acreedor de nuestra simpatía, no sólo por su ancianidad, sino también porque, a través de su sombra, como en la de los cipreses, imaginamos aún aletear el espíritu de nuestros mayores que ya transpusieron los linderos de la vida terrena, nuestros antepasados, entre los que contamos a nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros hijos, nuestras esposas…

No podemos menos de imaginarles en nuestros recuerdos, cobijados bajo la fronda de este árbol para alivio de sus frentes sudorosas
remontando las horas de los días del estío atarfeño. Las señales de vejez que empiezan a aparecer en el tronco del árbol que nos ocupa,
son motivos aún mayores para cuidarlo, conservarlo y restaurarlo.

Mirad un ejemplo: El ÁRBOL DE TACUBA en Méjico, que dio cobijo a Hernán Cortés, cuando lloraba después de ser vencido por los mejicanos y que fue denominado “ EL ÁRBOL DE LA NOCHE TRISTE”, se le atribuyen hoy nada menos que seis mil años de existencia. Cuando este árbol llegó a enfermar y a encontrarse en mal estado, fue consultada una Comisión Internacional de Botánicos, cual si se tratara de una Consulta de Médicos, que le aplicaron inusitados cuidados juntamente con la apertura de zanjas con objeto de aumentar la humedad necesaria para su vida, consiguiéndose al fin prolongar su existencia.

El LAUREL DE VIRGILIO, plantado por Petrarca en la sepultura del poeta de Mantua, existe todavía. Así mismo en España, el LAUREL DE LA ZUBIA, entre cuyas ramas se guareció la reina Isabel la Católica; y el ÁRBOL DE GUERNICA que por celebrarse en él unas Juntas, constituye lo más célebre de esta Villa de la provincia de Vizcaya.

Nos haríamos interminables consignando ejemplos de árboles célebres: El TILO DE JICINOVES en Austria, en cuyo tronco hueco se ha colocado un altar con una imagen religiosa o el MANZANO DE NEWTON donde el sabio descubrió La ley de la Gravitación Universal.

Reconocemos que el árbol de Atarfe no tiene la importancia de los consignados, sin embargo, es justo reconocer su vetustez, su singularidad y su tradición. Cuando se viene de fuera después de un tiempo de ausencia, todo atarfeño al contemplar a lo lejos el bello conjunto de la iglesia, torre, ALAMO GORDO y otros elementos decorativos del conjunto urbano de Atarfe, experimenta una emoción que le llena el alma de regocijo sentimental. No podríamos menos, si faltara el árbol de cambiar ese regocijo por la tristeza del vacío de su ausencia. Quizás en un sueño de la fantasía llegaremos a entrever las campanas de la torre doblar por la pérdida del consorte y compañero de tantos años.

Esperamos con confianza no se volverá a pensar en lo que nos llena de amargura, por atentar contra un elemento lleno de tradición y que como pensara S. Francisco de Asís, también es criatura de Dios. Entre todas las urgencias estéticas de nuestras ciudades y cómo apremiante necesidad económica y social, tenemos que dejar bien clavada en la memoria de chicos y grandes, que debemos estar siempre preparando viveros y plantando árboles. Y ya para finalizar, resaltar las palabras de un antiguo urbanista que decía que si bien los árboles solos no constituyen el paraíso, también es verdad que sin ellos no es posible imaginarlo.”

Trás la presentación de este escrito, el tema fue nuevamente considerado. El prestigio de los firmantes así como las razones argumentadas, llevaron al Ayuntamiento a replantearse el futuro del árbol.

En el mes de Noviembre un arquitecto inspecciona las viviendas supuestamente dañadas por el árbol, certificando posteriormente que él no estaba en condiciones de demostrar que aquellos desperfectos hubiesen sido originados por el árbol.
Tras este certificado, nuevamente se reúne el Pleno del Ayuntamiento. El 30 de Noviembre deciden de manera definitiva proceder al arranque del “ALAMO GORDO”, ya que el Ayuntamiento había decidido urbanizar la Plaza de la Iglesia y la Plaza San Miguel, y trasladar a esta última una fuente pública.

A mediados del mes de Diciembre fue reclamada la presencia de dos trabajadores expertos en la tala de árboles a los cuales se les encomienda la tarea de llevar a cabo la decisión del Ayuntamiento. La tala, según versión de personas que la efectuaron, fue bastante complicada.

Para poder acceder a las últimas ramas fue necesario colocar una escalera en la cruz del árbol, rodear las ramas con una gruesa cuerda y desviar de este modo su caída, evitando que esta se produjese sobre los tejados de las casas. En la operación participaron 12 personas.
Un buen número de curiosos acudió a presenciar la caída del “ALAMO GORDO” y de este modo ser testigos del final de su historia.

Días más tarde, el sábado 18 de Diciembre, el periódico  Ideal publicaba una crónica firmada por D. José Jiménez Osuna en la que rendía un último homenaje al árbol más conocido y emblemático de Atarfe, un árbol que condenaron sin clemencia y al que casi todos los
atarfeños recordaron durante mucho tiempo.

FUENCISLA MORENO RUEDA

Artículo editado por Corporación de Medios de Andalucía y el Ayuntamiento de Atarfe, coordinado por José Enrique Granados y tiene por nombre «Atarfe en el papel»

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