Francisco Gil Craviotto es uno de los autores locales que, junto al gran poeta Rafael Guillén, ostenta el decanato de los escritores granadinos ampliamente octogenarios (ambos nacidos en 1933).

Es, además, una persona de una bondad y generosidad indiscutibles, lo que hace que se implique para escribirle el prólogo a alguien que publique libro (conmigo lo hizo), llame a autores para colaborar con revistas y libros colectivos (también lo ha hecho, repetidamente, conmigo), se implique en ciclos de actividades culturales, en reivindicaciones, en presentaciones de libros ajenos… Mantiene tal grado de actividad que sorprende en un casi nonagenario, pero él es así y lo será hasta su último aliento.

          Suele enviarme los borradores de sus obras, incluso de las que conserva inéditas, y hay veces en que le tengo que dar un toque, especialmente con las Memorias que está preparando:

          –Pero Paco, ¿cómo vas a poner tal cosa? Mira que te vas a ganar algún enemigo y…

–Mira, estas Memorias no van a conocerse hasta después de mi muerte, así que me importa un comino si alguien se enfada. Seguramente se lo merece.

Cuando vivía en Les Mureux, tras su trabajo, daba largos paseos junto al Sena. Le gusta tanto ese río que a él dedicó su discurso de ingreso en la Academia de Buenas Letras de Granada, leído el 21 de mayo de 2012: “El Sena, río literario”. De sus caminatas junto al río, con su perra Chica, nació un singular libro de estampas literarias que parece contiene mil formas de belleza creativa: las descripciones más elegantes, el paisaje, los tipos humanos, el río y sus barcazas… y como contrapunto, los ojos de su interlocutora, que miran con mirada inteligente, casi humana (perra bilingüe, asegura el escritor). Lo publicó Alhulia (Mis paseos con Chica).

Pero Francisco, o Paco, o el Maestro (solemos llamarlo de las tres formas) perdió a su mascota y después volvió a España, una vez jubilado. Entre otras muchas cosas, trajo otras estampas, inéditas hasta ahora, que aparecen en la colección Mirto Academia, también de Alhulia, dedicada a los libros de los académicos. El verano pasado me pidió un epílogo, que le escribí encantado y que aparece en el libro recientemente publicado.

 

Algunas de las estampas de este libro han aparecido espigadas en algunos libros, ya suyos, ya colectivos, pero ahora aparecen en su contexto y al margen de una selección temática. Un total de cuarenta estampas que oscilan entre el paisaje humano (El mendigo filósofoEl reloj de MeulanLlueveEl pozoEl cementerio de Meulan), el propio Sena (Río Sena¿Padre o madre?Río divino…), los personajes históricos que han tenido algún vínculo con el río (MeriméeGuy de MaupassantColombineManuel Azaña, Azorín…), la flora (El lirio de los vallesLos sauces del SenaLa flor del escaramujoEl chopo del camino…), y la fauna del ecosistema fluvial (Cisnes del SenaMirlos del SenaLas golondrinas«Chica»). Ha tenido la impagable gentileza de dedicarme el texto dedicado a Hemingway.

Un rico anecdotario lleno de sutileza y humanidad, un aura de nostalgia ennoblecedora del recuerdo, un repaso por un paisaje que el progreso ha hecho desaparecer para siempre. Y el sello inconfundible del Maestro. Ni más ni menos que belleza literaria llena de autenticidad y un aire geórgico y rural de cuando salir al campo era aún una actividad que entroncaba al paseante con la verdadera naturaleza. La situación ha cambiado tanto, ha sido tan grave y definitiva la degradación que será difícil que se escriban nuevas estampas como las incluidas en Orillas del Sena, libro que tiene mucho de testimonio de un mundo perdido.

Que la Academia haya publicado este libro, casi nueve años después de su ingreso es un hermoso gesto, pero es sobre todo un acto de justicia.

Alberto Granados

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