Se aplica el sintagma «riesgo de exclusión» a personas ya excluidas como se llama «países emergentes» a los subdesarrollados.

Eufemismos para atenuar la culpa y el miedo: la culpa por lo que les ocurre a nuestros contemporáneos y el miedo a que nos ocurra a nosotros. Actualmente, todos estamos en riesgo de exclusión y de subdesarrollo. Había en Yellow submarine, la película de dibujos animados de The Beatles, una especie de monstruo que se alimentaba del paisaje, al que iba engullendo poco a poco. Cuando se le terminaba el paisaje, se devoraba a sí mismo, deviniendo la pantalla del cine en un rectángulo de un blanco que hería la vista de los espectadores. 
 
El capitalismo financiero es ese monstruo. Hagan ustedes recuento de los trozos de paisaje que han desaparecido desde 2008, cuando comenzó la mal llamada crisis, y comprobarán que hay menos becas, menos asistencia social, menos quirófanos, menos ayuda a la dependencia, menos salarios, menos horas de libranza, menos trabajo, menos camas de hospital, menos solidaridad, menos pensamiento, menos alegría, menos vermuts dominicales, menos calefacción, menos nacimientos, menos Europa, menos familia, menos crítica, menos indignación, menos escuelas. Mucho paisaje ha sido devorado por la economía feroz del nuevo capitalismo, que es muy viejo. 
 
Hace poco, en Torremolinos, un municipio rico del sur de España, una madre y su hija, ésta última en silla de ruedas, decidieron suicidarse juntas porque llevaban varios días durmiendo al raso: habían pasado del riesgo de exclusión a la exclusión en 24 horas. Pobres, ahí estaban completamente subdesarrolladas al modo de los denominados países emergentes. Según un celebrado título de Francisco Candel, cada vez que se mata a un hombre se rompe el paisaje. Cuando se suicidan dos mujeres, madre e hija, la segunda ligeramente discapacitada, también la realidad se rompe como un objeto de cristal. Una vez que el sector financiero nos haya excluido a todos, se excluirá a sí mismo y el mundo quedará como una pantalla de cine iluminada por un proyector sin película.
¿Apocalíptico yo? Asómense a la ventana.
 
Juan José Millás
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