La inmensa mayoría de ciudadanas y ciudadanos compartimos que es el momento de dar un fuerte impulso al sistema educativo, para situarnos en la vanguardia educativa de las próximas décadas.

Mientras la supuesta actualidad política transita por escenarios de cretinas supuestamente libertarias, ególatras engolfados de si mismos y pimpollos dispuestos a sacarse un máster en simpleza argumental, la verdadera y contundente actualidad política y social nos muestra como España ha sido, en este curso que acaba, uno de los pocos países del mundo que ha mantenido abierta su escuela. El 99,8% de las aulas abiertas si que es un dato que acredita la apuesta política por la educación de calidad, más allá de la habitual verborrea vacía de quienes aún suspiran por la ofensiva privatizadora de servicios públicos esenciales.

Como ha señalado el presidente del gobierno, no ha sido fácil, pero, entre todos y todas, hemos sido capaces de superar las mejores expectativas, y figurar a la cabeza de los países que más han trabajado para minimizar el impacto de la pandemia en el ámbito educativo. Todo un logro, del que sentirnos orgullosos, así como de nuestra comunidad educativa, que merece el más rotundo y el más ruidoso homenaje y reconocimiento.

El esfuerzo del gobierno de España se ha dirigido, durante este curso que ya termina, a culminar el reto de la educación telemática de manera ejemplar, buscando siempre la coordinación entre el nivel estatal y el autonómico, a través de varias Conferencias Sectoriales y diversas comisiones, a lo largo de todos estos meses. Una prueba más de que el Estado ha funcionado y funciona, pese a los agoreros vocacionales y a los privatizadores profesionales. En esa línea, debemos avanzar para el nuevo curso, en el que se retornará a la educación presencial y se continuará en la configuración del sistema educativo como una eficaz herramienta de detección precoz de contagios, en un escenario temporal de menor incidencia del virus.

La normalidad académica y social alcanzará su punto culminante con la vacunación de las y los estudiantes de ESO y Bachillerato, antes del inicio del nuevo curso, siguiendo las directrices necesarias de la Agencia Europea del medicamento. Queda acreditado que la apuesta por la educación pública de calidad es algo que supera declaraciones rimbombantes y alusiones generalistas de voceras y voceros sin credibilidad. Implica considerar la educación como una prioridad absoluta de la acción política. Implica movilizar inversión pública para reforzar las plantillas con decenas de miles de docentes de apoyo. Implica apostar por la digitalización y el refuerzo para el alumnado más vulnerable.

Implica, también, aumentar las partidas destinadas a la Formación profesional con cargo a los presupuestos Generales del Estado. Si, aquellos Presupuestos del Estado sobre los que los falsos constitucionalistas de boquilla y de medio pelo, sólo pudieron balbucear soeces críticas a los Grupos parlamentarios que los apoyaron, mientras ellos traicionaban las necesidades (también las educativas) de las españolas y los españoles.

Así que basta ya de mascaradas y de ridiculeces. Sin duda, forman parte de la escenificación grosera de las derechas políticas y mediáticas y sus altavoces de pago. Existe una apuesta política inequívoca, basada en la inclusión, en la calidad y en la equidad. Que parte de la inversión pública para garantizar el acceso y la igualdad, y que desprecia democráticamente la separación y la diferenciación. Y que además, cuenta para ser llevado a cabo con el apoyo extraordinario de los fondos europeos, a través de las inversiones plurianuales prevista en el plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Si, recuerden. Ese plan que acaba de aprobar la Comisión europea, y que está haciendo saltar de sus sillones a las derechas antipatriotas y sectarias, a base de sarpullidos de odio y desprecio hacia el país y sus gentes, que tanto se llenan la boca de defender.

La inmensa mayoría de ciudadanas y ciudadanos compartimos que es el momento de dar un fuerte impulso al sistema educativo, para situarnos en la vanguardia educativa de las próximas décadas. Desterrando caducas formulaciones y elitistas distinciones. Porque la apuesta por la educación de calidad se demuestra con hechos. Hechos tozudos, basados en fuertes convicciones y en grandes inversiones públicas.

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