RELATO EXTRAIDO DEL FACEBOOK DE FUENCISLA MORENO

 
El agua arrastraba todo cuánto encontraba a su paso. Con furia buscaba viejas ramblas, hoy repletas de escombros y suciedad, sorteaba los obstáculos que el hombre había puesto en su camino e intentaba buscar el cauce seco de algún río o de algún riachuelo de los que bajaban por las laderas de las montañas y que, desde el principio de los tiempos, habían recibido gustosos las lluvias que las tormentas de verano dejaban en el lugar.
 
Los relámpagos culebreaban por el cielo oscuro, denso, profundo… los truenos rompían la noche, la lluvia no dejaba de caer y el paisaje cambiaba rápida y peligrosamente.
 
Los ríos vieron aumentar su caudal, los arboles, arrancados violentamente de la tierra, iban a la deriva dejando trozos de su vida en aquel azaroso y trágico viaje. Los troncos y el follaje de las ramas taponaron los ojos de los puentes y el agua se embalsó anegando campos y sepultando pueblos.
 
Murieron animales.
Murieron personas.
Murieron las cosechas.
Murió el caracol de la sierra, la mariposa azul y la orquídea salvaje.
 
Y pese al desastre, ni el agua ni la tormenta se sentían culpables de lo ocurrido.
 
Muy alejado de allí, un grupo de expertos, protegidos y a salvo de tales peligros, se lamentaban de que aquella dañina tormenta hubiera asolado tan fértil y prospera comarca y, mientras evaluaban daños y buscaban soluciones, unas débiles gotas de agua golpeaban el cristal de sus ventanas advirtiéndoles de algo que nunca iban a llegar a entender.
 
FUEMCISLA MORENO RUEDA
(publicado en su facebook)
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