EL 20 DE JULIO NUESTRA COLABORADORA REME SANCHEZ ESCRIBIA ESTA REFLEXIÓN SOBRE MARILUZ ESCRIBANO

Cuando la mañana alborea en las cumbres de la sierra y los pajarillos entonan sus trinos adolescentes, la mujer fuerte ha mirado al cielo y, de tan azul, ha comprendido que eras tú, Mariluz, avisando de que sigues cuidando a todos los que siempre has querido y te queremos. Esta mujer fuerte que me acompaña  como si fuera otro yo querría comentar contigo lo que ya sabes, porque tú estás aquí, en las gaviotas, las rosas, el sol o en una mirada cómplice; y es tu mano ese vientecillo leve que acaricia su frente cuando la pena arrasa y desborda su pecho. Mariluz, tú nos ves. Por eso, la mujer valiente se levanta cada mañana, igual que tú, aunque se caiga mil veces. Y prosigue subiendo la montaña, mirando el precipicio, tan cerca, pero sin  miedo. Porque no tiene ningún  miedo, sólo tu legado,  verdades que contar para que no se olviden.  
 
Sigue tu enseñanza actuando con limpieza, mirando a los ojos porque no tiene nada que ocultar, con la dignidad de quien no pide nada para sí misma y defiende una justicia que lleva tu nombre y el de tantas otras poetas que fueron como tú: libres, independientes e imprescindibles, aunque les negaran el pan y la sal quienes no saben que el tiempo hace justicia. Al final, ya lo sabes: la autenticidad brota como una rosa blanca entre zarzales. Esa mujer que concebiste a tu imagen, como quien moldea una escultura de barro  para luego prohijarla, ha acabado por amar tu ciudad, le gustan sus gentes aunque haya cosas que aún no comprenda, defiende tu compromiso ético y tus proyectos que, ahora, son los suyos. Es verdad que  ahora camina más despacio, pero nunca se para. Precisamente por eso, porque percibe que tú la observas y estás al tanto de que sus pasos siguen tus huellas de maestra de poetas, de intelectual comprometida que salta, como quien brinca  para no pisar un charco sucio, todas las miserias que rodean la verdadera literatura. Te han dado siempre igual y, desde hace algún tiempo, a la mujer fuerte también, porque intuye que sigue el sendero correcto. Ambas, esa mujer que dicen que es fuerte y yo, sabemos que sonríes con ternura desde esta luz primera para aliviar su nudo  en la garganta y que no sea río de lágrimas; luego te esconderás detrás de una nube, como una niña traviesa que juega al escondite, pero sin perderlas de vista y, al anochecer, encenderás una estrella (aquella que le señalabas sobre el mar de Salobreña) para que ejerza de brújula en la oscuridad y no se pierdan. 
 
Gracias, Mariluz, por enseñarnos a mirar sin juzgar, por ser un ejemplo de honestidad para tantísima gente de bien, por hacernos depositarios de tu bandera de poeta de la memoria sin rencor y de la concordia civil. Nosotros continuaremos lentamente transformando la historia, haciéndote el hueco que no ambicionabas pero que mereces por justicia. La mujer fuerte te lo promete, ahora que eres la Autora Clásica del Año, mal que les pese a algunos que no saben de decencia o lealtad. Ellos y sus conciencias sabrán.  Yo, que soy más frágil, te abrazo, sólo te abrazo y te nombro en presente eternamente, ya lo sabes. Mariluz, Mariluz Escribano, hija del alba, del manantial de agua más fresca y de los trigos primeros de Castilla, tú sigues siendo la primavera que esperamos. Una primavera eterna que habita los claros espacios de paz y sosiego mientras tu padre te besa orgulloso la frente.
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