DON PEPITO, Por Juan Alfredo BellónDESDE EL MIRADOR Nº 77 Para el domingo 27-XI-2015

 Durante varias épocas de mi vida periodística reciente, he llamado «don Pepito» al actual alcalde de Granada, José Torres Hurtado, por razón del escaso respeto que me merece y por el conocimiento que de él tuve en octubre de 1984, cuando nos conocimos personalmente con motivo de una transación inmobiliaria en la que yo actuaba en nombre propio y en el de mi fasmilia y él, en el de la suya, que lo había apoderado para vender unos apartamentos que había construido y comercializado INTHUR (Inmobiliaria Torres Hurtado).

Pepe y yo nos caímos bien desde el principio y me felicitó por la excelencia de lo que adquiría, dada su proximidad al Corte Inglés (el Hipercor de Arabial) cuya inminente apertura él ya concía. Y yo se lo agradecí añadiendo que aún consideraba mejor mi adquisición reciente de un apartamento en la calle de San Juan de los Reyes, frente a la Alhambra, en el que tenía puestas todas mis esperanzas, a lo que él respondió que esa calle estaba llena «de putas y boñigas», dejándome anonadado por la contundencia de su afirmación y por lo injusto y desconsiderado del juicio que en ella expresaba. Me dijo más cosas que ahora callo por respeto a la privacidad de su persona y por no venir a cuento con lo que pretendo transmitir, que es su patente desprecio por las zonas más tradicionales y castizas del bajo Albaycín, cosa que no tendría mayor importancia si hubiera seguido siendo tractorista y constructor y no se hubiera afiliado al PP y llegado a ser nada menos que alcalde de Granada, donde las consecuencias de su gobernanza han sido tan nefastas para quienes como yo hemos acabado cumpliendo con nuestro anhelo de habitar en este bendito barrio, espejo popular de la mismísima Alhambra y referente emocional de la Granada antigua, que derrama sus aguas sobre el río Darro, vicario del Genil y en cuya margen izquierda, en su último tramo, radica el Monte Sacro, poblado de viviendas cavernicolas y rematado en sus alturas por la ermita de san Miguel y la abadia del Sacromonte en cuyas inmediaciones se encuentran las famosas catacumbas de San Cecilio, supuesto varón apostólico y presunto primer evangelizador de estas tierras granadinas.

A poco de acceder Pepe Torres a la alcaldía, empezó a gobernar demostrando que su querencia por lo castizo granadino era más de boquilla electoralistaque de hechos fehacientes y consumados, descuidando patentemente al Albaycín mientras lo cubría de referencias demagógicas populistas de esas de mucho te quiero perrito pero pan, poquito, hasta llegar al colmo de los colmos en la anterior legislatura municipal de encargar la movilidad ciudadana a doña Telesfora Ruiz, pretendida novelista párvula con La decisión de Nora, bodrio regalísticamente editado por el mismo Ayuntamiento, y conocida desde entonces por su defensa a ultranza de los medios sui generis de movilidad ciudadana, como los remontes por cable en la ciudad y con Sierra Nevada, por lo que quienes la queremos (ver muda) y nos postulamos como sus seguidores hasta la muerte, la conocemos con el sobrenombre de doña Telesférica. Tanto ha sido su amor albaycinero que, nada más iniciar su mandato en Movilidad, discurrió poner en funcionamiento la actual Línea de Alta Capacidad (LAC) que, es pretexto de descongestionar el transporte público en el centro de la ciudad, maltrataba a los usuarios de los barrios perféricos (Chana, Cartuja, Zaidín, Redonda, etc.) obligados a usar dos y tres líneas diferentes para un solo trayecto, dando prueba del acendrado carácter social de su política de trasporte urbano. Y luego, para colmo de las ocurrencias racionalizadoras del mapa granadino de movilidad, decidió invertir el sentido del tráfico rodado en san Juan de los Reyes, dificultando grandemente el ya de por sí complicado discurrir automovilístico por el Bajo Albaicín, impidiendo el acceso de taxis a la población de edad que vive por encima de la Carrera del Darro, dada la estrechez especial de la calle en sentido ascendente, que es justamente contrario al tradicional y descendente y mucho menos contaminante.

Pues bien, cuan cerril e inaccesible no sería la actitud del alcalde Torres y su valida Telesfora ante las protestas del vecindario afectado y los representantes vecinales, que no hubo forma de dialogar ni negociar al respecto en la anterior legislatura y solo en la actual, cuando la nueva correlación de fuerzas en el Consistorio permitió desalojar de la Delegación de Movilidad a la supradicha, poner en tela de juicio el empecinamiento de Torres Hurtado en el sentido de no cambiar su criterio con el pintoresco argumento de que lo hacía por la fuerza de sus testículos y por venganza, ante el hecho (incierto) de que esa actitud «le había costado la pérdida de su anterior mayoría absoluta». Hasta que la semana pasada, el Grupo Municipal Socialista propuso a los demás grupos del Consistorio la revisión del caso y la retrotracción a la situación de hace tres años, a lo que el PP, viéndose en minoría, se sumó a la propuesta y se envainó sus anteriores negativas, plegándose a las propuestas de la clamorosa mayoría del vecindario, por lo que se acaba de anunciar la próxima anulación de la polémica Decisión de Nora y del empecinamiento del alcalde piñero que tanto sufrimiento han procurado a los habitantes del barrio, tan estigmatizado y maltratado en los últimos tiempos.

Váyase don Pepito con sus caprichos y manías, por no decir con sus ocultos intereses; aprenda a escuchar y obedecer la voluntad de sus convecinos y déjese de tanto proclamar su amor de boquilla a Granada y sus barrios mientras con la boca grande solo procura el bienestar de los sectores sociales más altos, cutres y tradicionales que ya no constituyen la mayoría electoral; y tiéntese la ropa el grupo municipal de Ciudadanos y vea a qué clase de compañeros de viaje está prestando apoyo para detentar la llave de la gobernabilidad granadina, contra toda la lógica de los tiempos y el beneficio general de la ciudad.

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