HOMENAJE A CLARA CAMPOAMOR EN EL 90 ANIVERSARIO DE CONSEGUIR EL VOTO FEMENINO

El encendido debate por el voto femenino entre Clara Campoamor y Victoria Kent

Dos mujeres declaradamente feministas lideraron la defensa y la oposición al derecho al sufragio de la mujer en la Constitución de la Segunda República

El contexto

La historia acostumbra a construirse sobre paradojas, y la historia de la igualdad en España parte de una de ellas: el intenso debate entre las dos únicas mujeres que formaban parte de las Cortes Constituyentes de la Segunda República en el debate parlamentario sobre la concesión del derecho al voto a las mujeres.

Clara Campoamor, diputada por Madrid en la candidatura del Partido Radical, y Victoria Kent, también diputada por Madrid, pero por el Partido Radical Socialista, protagonizaron una airada discusión sobre la conveniencia o no del sufragio femenino. Ambas eran declaradamente feministas, sin embargo defendieron posiciones contrapuestas.

Campoamor, que había llevado el peso del articulado de los derechos de sufragio en la Comisión Redactora de la nueva Constitución, consiguió llevar el texto al pleno del Congreso tras dos meses de trabajo y arduas negociaciones. Y fue allí donde se encontró con que Kent iba a ser quien defendiese la oposición al sufragio femenino  pese a destacar como activista de un feminismo español embrionario, pero activo.

 
Victoria Kent en su época como Directora general de Prisiones.

Victoria Kent en su época como Directora general de Prisiones 

 Terceros

El principal argumento de Victoria Kent era tan débil como extendido entre la izquierda parlamentaria: la mujer española no estaba aún preparada para esta responsabilidad. En realidad, el temor era que el voto de la mujer suponía una amenaza.

Se presuponía que el inculto voto femenino estaría muy influenciado por el clero, al que también se consideraba adepto sin más a los postulados de la derecha. No en vano, varios movimientos tradicionalistas habían presentado ante las Cortes millón y medio de firmas de mujeres católicas para que la Constitución Republicana respetara los “derechos de la Iglesia”.

La victoria del frente derechista encabezado por la CEDA dos años después, en las primeras elecciones que se celebraron en España con sufragio femenino, parecieron confirmar los presagios de Kent, si bien el Frente Popular también se impuso después en otros comicios en el que las mujeres tuvieron el mismo derecho al voto.

El caso es que Campoamor conocía bien el argumentario de su rival y el trasfondo que había en él y preparó una hábil intervención -que ofrecemos extractada- en la que lo desmontaba fácilmente apelando al derecho universal, a la implicación de la mujer en la política y a los datos objetivos, que demostraban cómo los hombres salían más lentamente del analfabetismo, lo que los convertía en más manipulables que las mujeres.

Una mujer vota en las elecciones al Congreso de 1933

Una mujer vota en las elecciones al Congreso de 1933 

Que las únicas dos mujeres de la Cámara -que habían llegado a ella gracias al decreto que permitía tener representación política a mujeres y religiosos- protagonizasen este debate con posiciones enfrentadas fue motivo de mofa dentro y fuera del Congreso de los Diputados y a las dos parlamentarias pronto se les dio el sobrenombre jocoso de la clara y la yema.

Campoamor, que además de su intervención había preparado bien sus apoyos entre partidos y corrientes de signo diverso, ganó la batalla y el sufragio femenino se acabó aprobando en aquella decisiva sesión por 161 votos a favor y 121 en contra.

Ni ella ni Victoria Kent resultaron reelegidas en 1933, pero la presencia femenina en la política española se consolidó y normalizó en la República hasta el punto de que, cinco años después, con el Gobierno del Frente Popular, salía de la misma Cámara la primera ministra española y europea: Federica Montseny.

El discurso de Clara Campoamor 

“Señores diputados:

”Lejos yo de censurar ni de atacar las manifestaciones de mi colega, señorita Kent, comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer. Creo que por su pensamiento ha debido de pasar, en alguna forma, la amarga frase de Anatole France cuando nos habla de aquellos socialistas que, forzados por la necesidad, iban al Parlamento a legislar contra los suyos.

”Respecto a la serie de afirmaciones que se han hecho esta tarde contra el voto de la mujer, he de decir, con toda la consideración necesaria, que no están apoyadas en la realidad. Tomemos al azar algunas de ellas. ¿Que cuándo las mujeres se han levantado para protestar de la guerra de Marruecos? Primero: ¿y por qué no los hombres? Segundo: ¿quién protestó y se levantó en Zaragoza cuando la guerra de Cuba más que las mujeres? ¿Quién nutrió la manifestación pro responsabilidades del Ateneo, con motivo del desastre de Annual, más que las mujeres, que iban en mayor número que los hombres?

”¡Las mujeres! ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la República se les concederá como premio el derecho a votar? ¿Es que no han luchado las mujeres por la República? ¿Es que al hablar con elogio de las mujeres obreras y de las mujeres universitarias no está cantando su capacidad? Además, al hablar de las mujeres obreras y universitarias, ¿se va a ignorar a todas las que no pertenecen a una clase ni a la otra? ¿No sufren éstas las consecuencias de la legislación? ¿No pagan los impuestos para sostener al Estado en la misma forma que las otras y que los varones?

Comprendo la tortura del espíritu de mi colega Victoria Kent al haberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer”

”¿No refluye sobre ellas toda la consecuencia de la legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Y ¿por qué no los hombres? ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han de ponerse en un lazareto los de la mujer?

”Pero, además, señores diputados, los que votasteis por la República, y a quienes os votaron los republicanos, meditad un momento y decid si habéis votado solos, si os votaron sólo los hombres. ¿Ha estado ausente del voto la mujer? Pues entonces, si afirmáis que la mujer no influye para nada en la vida política del hombre, estáis afirmando su personalidad, afirmando la resistencia a acatarlos.

¿Y es en nombre de esa personalidad, que con vuestra repulsa reconocéis y declaráis, por lo que cerráis las puertas a la mujer en materia electoral? ¿Es que tenéis derecho a hacer eso? No. Tenéis el derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis vosotros, pero no tenéis el derecho natural fundamental, que se basa en el respeto a todo ser humano, y lo que hacéis es detentar un poder; dejad que la mujer se manifieste y veréis como ese poder no podéis seguir detentándolo.

Dejad que la mujer se manifieste y veréis como ese poder que os atribuís no podéis seguir detentándolo”

”No se trata aquí esta cuestión desde el punto de vista del principio, que harto claro está, y en vuestras conciencias repercute, que es un problema de ética, de pura ética reconocer a la mujer, ser humano, todos sus derechos, porque ya desde Fitche, en 1796, se ha aceptado, en principio también, el postulado de que sólo aquel que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y del ciudadano no deben ser los mismos para la mujer que para el hombre.

”Y en el Parlamento francés, en 1848, Victor Considerant se levantó para decir que una Constitución que concede el voto al mendigo, al doméstico y al analfabeto -que en España existe- no puede negárselo a la mujer. No es desde el punto de vista del principio, es desde el temor que aquí se ha expuesto, fuera del ámbito del principio, cosa dolorosa para un abogado, como se puede venir a discutir el derecho de la mujer a que sea reconocido en la Constitución el de sufragio.

Y desde el punto de vista práctico, utilitario, ¿de qué acusáis a la mujer? ¿Es de ignorancia? Pues yo no puedo, por enojosas que sean las estadísticas, dejar de referirme a un estudio del señor Luzuriaga acerca del analfabetismo en España.

Sólo aquel que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre no deben ser los mismos para la mujer”

”Hace él un estudio cíclico desde 1868 hasta el año 1910, nada más, porque las estadísticas van muy lentamente y no hay en España otras. ¿Y sabéis lo que dice esa estadística? Pues dice que, tomando los números globales en el ciclo de 1860 a 1910, se observa que mientras el número total de analfabetos varones, lejos de disminuir, ha aumentado en 73.082, el de la mujer analfabeta ha disminuido en 48.098; y refiriéndose a la proporcionalidad del analfabetismo en la población global, la disminución en los varones es sólo de 12,7%, en tanto que en las hembras es del 20,2%.

”Yo, señores diputados, me siento ciudadana antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a que siga su camino.

”No dejéis a la mujer que, si es regresiva, piense que su esperanza estuvo en la dictadura; no dejéis a la mujer que piense, si es avanzada, que su esperanza de igualdad está en el comunismo. No cometáis, señores diputados, ese error político de gravísimas consecuencias. Salváis a la República, ayudáis a la República atrayéndoos y sumándoos esa fuerza que espera ansiosa el momento de su redención.

Yo me siento ciudadana antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho”

”Cada uno habla en virtud de una experiencia y yo os hablo en nombre de la mía propia. Yo soy diputada por la provincia de Madrid; la he recorrido, no sólo en cumplimiento de mi deber, sino por cariño, y muchas veces, siempre, he visto que a los actos públicos acudía una concurrencia femenina muy superior a la masculina, y he visto en los ojos de esas mujeres la esperanza de redención, he visto el deseo de ayudar a la República, he visto la pasión y la emoción que ponen en sus ideales.

”La mujer española espera hoy de la República la redención suya y la redención del hijo. No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar; que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven; que ha sido simpatía y apoyo para los hombres que estaban en las cárceles; que ha sufrido en muchos casos como vosotros mismos, y que está anhelante, aplicándose a sí misma la frase de Humboldt de que la única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos es caminar dentro de ella.

”Señores diputados:

”He pronunciado mis últimas palabras en este debate. Perdonadme si os molesté, considero que es mi convicción la que habla; que ante un ideal lo defendería hasta la muerte; que pondría, como dije ayer, la cabeza y el corazón en el platillo de la balanza, de igual modo Breno colocó su espada, para que se inclinara en favor del voto de la mujer, y que además sigo pensando, y no por vanidad, sino por íntima convicción, que nadie como yo sirve en estos momentos a la República Española.

RAMÓN ÁLVAREZ

https://www.lavanguardia.com/historiayvida/historia-contemporanea/20210305/6263776/encendido-debate-voto-femenino-clara-campoamor-victoria-kent-republica-feminismo-igualdad.html

foto: Clara Campoamor pronuncia un discurso en San Sebastián por los derechos de la mujer en 1931 ( Terceros)

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