Alfredo Pérez Rubalcaba, uno de los cinco políticos imprescindibles del siglo, decía bastante antes de morirse una de las verdades del carácter español: que en España se entierra muy bien.

Ahora lo repite en una biografía ultimísima  Juan Carlos de Borbón, rey emérito y uno de los principales problemas de la monarquía actual. Que un rey sea el problema de la monarquía es algo que nos viene pasando casi desde que se inventó la institución. En España, los Austrias primero y los Borbones después, han vivido al filo de la navaja, entre el aplauso primero y el fracaso final, entre la luz y las sombras, entre los días luminosos y las noches oscuras.

Lo cual que don Juan Carlos, es de sobra conocido, ha sido un rey diurno durante cuarenta años y galán con nocturnidad, conquistador feraz, un don Juan subido en su moto de alta gama en busca de su doña Inés por las calles del Madrid castizo.

No había problema: el pueblo se lo perdonaba, porque nuestro antaño soberano tenía la rara habilidad de ser simpático, de borbonear entre el populacho como si fuera un paisano, un igual con nuestras mismas circunstancias y nuestras mismas preocupaciones. Luego llegaba el discurso de nochebuena, su repaso anual de las desgracias patrias ejerciendo de pater familias justo antes de irse de fiesta con la amiga especial de turno. Y nosotros no nos dábamos por enterados: lo nuestro era comernos los langostinos escuchando atentamente al señor intachable de la tele y pensar que el futuro sería lo que Dios quisiera. Pero resulta que el futuro lo alcanzó  en forma de cacería de elefantes, de una Corinna rubia de alto standing pidiendo euros, de cadera rota en Botswana, del “lo siento”, del supuesto comisionismo a cuenta de los petrodólares de los primos de Arabia y de lo que esté por venir.

Y desde ese momento dejó de ser tan simpático para la ciudadanía, el rey campechano, máxime cuando se supo de las cuestiones esas que tiene con Hacienda, de esa Hacienda que somos todos, pero unos más que otros, según cuenta la prensa.  Por eso se marchó de España sintiéndose incomprendido y ahora se centra en hablar de la manera tan hermosa que tenemos de enterrar a los nuestros, sintiendo tal vez que sólo la muerte le dará su lugar en la Historia de esta democracia que él ayudó a construir.

Una democracia por la que se le ha venido perdonando casi todo, malcriándolo como a un niño rico, sólo que Juanito nunca fue de una familia con posibles, sino más bien de una marcada por el quiero y no puedo, allá en su primer exilio en Estoril antes de que Franco lo nombrase sucesor. Tal vez las perpetuas dependencias de otros sean la razón por la que necesita sentirse protegido, con el riñón bien cubierto por un parné que no va a tener tiempo de gastarse, con sus ochenta y tres años a cuestas. Un dinero que no necesitaba, porque le ha restado prestigio y lo ha convertido en un señor del que ya no nos sentimos orgullosos, un hombre que ha perdido su lugar brillante en la Historia para ser uno más de los que ponen la mano. Un Borbón al que, eso sí, enterraremos con todos los honores para olvidarnos diez minutos después.

   Twitter: @RemediosSánchez

foto:https://principiamarsupia.wordpress.com/2012/04/16/carta-de-un-investigador-al-rey-don-juan-carlos/

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