A mi buen amigo Manuel Arredondo

Alguien de Forocoches viralizó la noticia: un niño llamado Jesús (o Cristo, según otros) había nacido en la madrugada del 25 de diciembre de 2021 en uno de los suburbios más desolados de Belén, una ciudad próxima a Jerusalén, administrada por Israel. Los medios difundieron el natalicio desde distintos enfoques: según unos, aquel niño era hijo de María y José de Nazaret, un joven matrimonio que vivía horadamente del trabajo artesanal, mientras para otros el origen de Jesús era un misterio que dio lugar a montones de memes y tuits humorísticos, ya que afirmaban que era hijo de una muchacha virgen y de una forma de la divinidad llamada Espíritu Santo. Si ya resultaba raro que existiera una joven que a la edad de María mantuviera intacta su virginidad, lo de la paternidad divina era más difícil de asumir, aunque más de un tertuliano mantenía que era algo similar a la luz que atraviesa el vidrio sin romperlo ni mancharlo.

          Este nacimiento, superada la primera oleada de comentarios en las redes, se habría difuminado y olvidado en pocos días, pero tres conocidos influencers, Melchor, Gaspar y Baltasar, anunciaron su intención de visitar al bebé en Belén y dieron cumplida cuenta de las gestiones para obtener el permiso del Estado de Israel, algo que desquiciaba a los judíos ultraortodoxos y que creó serias tensiones diplomáticas. Pensaban regalarle tres extraños obsequios: oro, incienso y mirra, productos que inmediatamente se encarecieron y que muchos compraron compulsivamente para tener algo en común con la popular familia que, provisionalmente seguía viviendo en el establo donde había nacido el niño. Amazon, eBay y otras plataformas similares vendieron lo nunca soñado, sobre todo, desde que los blogs de los tres hombres detallaban simbologías, gestos del bebé y fotos, lo que los hacía reventar de comentarios de sus seguidores. De este modo, una familia tan humilde se convirtió en un fenómeno mediático sin precedentes.

Los programas de televisión y las revistas del corazón encontraron una forma de aumentar sus ventas narrando pequeñas anécdotas sobre el niño y Telecinco le dedicó varias sesiones de Sálvame de luxe donde se comentaba cualquier aspecto del asunto: las finanzas de la familia, la virginidad de María, la desenfadada complacencia del marido, etc. Hasta hubo un espabilado que se ofreció a servirles de representante a cambio de un 25% de las ganancias obtenidas por conceder entrevistas, posar para sesiones de fotos y otras situaciones parecidas. La revista Hola sacó un monográfico que tuvo que ser reimprimido hasta cuatro veces y otras revistas del corazón comentaron el maquillaje o el vestuario de María, en tanto que Boris Izaguirre publicó una columna en El País en que analizaba los pormenores de aquella extraña concepción.  

El hecho es que el pequeño Jesús dio pie a una operación de merchandising sin precedentes: camisetas, jarras para cerveza, ceniceros, llaveros, muñecos y mil variantes de cachivaches inservibles estamparon la imagen del chiquillo y varias corporaciones internacionales lo usaron como modelo para las campañas de sus productos infantiles. En el ámbito de la moda, un diseñador oportunista creó la llamada Judean fashion, que imitaba la vestimenta de las mujeres palestinas.

En pocos meses, la familia del aquel bebé disponía de una envidiable fortuna y la pareja se dividió la tarea: María se dedicó por entero a potenciar la fama de su hijo, al que acompañaba a todas partes, en tanto que José, dolido por los amargos comentarios sobre su virilidad o su paternidad, emigró a los Estados Unidos, se cambió el nombre y diseñó una cadena de muebles por piezas para montar que supuso la ruina de Ikea, ya que los suecos, tan fríos siempre, nunca pensaron en revestir su negocio de adherencias místicas ni leyendas religiosas.

El Niño (ya se había ganado la mayúscula) crecía en edad, gracia y sabiduría, según algún cronista y aún estaba en Primaria cuando decidió echarse a lo que él llamó su vida pública: predicar, hacer milagros, aceptar discípulos para externalizar su sabiduría, además de sus ayunos y caminatas sobre la superficie de los lagos, todo ello siempre con cámaras de televisión que filmaban aquel sinvivir y drones que se ocupaban de las multitudinarias concentraciones que se formaban cuando anunciaba su llegada a un pueblo.  

Jesús tenía labia. Sabía convencer a masas enteras con argumentos en que se mezclaban el buenismo, la solidaridad, la generosidad, el desprendimiento de lo material… y se empezó a hablar de una nueva (una más) religión. Los grandes popes de las religiones previas quedaron muy contrariados con los postulados de aquel joven que, sin otro oficio que el de su conversación, obraba milagros sobre leprosos y ciegos, multiplicaba panes y peces, convertía el agua en vino y todo ello ante masas de enfervorecidos seguidores.

La prensa informaba sin cesar de los postulados que el chico defendía, siempre controvertidos. Su romance con María de Magdala, una joven de pasado turbio, fue objeto de muchas horas de debate en las cadenas más populacheras. Podía decirse que Jesús era un tema de permanente actualidad que nunca fallaba ante la audiencia, hasta el punto de que aparecieron varias series hagiográficas, tantas como otras en que su figura era objeto de la más dura crítica.

Sin embargo, los poderes fácticos veían en él un peligro. Cuando Cristo dijo “Vende todo lo que tienes, regálalo a los pobres y sígueme”, los agentes económicos montaron en cólera y movieron los hilos para que los gobiernos cerraran sus puertas a semejante iluminado, al igual que se había hecho solo unos años antes con Greta Thunberg. Los plutócratas rabiaban de ira cuando la prensa dio cuenta de que, según el predicador, era más fácil que un camello entrara por el ojo de una aguja que un rico entrara en el Reino de los Cielos y cada manifiesto de Jesús levantaba tanto entusiasmo entre los desfavorecidos como resquemor en el mundo financiero-empresarial. Tampoco fue bien recibida por los fabricantes y traficantes de armas la idea de que “si te golpean la mejilla izquierda, hay que ofrecer también la derecha”. ¡Tanto esfuerzo para amasar fortunas y aquel petimetre quería que la riqueza y el poder económico quedaran abolidos! ¡Inconcebible! ¿Qué mundo creía posible semejante memo? ¿Un mundo al revés? Había que controlar a ese desaprensivo, en una cárcel a ser posible y absolutamente incomunicado. Se empezaba con ideas así y se podía llegar a un mundo subvertido y contrario a sus intereses. Había que pararle los pies, que eliminarlo incluso. Él lo imaginaba y, curiosamente, lo aceptaba en nombre de una sagrada misión que le había encomendado “su padre, que está en los cielos”. Fueron precisamente los lobbies judíos quienes diseñaron varias alternativas secretas para eliminar a aquel soñador.

Para empezar, las redes se esforzaron en desprestigiarlo con argumentos tales como: Es capaz de multiplicar panes y peces, pero no ha hecho nada por erradicar la hambruna de las zonas más pobres del planeta. Cura enfermedades, pero ha dejado a su libre albedrío a las mil variantes del virus que inició la pandemia de 2020 y que varias décadas después sigue contagiando y matando. Convierte el agua en vino, pero no parece preocuparle el problema de las zonas desérticas, cada vez más amplias en el planeta…

Jesús usaba distintos pasaportes para protegerse, pero Judas, uno de sus seguidores, lo delató y al bajar de un avión en Tel Aviv, fue arrestado por delitos tan difusos como sus propios postulados. Una campaña contra él (se ha comentado que fue diseñada por psicólogos de masas de la CIA) consiguió cambiar el rumbo de su vida y que los mismos que antes lo adoraban pidieran su muerte. Y a los 33 años fue ejecutado públicamente, entre dos delincuentes: un banquero corrupto que había saqueado los ahorros de los jubilados y un exministro, igualmente corrupto, que había dilapidado las cuentas corrientes de las ONGs más prestigiosas. En el momento de su muerte se produjo una tormenta que los meteorólogos no habían previsto, una ciclogénesis tan extraña como repentina, lo que fue interpretado por sus seguidores como un milagro más del Maestro, título este que le otorgaban sus incondicionales.

Para rematar la confusión, tres días después de su muerte su tumba apareció vacía. Los servicios secretos israelíes consideraban imposible el robo del cadáver, aunque no aparecía el cuerpo. Desde la pantomima de juicio, siempre se había visto a María, María de Magdala y algunos discípulos unidos en el duelo, y fueron investigados sin poder demostrar ninguna ilegalidad. La prensa sensacionalista empezó a especular con la idea de que, en efecto, el predicador fuera hijo de un dios y que hubiera resucitado. Sus adeptos siguieron esa posibilidad y la convirtieron en dogma: Jesús era hijo de un dios y había venido al mundo con la tarea mesiánica de salvar al género humano de un difuso pecado cometido por Adán y Eva en sus días del Edén.  La muerte y la supuesta resurrección de Jesús les dio una nueva fuerza ideológica y crearon una corporación que rápidamente alcanzó un poder inexplicable.

Árbol de desechos bajo un puente de Hamburgo

Varias décadas después, esta religión fue perseguida, lo que aumentó su prestigio y multiplicó su presencia, pues la doctrina llegó a expandirse por todo el mundo y, con el paso del tiempo acumuló poder y una gran fortuna, amparándose en lo abstruso de su extraña liturgia, llena de simbologías y recovecos, algo que alimentaba la fe de los desesperados y que fue imitado hasta la saciedad por sectas y desviaciones dogmáticas.

Hoy, ya a las puertas del s. XXII, todas estas circunstancias resultan una pura incoherencia: una religión que defiende la generosidad y la pobreza se ha convertido en una verdadera corporación multinacional que maneja fortunas; su modelo de reparto de la riqueza ha quedado desvirtuado y la brecha entre ricos y pobres se ha hecho abismal; el planeta está enfermo y ningún poder divino se ocupa de revivir el paraíso que fue… Ya solo quedan tímidos vestigios de lo que predicó y resulta extraño que sobreviva su corpus doctrinal y más aún, que haya gente que encuentre consuelo en tales postulados. La bondad del predicador generó ríos de sangre, guerras de religión, cruzadas, torturas y ejecuciones en el nombre de ese dios, convertido de forma interesada en el instrumento que justificaba toda ignominia.

Por su parte, los fieles llegaron a asumir los postulados del palestino, siempre que no invadieran su bienestar, con lo que toda su doctrina quedó en papel mojado, en algo ambiguo, cambiante, contradictorio a veces, pero siempre presente en la sociedad… Solo una parte de sus seguidores sigue sus dictados; el resto se apega a ellos por mera tradición. Eso sí, la memoria colectiva celebra con verdadera histeria las conmemoraciones de su nacimiento (celebración convertida en puro consumismo) y la de su ejecución, mientras el resto del tiempo en la mayor parte de sus fieles solo queda de él la iconografía y un vago recuerdo, una costumbre casi. Una contradicción más. Si hubo algo de divino en la figura de Jesús, éste solo pudo ser el dios de las contradicciones.

Alberto Granados

NOTA: Hace bastantes años, en mi antiguo y desaparecido blog, hice otra interpretación de la navidad. Sobrevivió, además de en mis carpetas de relatos, en la sección El blog de los lectores de la web de Antonio Muñoz Molina: http://xn--antoniomuozmolina-nxb.es/2012/01/cuento-triste-de-navidad-por-alberto-granados/

FOTO: Belén en la actualidad (Imagen de El Español)

https://albertogranados.wordpress.com/

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